LA FE: EL DON DE DIOS
26 “Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues,
podrá ser salvo?
27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, más
para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.” (Marcos
10:26-27)
Esas fueron las palabras de Jesús cuando aquel joven rico
se acercó a él preguntándole que debía hacer para heredar la vida eterna
confiado de guardar a la perfección la ley. Luego de enumerarle los mandamientos,
Jesús le pide que venda todo lo que tiene y lo de a los pobres. El joven se va
entristecido tras la respuesta del Señor. ¿Qué sucedió? Tristemente el muchacho
se dio cuenta de que su corazón albergaba una profunda codicia, que no era
capaz de guardar la ley a la perfección, y que por tal motivo su fe en sus
buenas obras se resquebrajaba como un lienzo viejo. Pero más triste aun fue el
hecho de su decisión: prefirió irse y seguir su camino, su vida, y sus
pensamientos, como si jamás hubiese sucedido nada. Fue la triste decisión que (al
menos hasta donde la biblia nos revela) toma una persona que teniendo la
posibilidad de reconocer que solo Cristo puede salvarle, y no sus obras ni su
riqueza, da la espalda a esta verdad y prefiere sumergirse por completo en su perdición.
La verdad más poderosa de este pasaje (V 27) es la que ya
habíamos explicado en el capítulo anterior de este estudio: lo que el hombre está
completamente imposibilitado de hacer es justamente lo que Cristo vino hacer al
mundo en lugar de los hombres. Solo el Todo Poderoso Dios podía salvar al
finito, impotente, limitado y perdido ser humano.
Lo que nos concierne en este capítulo será la fe. Hemos
ya hablado del pecado, de la santidad de Dios, de la gracia de Dios, y ahora es
de vital importancia poder entender que es la fe cuando la biblia se refiere a
fe, y que parte tiene la fe en la salvación por gracia que dios regala
gratuitamente. Y para ello voy a encabezar este tópico con el siguiente versículo:
“8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios;
9 no por obras, para que nadie se gloríe.
10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”
(Efesios 2:8-10)
Si el lector ha venido siguiendo este estudio desde sus
comienzos entonces ya deben existir términos y conceptos familiares para él. De
modo que cuando lee: “por gracia sois salvos” sabe que se está refiriendo a una
salvación gratuita que Dios le está ofreciendo a todo el mundo. Sin embargo, es
muy bueno que el propio pasaje aclare en el V9 “no por obras, para que nadie se
gloríe” y mucho mejor aún es entender cuál es la parte que tienen las buenas
obras en la vida de quien ha sido salvado por la gracia de Dios: “creados en
Cristo Jesús PARA buenas obras (…) PARA que anduviésemos en ellas”
Resalto la palabra PARA ya que es de vital importancia
para poder entender el sentido del texto: que sitúa las obras como una
consecuencia directa de lo que Dios ha hecho en el alma de una persona. En palabras
muy simples: no podría uno pretender que Dios salve a un ser humano de la
condena de sus pecados y que esta persona no manifieste ningún cambio en su carácter,
animo, humor, costumbres, pensamientos y acciones. Si a una persona le
estuvieran dando el mayor regalo de su vida es muy probable que esta persona no
vuelva a ser la misma nunca más, en función del simple hecho de que un regalo
de semejante proporción provoca una huella imborrable.
Aun con todo, existe un término que aún no explicamos: LA
FE.
¿Qué es la fe? ¿Para qué sirve la fe? ¿Qué tiene que ver
la fe, con la gracia (concepto que ya conocemos)?
Lo primero que nos puede decir este pasaje respecto de la
fe, es que la fe es un medio, un instrumento que tiene una finalidad. (POR
MEDIO de la fe).
Lo segundo que este pasaje nos dice sobre la fe es que
ésta no es algo que nosotros pudiéramos alcanzar, producir, o ganar de alguna
manera, sino que la establece como un don de Dios. Es decir, al igual que la salvación:
es algo que Dios da al hombre, de manera gratuita: “…Y esto no de vosotros,
pues es don de Dios…”.
