EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



jueves, 16 de febrero de 2012

EL DILEMA DE PONCIO PILATO

“EL DILEMA DE PONCIO PILATO”
Por El Contendor
Parte I
Pongamos la historia de este dilema en el contexto de los acontecimientos que, según los evangelios, se fueron sucediendo desde la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, donde el pueblo lo proclama Rey, hasta culminar con su “enjuiciamiento” por los sacerdotes y las autoridades romanas y el mismo pueblo que ahora lo proclama  reo de muerte.
Tomaré de la narración de los evangelios, en forma resumida, sólo los versículos que describen el contexto histórico y que nos permitirán entender, siguiendo paso a paso, la actuación de cada personaje (fariseos, funcionarios,  autoridades religiosas y civiles, sus apóstoles, y el vulgo) ante el Personaje central del drama de la Redención: Jesucristo, Señor nuestro.

Los comentarios intercalados, escritos en cursiva, corresponden a la Biblia del diario vivir
.
Luc 18:35  Aconteció que acercándose Jesús a Jericó,  un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
Luc 18:36  y al oír a la multitud que pasaba,  preguntó qué era aquello.
Luc 18:37  Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.
Luc 18:38  Entonces dio voces,  diciendo: ¡Jesús,  Hijo de David,  ten misericordia de mí!
Luc 18:39  Y los que iban delante le reprendían para que callase;  pero él clamaba mucho más:  ¡Hijo de David,  ten misericordia de mí!
Luc 18:40  Jesús entonces,  deteniéndose,  mandó traerle a su presencia;  y cuando llegó,  le preguntó,
Luc 18:41  diciendo: ¿Qué quieres que te haga?  Y él dijo: Señor,  que reciba la vista.
Luc 18:42  Jesús le dijo: Recíbela,  tu fe te ha salvado.
Luc 18:43  Y luego vio,  y le seguía,  glorificando a Dios;  y todo el pueblo,  cuando vio aquello,  dio alabanza a Dios.
A menudo, los mendigos esperaban junto a los caminos cerca de las ciudades, porque eran los lugares más apropiados para entrar en contacto con la gente. Esos mendigos tenían muy poca esperanza de salir de esta degradante forma de vivir. Sin embargo, este ciego en particular puso su esperanza en el Mesías. Sin vergüenza clamó procurando ganar la atención de Jesús y este le dijo que su fe le permitió ver. No importa cuán desesperante sea su situación, si clama a Jesús con fe, Él lo ayudará.
Saliendo de Jericó,  Jesús iba delante subiendo a Jerusalén (Luc. 19-28)

