EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



lunes, 29 de febrero de 2016

EL MESÍAS (Parte IV)


JESUCRISTO DIOS

"Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna." (1Juan 5:20)


En nuestro último post habíamos hablado sobre la necesidad que la propia ley de Dios exigía de que el Mesías que Él enviase para redimir a la humanidad, debía ser un salvador 100% humano. Alguien que tomase el lugar de Adán y cumpliese la ley de manera perfecta como un sustituto y representante único de todos los hombres que habían fallado, y aun fallan en cumplir a la perfección la ley de Dios. Hablamos también sobre la necesidad de que ese mesías fuese humano porque un hombre era quien debía pagar el castigo que la propia ley exigía por el pecado de todos los hombres. Debía ser hombre para poder representar a los hombres.

Sin embargo, hay una pregunta que aun debemos hacernos respecto de la naturaleza del Mesías que la propia ley de Dios exige, y es la pregunta que abarcaremos en este post. ¿Puede un hombre ser perfecto? ¿Por qué hacemos esta pregunta? Es muy obvio: “vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo” (Levítico 11:44; 1Pedro 1:15-16; Levítico 19:2)

En los pasajes antes citados la ley es clara exigiéndole al hombre no un poco de santidad, no hacer las cosas más o menos acorde a lo que Dios pide, sino que su exigencia es “ser santos en toda nuestra manera de vivir” Dios menciona en todos aquellos pasajes su propia santidad, como la vara con la que debemos medir nuestra vida. Él está exigiéndonos su perfección.

En nuestra serie anterior de post (titulada: “La condena por la ley, la salvación por la gracia”) habíamos citado y analizado ya el pasaje del encuentro que Jesús tiene con el joven rico (puede ver el post en este link: http://elcontendor.blogspot.com.ar/2015/10/la-condena-por-la-ley-la-salvacion-por.html)

Hoy vamos a volver a traer este pasaje al análisis, porque pone en evidencia de manera practica el motivo por el cual era necesario que Jesucristo, el Mesías, no solo fuese 100% hombre, sino que fuese también 100% Dios, llevando en sí mismo una doble naturaleza absoluta tanto en humanidad como en divinidad.

Muchas son las religiones y creencias detractoras de la divinidad de Cristo alrededor del mundo. Y muchos son los pasajes explícitos en la biblia que los refutan y ponen de manifiesto sus herejías, sin embargo, muy pocos son los que se detienen a pensar y buscar en la biblia la explicación manifiesta en hechos y en la práctica de por qué Jesucristo, el Mesías que Dios Padre envió al mundo, es en sí mismo Dios y hombre a la vez y de manera absoluta y completa.

Eclesiastes 7:20 ya pone de manifiesto la realidad de la condición humana de todos los hombres: “ Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.”

Y otros pasajes como Romanos 3:10-12 siguen en la misma línea:

“Como está escrito:
   No hay justo, ni aun uno;

11 No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.

12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”

La pregunta que desprende esta realidad enunciada por la biblia es obvia: ¿si el Mesías vino para poder imputarnos una justicia que no podemos alcanzar, y para hacerlo debía ser 100% hombre, pero la propia Biblia revela que ningún hombre puede alcanzar esa perfección por sí mismo, entonces como es posible que el Mesías, 100% hombre, que Dios envió pudiera tener en sí mismo esa santidad perfecta la cual nos debe ser imputada en calidad de representados por él? En términos más sencillos: si todos los hombres son pecadores, y no hay ni siquiera un solo justo, como fue posible que Jesucristo siendo hombre, fuese perfecto como Dios es perfecto? Vamos a dejar que el pasaje del encuentro entre el Señor y el joven rico responda a este gran interrogante:



17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.

19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.

20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.

21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.

22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!

25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.

26 Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?

