JESUCRISTO DIOS
"Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado
entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en
su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna." (1Juan 5:20)
En nuestro último post habíamos hablado sobre la
necesidad que la propia ley de Dios exigía de que el Mesías que Él enviase para
redimir a la humanidad, debía ser un salvador 100% humano. Alguien que tomase
el lugar de Adán y cumpliese la ley de manera perfecta como un sustituto y
representante único de todos los hombres que habían fallado, y aun fallan en
cumplir a la perfección la ley de Dios. Hablamos también sobre la necesidad de
que ese mesías fuese humano porque un hombre era quien debía pagar el castigo
que la propia ley exigía por el pecado de todos los hombres. Debía ser hombre
para poder representar a los hombres.
Sin embargo, hay una pregunta que aun debemos hacernos
respecto de la naturaleza del Mesías que la propia ley de Dios exige, y es la
pregunta que abarcaremos en este post. ¿Puede un hombre ser perfecto? ¿Por qué hacemos
esta pregunta? Es muy obvio: “vosotros por tanto os
santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo” (Levítico 11:44;
1Pedro 1:15-16; Levítico 19:2)
En los pasajes antes citados la ley es
clara exigiéndole al hombre no un poco de santidad, no hacer las cosas más o
menos acorde a lo que Dios pide, sino que su exigencia es “ser santos en toda
nuestra manera de vivir” Dios menciona en todos aquellos pasajes su propia
santidad, como la vara con la que debemos medir nuestra vida. Él está exigiéndonos
su perfección.
En nuestra serie anterior de post
(titulada: “La condena por la ley, la salvación por la gracia”) habíamos citado
y analizado ya el pasaje del encuentro que Jesús tiene con el joven rico (puede
ver el post en este link: http://elcontendor.blogspot.com.ar/2015/10/la-condena-por-la-ley-la-salvacion-por.html)
Hoy vamos a volver a traer este pasaje al análisis,
porque pone en evidencia de manera practica el motivo por el cual era necesario
que Jesucristo, el Mesías, no solo fuese 100% hombre, sino que fuese también 100%
Dios, llevando en sí mismo una doble naturaleza absoluta tanto en humanidad como
en divinidad.
Muchas son las religiones y creencias detractoras de la
divinidad de Cristo alrededor del mundo. Y muchos son los pasajes explícitos en
la biblia que los refutan y ponen de manifiesto sus herejías, sin embargo, muy
pocos son los que se detienen a pensar y buscar en la biblia la explicación manifiesta
en hechos y en la práctica de por qué Jesucristo, el Mesías que Dios Padre envió
al mundo, es en sí mismo Dios y hombre a la vez y de manera absoluta y
completa.
Eclesiastes 7:20 ya pone de manifiesto la realidad de la condición
humana de todos los hombres: “ Ciertamente no
hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.”
Y otros pasajes como
Romanos 3:10-12 siguen en la misma línea:
“Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien
entienda,
No hay quien busque a Dios.
No hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron, a
una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”
La pregunta que desprende esta realidad enunciada por la
biblia es obvia: ¿si el Mesías vino para poder imputarnos una justicia que no
podemos alcanzar, y para hacerlo debía ser 100% hombre, pero la propia Biblia
revela que ningún hombre puede alcanzar esa perfección por sí mismo, entonces
como es posible que el Mesías, 100% hombre, que Dios envió pudiera tener en sí
mismo esa santidad perfecta la cual nos debe ser imputada en calidad de
representados por él? En términos más sencillos: si todos los hombres son
pecadores, y no hay ni siquiera un solo justo, como fue posible que Jesucristo
siendo hombre, fuese perfecto como Dios es perfecto? Vamos a dejar que el pasaje
del encuentro entre el Señor y el joven rico responda a este gran interrogante:
17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.
21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!
25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 Entonces Jesús,
mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, más para Dios, no; porque
todas las cosas son posibles para Dios. (Marcos 10:17-27)
Un pasaje que muchos detractores de la divinidad de
Cristo han usado a lo largo de los siglos para afirmar su postura, es
curiosamente el pasaje que la afirma. Desde luego uno puede hacerle decir a
cualquier libro (y la biblia no es la excepción) lo que uno quiera si se lo
descontextualiza permanentemente. Quienes niegan la divinidad de Cristo suelen afirmar
que en el verso 18 Jesús está negando su propia divinidad y poniéndose a la par
del común de los hombres llenos de pecado considerándose a sí mismo como
pecador. Desde luego, esta forma de interpretarlo solo es posible si luego de
leer este pasaje se cierra la biblia allí mismo y no se lee absolutamente nada más.