Luc 19:29  Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania,  al monte que se llama de los Olivos,  envió dos de sus discípulos,
Luc 19:30  diciendo:  Id a la aldea de enfrente,  y al entrar en ella hallaréis un pollino atado,  en el cual ningún hombre ha montado jamás;  desatadlo,  y traedlo.
Luc 19:31  Y si alguien os preguntare:  ¿Por qué lo desatáis?  le responderéis así:  Porque el Señor lo necesita.
En este momento Jesús ya era muy conocido. Todo el que venía a Jerusalén para la Pascua había oído de Él y por un tiempo el ánimo popular estaba a su favor. "El Señor lo necesita", fue todo lo que dijeron los discípulos, y los dueños del pollino con agrado lo dieron.
Luc 19:32  Fueron los que habían sido enviados,  y hallaron como les dijo.
Luc 19:33  Y cuando desataban el pollino,  sus dueños les dijeron:  ¿Por qué desatáis el pollino?
Luc 19:34  Ellos dijeron:  Porque el Señor lo necesita.
Luc 19:35  Y lo trajeron a Jesús;  y habiendo echado sus mantos sobre el pollino,  subieron a Jesús encima.
Luc 19:36  Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
Luc 19:37  Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos,  toda la multitud de los discípulos,  gozándose,  comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto,
Luc 19:38  diciendo:  ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor;  paz en el cielo,  y gloria en las alturas!
Luc 19:39  Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:  Maestro,  reprende a tus discípulos.
Los fariseos consideraron que las palabras de la multitud eran sacrílegas y blasfemas. No querían a alguien que trastornara su poder y autoridad, y a la vez no querían una sublevación que sofocara el ejército romano. De ahí que pidieron a Jesús que calmara a su gente. Pero Jesús dijo que si la gente callaba, aun las piedras clamarían. ¿Por qué? No porque Jesús instituía un reino político poderoso, sino porque establecía el Reino eterno de Dios, una razón más que suficiente para la gran celebración de todos.
La multitud que alababa a Dios por darles un Rey tenía un concepto erróneo de Jesús. Estaban seguros de que sería un líder nacional que restauraría la nación a su gloria inicial y esto demostraba que eran sordos a las palabras de los profetas y ciegos a la verdadera misión de Jesús. Cuando llegó a ser evidente que Jesús no cumpliría con sus esperanzas, se volvieron en su contra.
Luc 19:47  Y enseñaba cada día en el templo;  pero los principales sacerdotes,  los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.
Luc 19:48  Y no hallaban nada que pudieran hacerle,  porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole..
¿Quiénes eran los "principales del pueblo"? Este grupo quizás incluía prósperos líderes en política, comercio y leyes. Tenían muchas razones para deshacerse de Jesús. Les causó daño en el negocio que desarrollaban en el templo al echar fuera a los mercaderes. Además, predicó en contra de la injusticia y muchas veces sus enseñanzas favorecían a los pobres antes que a los ricos. Aún más, su gran popularidad podía atraer la atención de Roma y los líderes de Israel querían relacionarse lo menos posible con esta ciudad, por lo que representaba.
Luc 20:1  Sucedió un día,  que enseñando Jesús al pueblo en el templo,  y anunciando el evangelio,  llegaron los principales sacerdotes y los escribas,  con los ancianos,
Luc 20:2  y le hablaron diciendo:  Dinos:  ¿con qué autoridad haces estas cosas?  ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?
Luc 20:3  Respondiendo Jesús,  les dijo:  Os haré yo también una pregunta;  respondedme:
Luc 20:4  El bautismo de Juan,  ¿era del cielo,  o de los hombres?
Luc 20:5  Entonces ellos discutían entre sí,  diciendo:  Si decimos,  del cielo,  dirá:  ¿Por qué,  pues,  no le creísteis?
Luc 20:6  Y si decimos,  de los hombres,  todo el pueblo nos apedreará;  porque están persuadidos de que Juan era profeta.
Luc 20:7  Y respondieron que no sabían de dónde fuese.
Luc 20:8  Entonces Jesús les dijo:  Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Este grupo de líderes quiso deshacerse de Jesús, de manera que trataron de atraparlo con su pregunta. Si Jesús decía que su autoridad venía de Dios, si abiertamente establecía que era el Mesías y el Hijo de Dios, lo acusarían de blasfemia y lo llevarían a juicio. Jesús no se dejó atrapar, en cambio, volvió la pregunta en su contra. Esto puso al descubierto las intenciones que tenían y evitó que cayera en la trampa.
Seguidamente, en Lucas 20:9-19 (leer en la Biblia), Jesús les dice la parábola allí narrada.
Es fácil identificar a los personajes de esta parábola. Incluso los líderes religiosos lo comprendieron. El dueño de la viña es Dios, la viña es Israel, los labradores son los líderes religiosos, los enviados del dueño son los profetas y sacerdotes que Dios envió a Israel a denunciar sus pecados, el hijo es el Mesías, Jesús, y los otros son los gentiles. La parábola de Jesús respondió de forma indirecta la pregunta de los líderes religiosos acerca de su autoridad. Además, les hizo ver que El sabía que planeaban matarlo.
20.17-19 Al citar el Psa_118:22, Jesús demostró a los incrédulos líderes que incluso su rechazo estaba profetizado en las Escrituras. Pasar por alto la piedra angular fue peligroso. Una persona podría tropezar o ser desmenuzada (juzgada y castigada). Los comentarios de Jesús eran velados, pero los líderes religiosos no tuvieron dificultad en interpretarlos. Quisieron arrestarlo de inmediato.

Luc 20:19  Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora,  porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola;  pero temieron al pueblo.
Luc 20:20  Y acechándole enviaron espías que se simulasen justos,  a fin de sorprenderle en alguna palabra,  para entregarle al poder y autoridad del gobernador.
Luc 20:21  Y le preguntaron,  diciendo:  Maestro,  sabemos que dices y enseñas rectamente,  y que no haces acepción de persona,  sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
Luc 20:22  ¿Nos es lícito dar tributo a César,  o no?
Luc 20:23  Mas él,  comprendiendo la astucia de ellos,  les dijo:  ¿Por qué me tentáis?
Luc 20:24  Mostradme la moneda.  ¿De quién tiene la imagen y la inscripción?  Y respondiendo dijeron:  De César.
Luc 20:25  Entonces les dijo:  Pues dad a César lo que es de César,  y a Dios lo que es de Dios.
Luc 20:26  Y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo,  sino que maravillados de su respuesta,  callaron.
20.20-26 Jesús aprovechó el intento de sus enemigos al querer atraparlo y les dio una lección poderosa: Los seguidores de Dios tienen obligaciones legítimas hacia El y los gobernantes. Pero lo más importante es mantener invariables nuestras prioridades. Cuando ambas autoridades están en conflicto, nuestra obligación hacia Dios siempre estará antes que nuestra obligación hacia las autoridades.
20.21 Estos espías pretendieron ser hombres sinceros al adular a Jesús antes de plantearle su pregunta engañosa, esperando tomarlo por sorpresa. Pero Jesús sabía lo que tramaban y se mantuvo al margen de su trampa. Cuídese de la adulación. Con la ayuda de Dios, la puede detectar y mantenerse alejado de la trampa que a menudo le sigue.
20.22 Sin dudas esta era una pregunta comprometedora. Los judíos estaban furiosos por tener que pagar impuestos a Roma, de esta manera sostenían a un gobierno pagano y a sus dioses. Odiaban el sistema donde se permitía que los cobradores de impuestos pidieran exorbitantes sumas y se quedaran con el excedente. Si Jesús decía que debían pagar impuestos, lo podrían llamar traidor a su nación y a su religión. En cambio, si decía que no, informarían a Roma que era un rebelde. Los inquisidores de Jesús pensaron que esta vez lo habían atrapado, pero se equivocaron.
Siguiendo el evangelio de Lucas, en Luc 21:1-4 (leer) vemos la actitud de la viuda pobre.
Jesús se hallaba en el lugar del templo llamado atrio de las mujeres y el arca de las ofrendas se ponía allí o en un pasillo anexo. En este lugar había siete urnas. En una los fieles depositaban sus impuestos al templo y en las seis restantes se depositaban las ofrendas voluntarias como la que dio esta mujer. No solo era pobre, además, como viuda tenía muy pocos recursos para obtener ingresos económicos. Su pequeña contribución fue un sacrificio, pero lo hizo voluntariamente
Por eso las palabras de Jesús:
Luc 21:3  Y dijo:  En verdad os digo,  que esta viuda pobre echó más que todos.
Luc 21:4  Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra;  mas ésta,  de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
Seguidamente, Jesús profetiza la destrucción del templo judío (Luc  21:5-6) y luego Luc 21:7-36) las profecías de los tiempos del fin.
Luc 21:37  Y enseñaba de día en el templo;  y de noche,  saliendo,  se estaba en el monte que se llama de los Olivos.
Luc 21:38  Y todo el pueblo venía a él por la mañana,  para oírle en el templo.