27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, más para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios. (Marcos 10:17-27)



Un pasaje que muchos detractores de la divinidad de Cristo han usado a lo largo de los siglos para afirmar su postura, es curiosamente el pasaje que la afirma. Desde luego uno puede hacerle decir a cualquier libro (y la biblia no es la excepción) lo que uno quiera si se lo descontextualiza permanentemente. Quienes niegan la divinidad de Cristo suelen afirmar que en el verso 18 Jesús está negando su propia divinidad y poniéndose a la par del común de los hombres llenos de pecado considerándose a sí mismo como pecador. Desde luego, esta forma de interpretarlo solo es posible si luego de leer este pasaje se cierra la biblia allí mismo y no se lee absolutamente nada más. Sin embargo la verdad encerrada en todo el contexto es sumamente profunda y muy detallada y comienza a partir del Verso 19: Jesús enumera todos los mandamientos y en el v. 20 el joven rico responde diciendo que que todos esos mandamientos ha guardado desde su juventud. La posición del muchacho aquí es muy obvia: es la de una persona que se llega al Mesías sin conocerle y que cree francamente que es lo suficientemente bueno como para heredar la vida eterna. Probablemente este joven buscaba la aprobación por parte de Jesús confiando en la seguridad que le brindaba saberse un muy buen hacedor de la ley. Como aquel cliché que la mayoría usamos al decir: “yo soy una buena persona, no robo, no mato, no le hago daño a nadie etc…”

Sin embargo Jesús al responderle quiso enseñarle a este orgulloso muchacho, que no era tan bueno como el pensaba. El Joven se estaba midiendo con una vara humana, y el problema con las varas humanas es que se quedan infinitamente cortas al lado de la vara divina. El joven llega a Jesús llamándolo “maestro bueno” y Jesús le responde diciéndole: “¿Por qué me llamas bueno, ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios” y le responde así porque es evidente que el joven rico no tenía idea de lo que significaba la palabra “bueno” ya que para el ser bueno era cumplir con los mandamientos que el cumplía, y tener la altura de la vara con la que él se estaba midiendo. Jesús entonces debía derrumbar la percepción que este joven tenía de sí mismo y sus conceptos de bondad” y desde luego para hacerlo utilizo la propia ley que el joven creía guardar tan celosamente.

El apóstol pablo escribe en Romanos 7:7 “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”

Esa es precisamente la condición en la que se encontraba el joven rico. Una condición en la cual el estaba ciego y no podía ver su propia codicia. Y sabiendo Jesús esto uso la ley que tal como explica el apóstol pablo sirvió para demostrarle su codicia:

21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.”

Eh aquí probablemente una de las mejores predicaciones del evangelio que se hayan visto en toda la historia. El propio Señor Jesús conociendo que la ley dice: “no codiciaras” y conociendo el corazón codicioso del joven, lo puso a prueba, no para conocer su naturaleza, porque él ya la conocía, sino para que el propio muchacho se diera cuenta lo que el en verdad era. Una cosa le faltaba por cumplir de toda esa ley, y era ese mandamiento! Lo magnifico de la predicación del Señor fue la manera en la que se lo mostró; él podría haberle dicho: “no cumples toda la ley, eres codicioso” pero en vez de acusarlo de manera directa el dejo que sus propias obras le delaten a si mismo que él había fallado en su intento por heredar la vida eterna cumpliendo toda la ley. Vemos que el v. 21 dice que Jesús, mirándole, le amo. Esto es, le tuvo compasión. Este muchacho acababa de llamarle bueno a Jesús sin siquiera tener una idea de lo perfecto que se debe ser para poder ser “bueno” y él se creía bueno, y no lo era. La reacción ante tal respuesta por parte del Señor fue muy asombrosa igualmente: 22 “Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.”

Al dirigirse a sus discípulos, que estaban observando toda la situación, Jesús les enseña algo crucial sobre la salvación: la fe no tiene ningún valor si se deposita sobre el objeto inadecuado. Y justamente lo que estaba sucediendo con este joven rico, es que el confiaba más en sus riquezas las cuales no estuvo dispuesto a abandonar, y en su propia moral medida con su vara humana, que en la persona de Jesucristo. Este joven rico no confiaba en el Señor como su Mesías, su salvador, confiaba en si mismo, en lo que había obtenido, y en lo “bueno” que él era, y lo más triste es que hasta donde la biblia nos cuenta, el decidió seguir pensando de la misma manera, y “se fue triste, porque tenía muchas posesiones”

Jesús enseña esto a sus discípulos entonces diciéndoles:



23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!