Como todo regalo, al ser la fe un don que se da de forma
gratuita y determinado al libre albedrio de aquel a quien se le ofrece también puede
rechazarse. Siendo tal el caso, le hare una pregunta al lector antes de explicar
para qué sirve la fe. Pregunta la cual el lector podrá volver a hacerse y podrá
también volver a chequear los pasajes
que la responden luego de que estudiemos para qué sirve la fe. La comprensión bíblica
del concepto de fe le dará al lector una perspectiva mucho más profunda de lo
que le sucedió al joven rico del pasaje con el que comenzamos este capítulo. La
pregunta que formulare es la siguiente: ¿En qué tenía puesta su fe el joven
rico?
La respuesta la da el mismo Jesús:
24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo,
volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a
los que confían en las riquezas!
25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar
un rico en el reino de Dios. (Marcos 10:24-25)
Ahora vamos a tener una primera explicación bíblica de
para qué sirve la fe:
6 Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de
Abraham.
8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a
los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán
benditas todas las naciones.
9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.
10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo
maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas
las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente,
porque: El justo por la fe vivirá;
12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas
vivirá por ellas.
13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero,
14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los
gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de
hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.
16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente.
No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu
simiente, la cual es Cristo.
17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para
con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la
promesa.
18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham
mediante la promesa. (Gálatas 3:6-18)
Finalmente llegamos al punto de interés en
el que la pregunta es resuelta: “Y la Escritura, previendo que
Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena
nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.”
El apóstol Pablo explica aquí para qué sirve la fe, y lo
hace haciendo referencia a un hecho de transcendencia suprema en el relato bíblico,
que es el momento en que Dios promete a Abraham, no solamente la herencia de la
tierra prometida, sino la salvación misma, no solo de los judíos sino de todo
el mundo al decir: “en ti serán benditas TODAS las naciones”
La fe, regalo de Dios, dado a los hombres como un
instrumento sirve específicamente para justificar al hombre, esto es,
declararlo justo. Para que el hombre pueda ser declarado justo debe ser
limpiado completamente de todos sus pecados. ¿Cómo sucede esto? La explicación está
en el significado más intrínseco del concepto fe, es decir: confiar, poner su
confianza en algo. Por ejemplo: cuando una persona se sienta sobre una silla,
no se pone previamente a revisarla para saber si ésta soportara su peso y lo podrá
sostener, a menos claro está, que desconfíe de la capacidad de la silla para
sostenerle. Cuando usted se sienta sobre la silla sin cuestionarse la capacidad
de esta para sostenerle es porque confía plenamente en que la silla servirá a
tal propósito. Eso, en fines prácticos, es ejercer fe, depositar confianza, en
algo.
Con este pequeño ejemplo práctico en mente ahora podemos
entender el concepto que el apóstol explica: entonces si el hombre es
justificado por la fe (y así Dios lo planeo y estableció desde un principio
incluso cuatrocientos treinta años antes de dar a Moisés la ley) Esto significa
que para poder alcanzar la salvación que Dios ofrece gratuitamente, hay que
depositar nuestra confianza en que ALGUIEN, tiene en su obra y en su persona el
poder para salvarnos. ¿Se imagina usted quien es ese ALGUIEN? ¿Qué sucedería si
una persona pone su confianza en que alguna cosa diferente de ese ALGUIEN,
puede salvarle? ¿Le servirá su fe en ello?
Todos ejercemos fe sobre algo, pero, esa confianza, no tendrá
más poder ni utilidad para salvarnos que el objeto sobre el cual la
depositemos. Si el lector ha venido siguiendo este estudio hasta aquí podrá entender
con facilidad que quien está CONFIANDO en que sus buenas acciones, guardar la
ley, o sus propios méritos van a ser los que le hagan acreedor de la salvación,
se podrá imaginar que su objeto de fe, aquello sobre lo que está depositando su
confianza ha de ser como una silla rota, sobre la cual uno se sienta y se hace
mil pedazos estrellándose contra el suelo. Y si aún le queda alguna duda,
dejemos que el propio texto bíblico se lo explique:
10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo
maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas
las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
¿Cumple usted con todas las obras que exige la ley de
manera absoluta y perfecta?