“EL DILEMA DE PONCIO PILATO”
Por El Contendor
Parte II
En el capítulo 22 del evangelio de Lucas entramos a ver todos los acontecimientos que sucedieron desde la preparación para celebrar la pascua judía (Lucas 22:1-2 y 22:7-14), la trama de la traición de Judas (Luc 22:3-6), la reunión con sus apóstoles para comer la pascua Luc 22:15-16), la institución de la Santa Cena (Luc 22:17-20), el anuncio de que va a ser entregado (Luc 22:21-23), la disputa entre los apóstoles sobre quién de ellos sería el mayor (Luc 22:24-30) el anuncio de la negación por parte de Pedro (Luc 22:31-34), la oración de Jesús en el Monte de los Olivos (Luc 22:39-43), su agonía espiritual ante lo que sucedería hasta la cruz (Luc 22:43-44), sus discípulos que en lugar de velar en oración son encontrados durmiendo (Luc 22:45-46), Judas lo entrega con un beso (Luc 22:47-48), los apóstoles defienden a Jesús (Luc 22:49-51), Jesús reprende a los funcionarios que vienen a arrestarlo (Luc 22:52-54).
Hasta aquí, la secuencia de los hechos que llevaron al Señor a la antesala de la cruz. Ahora veremos los pasajes del evangelio que corresponden a lo que ocurrió en adelante:
Luc 22:52  Y Jesús dijo a los principales sacerdotes,  a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos,  que habían venido contra él:  ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y palos?
Luc 22:53  Habiendo estado con vosotros cada día en el templo,  no extendisteis las manos contra mí;  mas esta es vuestra hora,  y la potestad de las tinieblas.
Luc 22:54  Y prendiéndole,  le llevaron,  y le condujeron a casa del sumo sacerdote.  Y Pedro le seguía de lejos.
Los líderes religiosos no arrestaron a Jesús en el templo por temor a una revuelta. En cambio, vinieron en secreto durante la noche, bajo la influencia del príncipe de las tinieblas, Satanás mismo. No debe interpretarse como si Satanás ganara ventaja, cada cosa ocurrió de acuerdo al plan de Dios. Había llegado el momento en que Jesús tendría que morir.
 A pesar de que era la media noche, llevaron a Jesús de inmediato a la residencia del sumo sacerdote. Los líderes religiosos ansiaban y querían que se cumpliera la ejecución antes del día de reposo y seguir con la celebración de la Pascua. Esta residencia era un palacio con muros exteriores que daban a un patio donde siervos y soldados buscaban calentarse alrededor del fuego.
El juicio ante el Sanedrín tuvo dos fases. Un pequeño grupo se reunió en la noche (Juan_18:12-24) y luego el Sanedrín en pleno al amanecer (Luc_22:66-71). Juzgaron a Jesús por ofensas religiosas tales como proclamarse Hijo de Dios, lo cual de acuerdo con la Ley, era una blasfemia. Es obvio que el juicio era una farsa, porque ya habían decidido matar a Jesús (Luc_22:2).
Los romanos controlaban a Judea, pero daban a los judíos cierto poder para resolver asuntos religiosos y atender pequeñas disputas civiles. Este cuerpo gobernante judío llamado Sanedrín (concilio) lo formaban más de setenta y uno de los líderes religiosos de los judíos. Se suponía que estos hombres, como líderes religiosos, fueran justos. Pero demostraron una tremenda injusticia en el juicio a Jesús, incluso al punto de inventar mentiras en su contra.
Marcos 14:55  Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús,  para entregarle a la muerte;  pero no lo hallaban.
Mar 14:56  Porque muchos decían falso testimonio contra él,  mas sus testimonios no concordaban.
Mar 14:57  Entonces levantándose unos,  dieron falso testimonio contra él,  diciendo:
Mar 14:58  Nosotros le hemos oído decir:  Yo derribaré este templo hecho a mano,  y en tres días edificaré otro hecho sin mano.
Mar 14:59  Pero ni aun así concordaban en el testimonio.
Esta declaración de los falsos testigos tergiversaba las palabras del Señor. Jesús no dijo: "Voy a destruir este templo", sino que dijo: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (Juan_2:19). Jesús no se refería al templo de Herodes, sino a su propia muerte y resurrección.