Lo interesante del V.24 es que sus discípulos se asombran probablemente porque no entendieron aun lo que Jesús estaba enseñándoles. El problema no estaba en tener muchas riquezas, las riquezas como un bien material son algo neutro, no es malo tenerlas. El problema estaba en aquello sobre lo que se deposita la fe, el problema era confiar en las riquezas antes que en Dios. Y por eso en el V.24 Jesús habla sobre un problema de fe, y dice: “¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!”

Y en el V. 25 Jesús incluso pone de manifiesto que existe un problema general en el hombre cuando éste tiene muchas posesiones. Hay una propensión, una debilidad muy humana a caer cegado por el pecado de la codicia y la vanagloria de la vida y por eso Jesús dice: 25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.

26 Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?

La pregunta final de los discípulos es la que lleva a una de las respuestas más contundentes acerca de la deidad de Jesucristo: 27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, más para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.”

En Lucas 10:19 Jesús dice respecto de sí mismo: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

Y aquí en este pasaje de Marcos él nos enseña que es imposible para los hombres poder alcanzar la salvación, y si uno lo entiende en su contexto, esto es imposible, porque es imposible para los hombres ser bueno como Dios es bueno. La santidad que Dios demanda en su ley es una medida de una vara que el hombre jamás podrá alcanzar por sus medios. La única manera de poder ser perfectos es que un ser perfecto nos impute de manera judicial y sustitutiva (o vicaria) su perfección. Jesús interpeló al joven rico preguntándole “por qué me llamas bueno” para poner de manifiesto que el muchacho estaba hablando de cosas que ni siquiera entendía. Todo el contexto del pasaje y todo el contexto bíblico nos demuestra que Jesús en ese pasaje no estaba negando su deidad sino más bien mostrándole al muchacho que él no entendía siquiera las palabras que estaba usando porque estaba completamente ciego, creía guardar de manera una ley perfecta que a las buenas y a las claras estaba muy lejos de poder cumplir a la perfección, y le llamaba bueno a Cristo sin siquiera poder reconocerle y confiar en el cómo su mesías. El joven rico no entendía que si le llamaba bueno, lo estaba reconociendo como Dios, y si lo estaba reconociendo como Dios debía confiar en él, en vez de sus riquezas, y es por esa razón que inmediatamente después de hacerle esa pregunta él le menciona los mandamientos de la ley para demostrarle que hablaba lo que no entendía y creía de sí mismo una mentira con la cual se estaba auto engañando. Finalmente Jesús termina afirmando que si para el hombre es imposible salvarse a sí mismo, esto no es así para Dios, porque para Dios todo es posible.

La conclusión más obvia es que si Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, entonces Jesucristo tiene que ser 100% Dios para poder hacer esto. Porque solo Dios puede salvar al hombre. En esta misma línea lógica dice Isaías 43:11 “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve.” Si solo Dios puede salvar y no hay nadie que salve fuera de él, entonces Jesucristo es Dios. Y así de contundente lo revela Hechos 4:11-12:

11 Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.

12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”

Si Jesús no fuese Dios, no podría la Biblia afirmar que solo Dios y nadie fuera de Dios puede salvar.

Así como estos, existen en la biblia infinidad de pasajes explícitos y correlativos que demuestran no solo la evidente realidad de la divinidad de Cristo, sino también el por qué, de esa condición: Solo Dios podía salvar al hombre y por tanto solo Dios podía ser el Mesías de toda la humanidad.

Sin duda alguna volvemos a afirmar la verdad del pasaje con el que encabezamos este post: Jesús es el verdadero Dios, y la vida eterna.

lunes, 25 de enero de 2016

EL MESÍAS (Parte III)


JESUCRISTO HOMBRE

“Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” (Mateo 18:11)

“Hijo del hombre” era el termino favorito de Jesús para describir su propia naturaleza humana e identificarse con nosotros, aquellos a quienes el venía a salvar.