Sin embargo la verdad encerrada en todo el contexto es sumamente profunda y muy
detallada y comienza a partir del Verso 19: Jesús enumera todos los
mandamientos y en el v. 20 el joven rico responde diciendo que que todos esos
mandamientos ha guardado desde su juventud. La posición del muchacho aquí es
muy obvia: es la de una persona que se llega al Mesías sin conocerle y que cree
francamente que es lo suficientemente bueno como para heredar la vida eterna.
Probablemente este joven buscaba la aprobación por parte de Jesús confiando en
la seguridad que le brindaba saberse un muy buen hacedor de la ley. Como aquel cliché
que la mayoría usamos al decir: “yo soy una buena persona, no robo, no mato, no
le hago daño a nadie etc…”
Sin embargo Jesús al responderle quiso enseñarle a este
orgulloso muchacho, que no era tan bueno como el pensaba. El Joven se estaba
midiendo con una vara humana, y el problema con las varas humanas es que se
quedan infinitamente cortas al lado de la vara divina. El joven llega a Jesús llamándolo
“maestro bueno” y Jesús le responde diciéndole:
“¿Por qué me llamas bueno, ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios” y le
responde así porque es evidente que el joven rico no tenía idea de lo que
significaba la palabra “bueno” ya que para el ser bueno era cumplir con los
mandamientos que el cumplía, y tener la altura de la vara con la que él se
estaba midiendo. Jesús entonces debía derrumbar la percepción que este joven tenía
de sí mismo y sus conceptos de bondad” y desde luego para hacerlo utilizo la
propia ley que el joven creía guardar tan celosamente.
El apóstol pablo escribe en Romanos 7:7 “¿Qué diremos,
pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino
por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”
Esa es precisamente la condición en la que se encontraba
el joven rico. Una condición en la cual el estaba ciego y no podía ver su
propia codicia. Y sabiendo Jesús esto uso la ley que tal como explica el apóstol
pablo sirvió para demostrarle su codicia:
“21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.”
Eh aquí probablemente una de las mejores predicaciones
del evangelio que se hayan visto en toda la historia. El propio Señor Jesús
conociendo que la ley dice: “no codiciaras” y conociendo el corazón codicioso
del joven, lo puso a prueba, no para conocer su naturaleza, porque él ya la conocía,
sino para que el propio muchacho se diera cuenta lo que el en verdad era. Una
cosa le faltaba por cumplir de toda esa ley, y era ese mandamiento! Lo
magnifico de la predicación del Señor fue la manera en la que se lo mostró; él podría
haberle dicho: “no cumples toda la ley, eres codicioso” pero en vez de acusarlo
de manera directa el dejo que sus propias obras le delaten a si mismo que él había
fallado en su intento por heredar la vida eterna cumpliendo toda la ley. Vemos
que el v. 21 dice que Jesús, mirándole, le amo. Esto es, le tuvo compasión.
Este muchacho acababa de llamarle bueno a Jesús sin siquiera tener una idea de
lo perfecto que se debe ser para poder ser “bueno” y él se creía bueno, y no lo
era. La reacción ante tal respuesta por parte del Señor fue muy asombrosa
igualmente: 22 “Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque
tenía muchas posesiones.”
Al dirigirse a sus discípulos, que estaban observando
toda la situación, Jesús les enseña algo crucial sobre la salvación: la fe no
tiene ningún valor si se deposita sobre el objeto inadecuado. Y justamente lo
que estaba sucediendo con este joven rico, es que el confiaba más en sus
riquezas las cuales no estuvo dispuesto a abandonar, y en su propia moral
medida con su vara humana, que en la persona de Jesucristo. Este joven rico no
confiaba en el Señor como su Mesías, su salvador, confiaba en si mismo, en lo
que había obtenido, y en lo “bueno” que él era, y lo más triste es que hasta
donde la biblia nos cuenta, el decidió seguir pensando de la misma manera, y “se
fue triste, porque tenía muchas posesiones”
Jesús enseña esto a sus discípulos entonces diciéndoles:
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus
discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen
riquezas!