Mar 14:60  Entonces el sumo sacerdote,  levantándose en medio,  preguntó a Jesús,  diciendo:  ¿No respondes nada?  ¿Qué testifican éstos contra ti?
Mar 14:61  Mas él callaba,  y nada respondía.  El sumo sacerdote le volvió a preguntar,  y le dijo:  ¿Eres tú el Cristo,  el Hijo del Bendito?
Mar 14:62  Y Jesús le dijo:  Yo soy;  y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios,  y viniendo en las nubes del cielo.
Jesús no contestó a la primera pregunta porque la evidencia en sí misma era confusa y errónea. No responder fue más sabio que tratar de aclarar la acusación. Pero si Jesús hubiera rehusado responder a la segunda pregunta, habría negado su misión. Su respuesta predijo un gran cambio de papeles. Sentarse a la diestra de Dios significa que El vendría a ser el juez y luego ellos tendrían que responder a sus preguntas (Psa_110:1; Rev_20:11-13)
Mar 14:63  Entonces el sumo sacerdote,  rasgando su vestidura,  dijo:  ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?
Mar 14:64  Habéis oído la blasfemia;  ¿qué os parece?  Y todos ellos le condenaron,  declarándole ser digno de muerte.
Si algunos debían haber reconocido al Mesías, esos eran el sumo sacerdote y los miembros del Sanedrín porque conocían las Escrituras ampliamente. Su trabajo era guiar a la gente a Dios, pero les interesaban más su propia reputación y retener la autoridad que tenían. Valoraban la seguridad humana más que la eterna.