En el último post de este blog uno de los temas sobre el que hicimos principal hincapié fue la deidad del Mesías. Aquel Dios todopoderoso que no estimando ser igual a Dios como cosa a que aferrarse (Filipenses 2:6-8) despojándose a sí mismo viene al mundo en condición de hombre, sufriendo nuestros dolores y padeciendo nuestras enfermedades para llegar en última instancia a la cruz, aquel momento crucial en la historia de la humanidad en la que Dios mismo carga con el castigo que su propia ley sentenciaba sobre todos los hombres pecadores, para eximir por gracia a todos los pecadores de aquella deuda y de aquella sentencia.

Durante siglos, y hasta la actualidad, se ha entrado en una inagotable controversia a propósito de la naturaleza de Jesucristo. Religiones y denominaciones a lo largo y ancho del mundo han pujado en favor de dos ideas que siempre postuladas desde sus puntos de vista han quedado contrapuestas: algunos estiman que Jesucristo es 100% hombre; Otros 100% Dios. Los partidarios de la sola humanidad de Jesucristo en dicha pugna doctrinal han convertido los dos conceptos en mutuamente excluyentes. Muchos judíos, todo el mundo musulmán, gran parte de las religiones del lejano oriente, que reconocen la existencia de Jesucristo como figura histórica, y algunas denominaciones dentro del mundo occidental cristiano, admiten la completa humanidad de Jesucristo. Algunos como profeta, otros como mensajero, iluminado, maestro e inclusive como “líder y/o fundador religioso, pero niegan acérrimamente la legitimidad del hecho de que en Jesucristo conviva con esa naturaleza humana, una naturaleza divina. Otras versiones menos populares, y menos extendidas le asignan a Jesucristo una jerarquía espiritual semejante a la de un ángel, pero continuando en negación directa con la idea ultima en la cual Jesucristo fuese Dios mismo encarnado como figura en Juan 1.

Durante este, y el próximo capítulo de esta serie de post vamos a estar tratando los aspectos y fundamentos más sólidos que podemos encontrar en la biblia que nos enseñan la naturaleza del Mesías. ¿Quién es él? ¿Es solo Dios? ¿Es solo hombre?

Si el lector ha comenzado estos post y viene siguiéndonos, al menos desde el anterior, (caso contrario le recomiendo que lea el post del pasado 25 de diciembre) ya sabe que hicimos aquí una primera aproximación al tema hablando de la “encarnación del verbo” y muchos pasajes más donde se hace clara referencia a la necesidad de que fuese Dios mismo el que tuviera que bajar al mundo para poder ejecutar su propio plan de salvación para el hombre pecador.

Sin embargo trataremos nuevamente este aspecto más en profundidad en el próximo post.

Por hoy, abarcaremos la humanidad de Jesucristo.

El Mesías es humano, es hombre, de carne y hueso. No lo afirmamos en El Contendor, ésta no es ninguna apreciación subjetiva y personal, pero si nos hacemos eco de lo que de manera explícita revela y afirma la biblia, y la evidencia histórica con la que prácticamente ningún ser humano en el mundo tiene problemas en admitir. Y es que está tan históricamente documentado el hecho de la existencia de Jesucristo que es demasiado ingenuo negarlo como realidad histórica, tanto así que gran parte del mundo ateo tampoco tiene problemas en admitirlo. Por supuesto, ellos no lo tienen porque no les significa ningún problema ni prejuicio ético o moral el creer que hace dos mil años alguien llamado Jesús de Nazaret “haya fundado” uno de los dos credos religiosos más grandes del mundo. Para ellos es solo cuestión histórica pues todo lo demás, es solo religión. Y por supuesto, esta forma de abordar el hecho también les exime (impide) la comprensión de la necesidad lógica y legal de la completa humanidad del Salvador en el plan de Dios para salvar al hombre. Y es justamente este el punto que trataremos aquí.

La Biblia no nos revela que el Mesías era un hombre de carne y hueso y punto. Abordarlo entendiéndolo en los términos de que “es así, porque la biblia lo dice” ya es apartarse de lo que en realidad la biblia dice. La biblia no parte de un dogma de fe, aunque la humanidad de Jesucristo también es un dogma de fe (según la comprensión doctrinal de muchos credos religiosos), sino de una realidad completamente lógica y comprensible a la mente de cualquier mortal. ¿Cuál es el mecanismo lógico y legal por el cual el plan de Dios requería que el Mesías fuese completamente humano? Lo explica el apóstol Pablo en su epístola a los romanos:

12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.