11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente,
porque: El justo por la fe vivirá;
12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas
vivirá por ellas.
Como explicamos en los capítulos pasados de este
estudio, si usted no es perfecto “nivel Dios” entonces la salvación está
completamente fuera de su alcance. Y como “no hay justo ni siquiera uno” (Ro.
3:10) está bastante claro que poner nuestra confianza para salvarnos en cumplir
la ley y ser buenos, es poner nuestra confianza en el lugar equivocado. Por eso
dice el apóstol que todos los que DEPENDEN de las obras de la ley están bajo maldición.
¿Qué maldición? Se preguntará usted. Pues la misma maldición de la que hemos
hablado en los capítulos anteriores, aquella maldición que Dios promulgo contra
todo el que transgreda su ley, la misma maldición que recayó sobre Adán, y la
misma que recae para todos los hombres: “la paga del pecado es la muerte” (Ro 6:23).
Todos nacemos malditos porque todos pecamos y nacemos pecadores, y bajo esa maldición
estamos hasta el día que Dios nos salva. Pero la salvación de Dios solo es
alcanzada POR MEDIO de la fe.
Ahora bien, otra pregunta más se abre aquí: si la
fe solo puede servir de medio para alcanzar la salvación cuando es puesta sobre
el objeto correcto, ¿en qué deberíamos poner nuestra confianza para ser
salvados? O dicho de una manera más clara: ¿En qué o en quien debemos confiar
de que tenga el suficiente poder, justicia, y misericordia por nosotros, y nos
salvara del castigo que nuestros pecados merecen? ¿Qué o Quién será nuestro
salvador? La pregunta vuelve a ser respondida en el mismo texto y de una manera
explícita: 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero…”
Hace poco más de 2000 años aquella promesa que Dios
le hizo a Abraham se paró sobre este mundo, camino entre nosotros, sufrió
nuestros dolores y cargó con nuestras enfermedades. Lloro como uno de nosotros,
se entristeció y sintió cansancio, sed, hambre. Hace poco más de 2000 años ese
bendito ser, Dios hecho como uno de nosotros, el Señor Jesucristo cumplió de
manera perfecta la ley siendo el justo, sin mancha, sin pecado y en lugar de
los injustos, ese bendito ser fue azotado, crucificado, traspasado y muerto,
cargando sobre sí mismo la maldición de nosotros, los malditos, para que
nosotros siendo los merecedores de la maldición a causa de nuestros pecados, fuésemos
perdonados, limpiados y declarados gratuitamente justos delante de Dios. La fe
de la que el apóstol Pablo habla aquí en Gálatas es la confianza que una
persona pone en este ser bendito, en ese sacrificio. La fe mediante la cual
recibimos el regalo de la salvación se resume simplemente en darse cuenta que
esta pedido y entender que no importa lo que usted haga, no importa quién sea y
lo que haya sido, sea o piense ser, ni cuan miserable sea su condición y su
impotencia, ese sacrificio bendito que el señor Jesucristo hizo, es la paga
absoluta y completa por la suma de todos los pecados de su vida entera desde el
día que ha nacido hasta el día en que usted muera. Si una persona confía en que
Jesucristo es quien le salva porque Jesucristo es quien cumplió la ley, sufrió
sobre sí mismo la condena de esa ley, y resucito para vencer la muerte que esa
ley sentenciaba, tal persona es salvada, y lo es desde el mismo instante en el
que pone toda su confianza en el Señor.
En el cierre de este capítulo de este estudio le dejo
nuevamente con la pregunta clave: ¿en qué piensa usted que estaba confiando
el joven rico?