“EL DILEMA DE PONCIO PILATO”
Por El Contendor
Parte III
 La casa de Caifás donde se juzgó a Jesús era parte de un enorme palacio con varios patios. Al parecer, Juan conocía al sumo sacerdote y a algunos de sus sirvientes, por lo que pudo entrar al lugar junto con Pedro.
Luc 22:55  Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio,  se sentaron alrededor;  y Pedro se sentó también entre ellos.
Luc 22:56  Pero una criada,  al verle sentado al fuego,  se fijó en él,  y dijo:  También éste estaba con Él.
Luc 22:57  Pero él lo negó,  diciendo:  Mujer,  no lo conozco.
Luc 22:58  Un poco después,  viéndole otro,  dijo:  Tú también eres de ellos.  Y Pedro dijo:  Hombre,  no lo soy.
Luc 22:59  Como una hora después,  otro afirmaba,  diciendo:  Verdaderamente también éste estaba con él,  porque es galileo.
Luc 22:60  Y Pedro dijo:  Hombre,  no sé lo que dices.  Y en seguida,  mientras él todavía hablaba,  el gallo cantó.
Luc 22:61  Entonces,  vuelto el Señor,  miró a Pedro;  y Pedro se acordó de la palabra del Señor,  que le había dicho:  Antes que el gallo cante,  me negarás tres veces.
Luc 22:62  Y Pedro,  saliendo fuera,  lloró amargamente.
Las experiencias de Pedro en las próximas horas cambiarían su vida. Se convertiría de un seguidor poco entusiasta a un discípulo arrepentido y finalmente a la clase de persona que Cristo podría utilizar para edificar su Iglesia.
 Pedro lloró amargamente, no solo por aceptar que negó a su Señor, el Mesías, sino también porque dio las espaldas a un amigo muy querido, alguien que lo amó y enseñó durante tres años. Sin tomar en cuenta la advertencia de Jesús (Mar_14:29-31; Luc_22:33-34), Pedro manifestó que nunca lo negaría. Sin embargo, cuando sintió temor, actuó en contra de su intrépida promesa. Incapaz de mantenerse a favor de su Señor durante doce horas, falló como discípulo y como amigo. Debemos estar atentos a nuestros lados débiles y no ser autosuficientes ni presumidos. Si fallamos, recordemos que Cristo puede usar a quienes reconocen su falta. Pedro aprendió mucho de esta experiencia humillante y le fue de ayuda en las responsabilidades de líder que muy pronto asumiría.
Luc 22:63  Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;
Luc 22:64  y vendándole los ojos,  le golpeaban el rostro,  y le preguntaban,  diciendo:  Profetiza,  ¿quién es el que te golpeó?
Luc 22:65  Y decían otras muchas cosas injuriándole.
Luc 22:66  Cuando era de día,  se juntaron los ancianos del pueblo,  los principales sacerdotes y los escribas,  y le trajeron al concilio,  diciendo:
Luc 22:67  ¿Eres tú el Cristo?  Dínoslo.  Y les dijo:  Si os lo dijere,  no creeréis;
Luc 22:68  y también si os preguntare,  no me responderéis,  ni me soltaréis.
Luc 22:69  Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
Luc 22:70  Dijeron todos:  ¿Luego eres tú el Hijo de Dios?  Y él les dijo:  Vosotros decís que lo soy.
Luc 22:71  Entonces ellos dijeron:  ¿Qué más testimonio necesitamos?  porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Jesús no manifestó en este momento que Él era Dios, simplemente respondió con un sí la pregunta del sumo sacerdote, diciendo: "Vosotros decís que lo soy". Pero Jesús se identificó con Dios al usar un título familiar que se halla en el Antiguo Testamento: "Yo soy" (Exo_3:14). El sumo sacerdote reconoció la declaración de Jesús y lo acusó de blasfemo. Para cualquier otro ser humano decir que era Dios era una blasfemia, pero en este caso era verdad. La blasfemia, el pecado de pretender ser Dios o atacar de cualquier forma su autoridad y majestad, se castigaba con la muerte. Los líderes judíos tenían la evidencia que necesitaban.
Lucas 23:1  Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos,  llevaron a Jesús a Pilato.
Luc 23:2  Y comenzaron a acusarle,  diciendo:  A éste hemos hallado que pervierte a la nación,  y que prohibe dar tributo a César,  diciendo que él mismo es el Cristo,  un rey.
Luc 23:3  Entonces Pilato le preguntó,  diciendo:  ¿Eres tú el Rey de los judíos?  Y respondiéndole él,  dijo:  Tú lo dices.
Luc 23:4  Y Pilato dijo a los principales sacerdotes,  y a la gente:  Ningún delito hallo en este hombre.
Luc 23:5  Pero ellos porfiaban,  diciendo:  Alborota al pueblo,  enseñando por toda Judea,  comenzando desde Galilea hasta aquí.
Luc 23:6  Entonces Pilato,  oyendo decir,  Galilea,  preguntó si el hombre era galileo.
Luc 23:7  Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes,  le remitió a Herodes,  que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
Pilato era el gobernador romano de Judea, región donde estaba Jerusalén. Parecía experimentar un placer especial en hostigar a los judíos. Por ejemplo, tomó el dinero del templo y lo usó para construir un acueducto y afrentó la religión judía al traer a la ciudad imágenes imperiales. Sin embargo, como Pilato bien sabía, dichos actos podrían causarle dificultades. Si la gente presentaba una queja formal en contra de su administración, Roma podría destituirlo del cargo. Pilato comenzaba a sentirse inseguro en su puesto cuando los líderes judíos trajeron a Jesús para enjuiciarlo. ¿Continuaría [Pilato] molestando a los judíos al poner en riesgo su futuro político o cedería ante sus demandas y condenaría a un hombre que, y estaba seguro de esto, era inocente? Esa fue la pregunta que enfrentó Pilato ese viernes primaveral hace aproximadamente dos mil años.