14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.

15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.

16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación.

17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.

18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.

19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;

21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro. (Romanos 5:12-21)



La evidencia y la explicación más explícita de por qué era necesario que el Salvador del hombre fuese un hombre están en el V. 19. También el V. 14 arroja mucha luz al asunto diciendo que: Adán era “figura” del que había de venir.

Adán fue el primer hombre, creado por Dios, fue el primogénito, de todo el inmenso género humano. Pero Adán desobedeció a Dios, ese fue su pecado. Le problema con ello es que Adán fue la puerta de entrada del pecado a todos los hombres, pues la naturaleza del pecado es tal como la de un virus que una vez infectada una víctima, se disemina por toda una raza, naturaleza bien descripta en el V 12, y comprobada en la realidad diaria: el pecado domina al mundo, y ninguno puede decir que no ha pecado jamás (Romanos 3:9-20)

¿Por qué se diseminó el pecado? El V. 19 de este capítulo 5 de Romanos nos muestra la realidad de que Adán obraba, como padre humano de todos los hombres, en representación de ellos cuando dice: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores…”

Desde luego esto no exime de responsabilidad propia a cada hombre por sus propios pecados, ya que cada uno es condenado por sus propios pecados y no por el pecado de Adán (Deuteronomio 24:16; 2Reyes 14:6; 2Cronicas 25:4) Y esto es así porque justamente la transgresión de Adán cuya culpa es única e intransferible según la justicia de Dios, fue la de desobedecer siendo el representante y padre humano de todos los hombres, y solo él es culpable y digno de condena por ese pecado, pero a la vez ese pecado repercutió en todos y cada uno de los descendientes de Adán hasta llegar a nosotros mismos, de modo que todos nosotros pecamos contra Dios y somos únicos culpables de esos pecados. De este modo nadie puede culpar a Adán por lo que uno mismo ha hecho, pero, era necesario según esta misma lógica que quien Dios enviara a salvar al hombre fuese legitimo representante de todos los hombres, de la misma manera que lo era Adán para que por esta misma lógica la salvación abarcara a todos los hombres. Sin esa posición, habría sido legalmente imposible que un Mesías no humano pueda actuar en representación de los humanos. El Mesías debía ser un hombre sujeto a las mismas tentaciones enfermedades y condiciones que enfrentaba el hombre, pero que fuera capaz de salir victorioso, intachable, perfecto en santidad (o sea: justo) aspecto en el cual el representante inicial de todos los hombres falló. Por eso el V. 18 dice: “por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.”

Y por eso también dice 1Pedro 2:22 “el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca”

El carácter del Mesías como sustituto del hombre no solo se limita entonces a ser los hombros de aquel sobre el que recae la condena que debía recaer sobre los que la merecían, sino también a ser aquel hombre que vivió en perfección y cumplió la ley que cada hombre desde Adán hasta nosotros mismos, ha fallado en cumplir, para que en términos legales nos fuera imputada su propia justicia.

Y en este mismo sentido 1Corintios 15:45 nos muestra de modo explícito el carácter sustituto de Cristo como representante de todos los hombres, llamándolo: “postrer” (o segundo) Adán”: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.”

Adán es alma viviente, aquel que tiene vida, hasta que peca y pesa sobre él y su descendencia la muerte, y entonces el Segundo Adán, Cristo,  es espíritu vivificante, esto es, espíritu que otorga vida a aquellos que no la tienen, que es el sentido de la diferenciación que hace el texto entre las palabras viviente y vivificante.

Cerramos con un último pasaje que reafirma de manera directa esta bendita verdad acerca de la gracia de Dios, que nos ha dado un salvador que puede mediar entre nosotros y Dios Padre, porque él es carne como nosotros, pero sin pecado, sin mancha ni contaminación.

Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,

el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. (1Timoteo 2:3-6)