24 Los discípulos se asombraron de sus palabras;
pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar
en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!
Lo interesante del V.24 es que sus discípulos se asombran
probablemente porque no entendieron aun lo que Jesús estaba enseñándoles. El
problema no estaba en tener muchas riquezas, las riquezas como un bien material
son algo neutro, no es malo tenerlas. El problema estaba en aquello sobre lo
que se deposita la fe, el problema era confiar en las riquezas antes que en
Dios. Y por eso en el V.24 Jesús habla sobre un problema de fe, y dice: “¡cuán
difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!”
Y en el V. 25 Jesús incluso pone de manifiesto que existe
un problema general en el hombre cuando éste tiene muchas posesiones. Hay una propensión,
una debilidad muy humana a caer cegado por el pecado de la codicia y la
vanagloria de la vida y por eso Jesús dice: 25 Más fácil es pasar un
camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí:
¿Quién, pues, podrá ser salvo?
La pregunta final de los discípulos es la que lleva a una
de las respuestas más contundentes acerca de la deidad de Jesucristo: 27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los
hombres es imposible, más para Dios, no; porque todas las cosas son posibles
para Dios.”
En Lucas 10:19 Jesús dice respecto de sí
mismo: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se
había perdido.”
Y aquí en este pasaje de Marcos él nos enseña que es
imposible para los hombres poder alcanzar la salvación, y si uno lo entiende en
su contexto, esto es imposible, porque es imposible para los hombres ser bueno
como Dios es bueno. La santidad que Dios demanda en su ley es una medida de una
vara que el hombre jamás podrá alcanzar por sus medios. La única manera de
poder ser perfectos es que un ser perfecto nos impute de manera judicial y
sustitutiva (o vicaria) su perfección. Jesús interpeló al joven rico preguntándole
“por qué me llamas bueno” para poner de manifiesto que el muchacho estaba
hablando de cosas que ni siquiera entendía. Todo el contexto del pasaje y todo
el contexto bíblico nos demuestra que Jesús en ese pasaje no estaba negando su
deidad sino más bien mostrándole al muchacho que él no entendía siquiera las
palabras que estaba usando porque estaba completamente ciego, creía guardar de
manera una ley perfecta que a las buenas y a las claras estaba muy lejos de
poder cumplir a la perfección, y le llamaba bueno a Cristo sin siquiera poder
reconocerle y confiar en el cómo su mesías. El joven rico no entendía que si le
llamaba bueno, lo estaba reconociendo como Dios, y si lo estaba reconociendo
como Dios debía confiar en él, en vez de sus riquezas, y es por esa razón que
inmediatamente después de hacerle esa pregunta él le menciona los mandamientos
de la ley para demostrarle que hablaba lo que no entendía y creía de sí mismo
una mentira con la cual se estaba auto engañando. Finalmente Jesús termina
afirmando que si para el hombre es imposible salvarse a sí mismo, esto no es así
para Dios, porque para Dios todo es posible.
La conclusión más obvia es que si Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, entonces Jesucristo tiene que ser 100% Dios para poder hacer esto. Porque solo Dios puede salvar al hombre. En esta misma línea lógica dice Isaías 43:11 “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve.” Si solo Dios puede salvar y no hay nadie que salve fuera de él, entonces Jesucristo es Dios. Y así de contundente lo revela Hechos 4:11-12:
11 Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.
12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”
Si Jesús no fuese Dios, no podría la Biblia afirmar que
solo Dios y nadie fuera de Dios puede salvar.
Así como estos, existen en la biblia infinidad de pasajes
explícitos y correlativos que demuestran no solo la evidente realidad de la
divinidad de Cristo, sino también el por qué, de esa condición: Solo Dios podía
salvar al hombre y por tanto solo Dios podía ser el Mesías de toda la
humanidad.
Sin duda alguna volvemos a afirmar la verdad del pasaje
con el que encabezamos este post: Jesús es el verdadero Dios, y la vida eterna.