Luc 23:5  Pero ellos porfiaban,[los judíos] diciendo:  Alborota al pueblo,  enseñando por toda Judea,  comenzando desde Galilea hasta aquí.
Luc 23:6  Entonces Pilato,  oyendo decir,  Galilea,  preguntó si el hombre era galileo.
Luc 23:7  Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes,  le remitió a Herodes,  que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
Herodes, llamado también Herodes Antipas, estaba en Jerusalén ese fin de semana para la celebración de la Pascua. (Este fue el Herodes que mató a Juan el Bautista.)
 Pilato pensó delegar su responsabilidad enviando a Jesús a Herodes, porque sabía que Jesús vivió y trabajó en Galilea. Sin embargo, Herodes no fue de mucha ayuda. Fue escrupuloso con Jesús y disfrutó burlándose de El. A pesar de ello, cuando lo envió de nuevo a Pilato, fue con el veredicto de "inocente".
Herodes era el gobernador medio judío de Galilea y Perea. Pilato era el gobernador romano de Judea y Samaria. Estas cuatro provincias, con otras más, estaban unidas bajo el gobierno del rey Herodes el Grande, pero cuando murió en 4 a.C. el reino se dividió entre sus cuatro hijos. A ninguno se les llamó rey, sino tetrarca (significaba "gobernador de un cuarto de la región"). Arquelao, el hijo que recibió Judea y Samaria, transcurridos diez años lo destituyeron y sus provincias las gobernaron una sucesión de gobernadores romanos de los cuales Pilato fue el quinto.
Herodes Antipas tenía dos ventajas sobre Pilato: venía de una monarquía heredada, en parte judía, y permaneció durante más tiempo en su cargo. En el caso de Pilato, también tenía dos ventajas sobre Herodes: era ciudadano romano y enviado del emperador y su posición la crearon para reemplazar al ineficiente medio hermano de Herodes. No es una sorpresa, por lo tanto, que la relación de estos dos hombres fuera tensa. Sin embargo, el juicio de Jesús los unió. Debido a que Pilato reconocía la autoridad de Herodes sobre Galilea, este detuvo el sentimiento amenazante de los políticos romanos, y como ningún hombre sabía lo que debía hacer en este trance, su problema común los unió.
Veamos el perfil moral de Herodes:
La impureza de Herodes era pública y por ello Juan Bautista le reprendía públicamente. Herodes había tomado como mujer a Herodías la mujer de su hermano Filipo. Juan [El Bautista] decía a Herodes que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Además de la impureza, estaba el escándalo ante el pueblo. Juan [El Bautista] no podía callar. Herodías odiaba a Juan y tramó un plan para asesinar a Juan.
El relato que recogen los evangelios revela como aquella perversa mujer, Herodías, conocía bien la debilidad de Herodes. Prepara un banquete para su cumpleaños, correrían en abundancia las bebidas junto a la comida. Entonces la malignidad de Herodías realizó un plan realmente indigno y sorprendente: hace bailar a su hija Salomé ante Herodes y le agrada. Este en su veleidad y debilidad le dice: "Pídeme lo que quieras y te lo daré. Y le juró varias veces: Cualquier cosa que me pidas te daré, aunque sea la mitad de mi reino". El objetivo de Herodías ha sido conseguido en el momento más propicio: alcanzar dominar con un juramento a aquel hombre débil, pero que aún conservaba cierta dignidad ya que "sabiendo que (Juan) era un varón justo y santo, le protegía, y al oírlo tenía muchas dudas pero le escuchaba con gusto". Entonces la maldad de Herodías surge con toda su fuerza y dice a su hija que pida la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja. Herodes debió conmocionarse al escuchar aquella petición imprevisible en una jovencita. Su mente embotada por el banquete y las malas costumbres daría vueltas, ¿qué hacer? No debo matar a un inocente por el capricho de una niña o por la malicia de su madre, pero a su débil voluntad se presentan dos motivos realmente extraños: ha dicho un juramento y debe cumplirlo, como si se debiesen cumplir los juramentos en cosas prohibidas por la Ley de Dios; y el pensamiento de lo que pensarán los convidados le lleva a creer que le verán débil si no cumple su tonta palabra. No le importó vivir públicamente con la mujer a su hermano, ni le importa su intemperancia ante sus invitados, pero le importa el qué dirán si no asesina. Y, enviando un verdugo, el rey mandó traer su cabeza. Aquél marchó y lo decapitó en la cárcel, trajo su cabeza en una bandeja y lo entregó a la muchacha, y la muchacha la entregó a su madre[325].
Un comienzo de impureza y desvergüenza pública concluye en un acto de crueldad con sangre inocente. Este era el juez que se encontró Jesús en su enjuiciamiento. Este es el que no escuchó ni una palabra de Nuestro Señor. ¿Hubiera sido distinta la conducta de Nuestro Señor si Herodes hubiese reconocido sus pecados o al menos hubiese manifestado interés por lo que enseñaba Jesús?. Es lógico pensar que sí, pero Herodes estaba destrozado por dentro. Era un degenerado.


“EL DILEMA DE PONCIO PILATO”
Por El Contendor
Parte IV
Tomado del Seminario Bíblico Reina-Valera
Por Samuel Vila (Púlpito Cristiano)

                                               ¿QUE, PUES, HARÉ DE JESÚS?
                                                           (Mateo 27:22)

Jamás una pregunta más importante ha sido formulada por labios humanos.
1. El gran dilema de Pilato
El que la hizo era un hombre inteligente, escéptico, conocedor de muchas religiones, que había llegado a dudar de todas y de todo. Por esto, cuando aquel extraño acusado llamado Jesús le fue presentado y oye de sus labios palabras jamás oídas antes de boca de ningún reo —"Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad; todo aquel que es de la verdad, oye mi voz"—, responde burlonamente: "¿Qué cosa es verdad?" Para él no hay otra verdad que la de las conveniencias humanas; subir en la estimación del César; tener más y más poder y más dinero, esto es lo que vale. ¿No hay muchos así hoy día?
Pero en este caso se encuentra en una posición embarazo­sa; la más embarazosa de su vida. Con su perspicaz vista de juez y de político comprende que aquel acusado es justo. Su esposa se lo ha advertido (Mateo 27:19). De momento, quizá se dice: "Supersticiones de mujeres".... Pero queda un ¡quién sabe! Por esto trata de librarle, primero apelando a la compasión popular; después a la costumbre establecida de soltar un preso por la Pascua. Ambas estratagemas le salen mal y se queda con Jesús delante; aquel Jesús con quien su esposa y su conciencia le han advertido no tener que ver nada.... La sombra de aquel preso le persigue; ha intentado echarlo sobre Herodes, y allí está otra vez....        
Entonces se da la paradoja de que el juez pregunta a los acusadores: ¿Qué, pues, haré? ¿Dónde está, Pilato, la justicia y la conciencia? ¿Dónde queda tu honor de juez? ¿Para qué has estudiado jurisprudencia? ¿Para descender a preguntar a un populacho: ¿Qué haré?
El temeroso Pilato se halla entre dos aguas, teniendo por un lado el acicate de la conciencia y por el otro los fariseos con sus amenazas.... Y aquel justo le estorba.... ¡Ojala pudiera quitárselo de delante sin poner sus manos sobre El! ¡Que lo tomara el pueblo y lo apedreara! ¡Que lo hiciera ejecutar Herodes....! ¡Que él no tuviera nada que ver con este extraño caso! ¡Ojala que nunca se lo hubiesen puesto delante....; que hubiese estado ausente....!
¡Así se dice Pilato, inquieto y perturbado! Pero no, allí está, y no puede evadir la responsabilidad de juzgarle. Por esto maldice Pilato aquel aciago día, maldice a los fariseos, al pueblo y a su mala suerte, porque allí está Jesús, no desaparece de su vista. Allí está con toda su majestad, su bondad, su ternura, su justicia.... Y Pilato tiene que hacer algo: o condenarle o soltarle. Y, ¡desgraciado!, opta por el camino de la conveniencia, ahogando la voz de la conciencia y de la justicia.


2. Nuestro propio dilema
La pregunta de Pilato se repite como un eco a través de los siglos.... Se presenta a cada generación y a cada ser humano:
¿Qué haré de Jesús?
Cuando tú y yo llegamos a la vida nos encontramos con un mundo más o menos bueno o malo, con instintos propios, buenos y malos a la vez, y con un medio ambiente en el cual hemos encontrado a Jesús. El hecho histórico de Jesús, la doctrina de Jesús, que ya estaba en el mundo al nacer nosotros, se nos ha aparecido más o menos confusa o claramen­te....; más claramente desde aquel día cuando empezamos a escuchar la predicación del Evangelio. Sabíamos desde niños que existió en Judea un hombre maravilloso llamado Jesús que vivió haciendo bienes, que lo crucificaron y que resucitó, como lo declaran testigos fieles que llegaron a dar su vida por su causa. Comprendemos que tales hombres no podían ser locos todos, ni engañadores. Sabemos también que donde se predica este Evangelio de Jesús, se regeneran las almas, los hombres cambian de modo de ser.... Y el dilema que este presentó a otras mentes y corazones en siglos pasados se presenta de nuevo en nuestra mente: ¿Qué haré de Jesús?, ¿qué actitud tomaré? Nuestra conciencia personal nos dice: Es justo: el Justo por excelencia, debe ser el Hijo de Dios.... Sus hermosas doctrinas; sus ofertas de paz, perdón y vida eterna, responden a las necesidades de mi alma.... Pero en algunas cosas este Jesús y sus doctrinas se oponen a mis conveniencias...., a los bajos deseos de mi carne...., a mis intereses.... ¿Qué voy a hacer con este Jesús y su Evangelio? ¿Qué harás? No puedes decir: "No haré nada." Veamos cómo reaccionan a esta pregunta ciertos hombres. Algunos han dicho:
1) Negaré su existencia....; diré que es un mito
Este es el camino que tomó Emilio Bossi y como él, algunos otros pocos filósofos y escritores; pero esta actitud es absurda. Si existió, el negarlo no cambiará los hechos. Y que existió es evidentísimo. Su lugar en la historia está bien definido (véase Lucas 3:1-2). Estos son personajes históricos. Asimismo lo son Tácito y Suetonio, que en sus narraciones históricas, ajenas a todo interés religioso, mencionan la existencia de Jesús y el martirio de los cristianos. Nadie hubiera dado la vida por un Cristo inexistente.... Cuadrato nos habla de los enfermos que Jesús curó como vivientes en sus días.... Ireneo y Papias nos refieren sus relaciones con el apóstol San Juan....
2) Existió pero era un mero hombre
Era un hombre notable, pero no divino, alegan algunos. La fama de su divinidad se fraguó a través de los siglos. Pero esta suposición es puramente gratuita. La divinidad de Jesús es aceptada y preconizada por sus discípulos desde los primeros días del cristianismo. En el capítulo anterior hallamos la respuesta de Jesús a Caifas (Mateo 36:64-66). Si Cristo hubiese sido un mero hombre, ¿cómo hubiera levan­tado fe en su divinidad en sus mismos días? ¿Cómo demostraría su resurrección? ¿Cómo habría logrado justificar su profecía de que el Evangelio sería predicado por todas partes del mundo? (Véase anécdota El consejo de Talleyrand.) Ciertamente tienes tú más motivos para creer que Pilato y que el centurión que le crucificó, a pesar de no haber visto a Cristo con tus ojos materiales.... ¿Qué harás de Jesús?
3) No haré caso de El
Algunas personas no quieren discutir un tema que dicen ser tan complicado.... No quieren afirma ni negar.
—No sé —exclaman—. Quizá sí, quizá no. Hombres más sabios lo discuten. ¿Qué diré yo? Ni afirmo ni niego....
Pero, amigo, no puedes evadir así la cuestión. Si el Hijo de Dios, el Creador, dejó su gloria, padeció y murió por ti, no puedes dejar de hacer caso de semejante hecho. Es la más terrible ofensa que puedes inferirle. Es ingratitud, desdén, desprecio, del amor más grande inmerecido y sublime que ha visto el Universo. No hacer caso es declararte su enemigo.... Es lo que quería hacer Pilato, evadir la cuestión; pero no lo logró.
4) Le relegaré a un Salvador de reserva
Esta es la actitud, aparentemente un poco más plausible, que tratan de tomar algunos frente al gran dilema. No se atreven a negar, tampoco a rechazar, pero temen las consecuencias de tomar una actitud decidida. Llegan a estar persua­didos de que Jesús es real y divino; de que es su Salvador y de que lo necesitan. Pero no les conviene dilucidar el asunto demasiado pronto.
—Lo aceptaré —dicen— en el momento que me interese. Sus doctrinas son demasiado puras, demasiado justas para comprometerme con ellas ahora. Prefiero el mundo a Cristo. Cuando no tenga recurso alguno para continuar "viviendo" "mi vida", entonces me acordaré de El y lo aceptaré.
¿Es esto lo que piensas hacer con Cristo? (Véase anécdota Moody y el incendio de Chicago u otras apropiadas.)
5) Lo aceptaré, lo amaré y lo serviré
Esta es la mejor actitud; la que han tomado muchos, y están tomando aquellos que tienen en verdadero aprecio el porvenir eterno de sus almas. Mirando de frente y sin excusas el gloriosísimo hecho de la venida de Cristo a este mundo dicen:
Si tú eres Jesús, el Mesías prometido....
Si eres el Redentor indispensable para una humanidad pecadora, de tal modo que no fue posible al Padre celestial librarte de la muerte....
Si eres el Hijo de Dios que has de venir a juzgar a los hombres....
Si eres el hombre-Dios, perfecto, el único y supremo modelo....
No puedo, ni quiero hacer otra cosa, con tu Divina persona, que fue entregada por mis delitos y resucitada para mi justificación, que aceptarte y amarte como Tú me has amado. 

3. La pregunta invertida
Algún día el que fue humilde y despreciado Redentor de los hombres, será el Juez de vivos y muertos. Y la misma pregunta será repetida a la inversa, siendo tú el reo ante su majestad. Algún día El tendrá que decir acerca de ti lo que tú, indispensablemente, tienes que preguntarte hoy acerca de El. ¿Qué haré de esta alma pecadora? ¿Cómo he de sellar su destino? Pero la respuesta no está en su arbitrio, sino al tuyo. Su decisión depende enteramente de la tuya.

ANÉCDOTAS
EL CONSEJO DE TALLEYRAND
Un racionalista francés, inventor de la llamada "Religión Natural", se quejaba al conocido ministro Talleyrand del poco éxito que había tenido su religión, a pesar de haber escogido para la misma la mejor ética contenida en el cristianismo y en otras religiones, y le pidió consejo sobre el mejor modo de acreditarla.
—Es muy sencillo —replicó Talleyrand—. Haga usted unos cuantos milagros aquí en París y en otras ciudades de Francia; después, déjese crucificar, resucite al cabo de tres días, y verá usted cómo muchas personas creerán en su religión.

MOODY Y EL INCENDIO DE CHICAGO
En 1871 prediqué en Chicago una serie de sermones sobre la vida de Cristo, durante cinco noches. El último serón era sobre el tema "¿Qué haré con Jesús?", y creo que cometí uno de los mayores errores de mi vida. Era una noche de octubre, y escuché que pasaban las maquinas del cuerpo de bomberos, pero no hice mucho caso, ya que a menudo oíamos las campanas que anunciaban la existencia de un incendio. Cuando terminé de predicar le dije al auditorio:
—Quiero que llevéis la pregunta a vuestras casas; que penséis sobre ella y que el domingo que viene me digáis qué vais a hacer con Cristo
¡Qué error! Nunca más he dicho una cosa así.
En aquellos momentos se estaba iniciando el gran incendio de Chicago, en el que perecieron centenares de víctimas.
Recuerdo que Sankey cantaba:
"Hoy   llama   el   Salvador.
Acude a El.
Cae la tormenta
Y está cerca la muerte."
Y así fue de un modo particular en aquella ocasión. Después del culto me fui a casa. A la una de la mañana se quemó el local donde habíamos estado reunidos y no hubo oportunidad de volver a predicar a los supervivientes de la catástrofe. Muchas almas pasaron sin Cristo a la eternidad.

                        Fin de “EL DILEMA DE PILATO”