Por El Contendor
Dejemos que Mateo nos relate el resto:
Mat
14:25 En la madrugada,* Jesús se acercó
a ellos caminando sobre el lago.
Mat
14:26
Cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el agua, quedaron
aterrados. --¡Es un fantasma! --gritaron de miedo.
Mat 14:27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened
ánimo; Yo Soy, no temáis!
Mat
14:28 --Señor, si eres tú --respondió
Pedro--, mándame que vaya a ti sobre el agua.
Mat
14:29 --Ven --dijo Jesús. Pedro bajó de
la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús.
Mat
14:30 Pero al sentir el viento fuerte,
tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: --¡Señor, sálvame!
Mat
14:31 En seguida Jesús le tendió la mano
y, sujetándolo, lo reprendió: --¡Hombre
de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Mat
14:32 Cuando subieron a la barca, se
calmó el viento.
Mat 14:33 Y los que estaban en la barca lo adoraron
diciendo: --Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios
Matthew
Henry comenta esta escena:
No
es cosa nueva para los discípulos de Cristo toparse con tormentas en el camino
del deber, pero, por eso Él se muestra con más gracia a ellos y a favor de
ellos. Él puede tomar el camino que le plazca para salvar a su pueblo. Pero
hasta las apariencias de liberación ocasionan a veces problemas y perplejidad
al pueblo de Dios por los errores que tienen acerca de Cristo. Nada debiera
asustar a los que tienen a Cristo junto a ellos y que saben que es suyo; ni la
misma muerte.
Pedro caminó sobre el agua, no por diversión ni
por jactancia, sino para ir a Jesús, y en
eso fue sostenido maravillosamente.
Se promete sustento especial, y deben esperarse, pero sólo en las empresas
espirituales; tampoco podemos siquiera ir a Jesús a menos que seamos sostenidos
por su poder. Cristo le dijo a Pedro que
fuera a Él, no sólo para que pudiera andar sobre el agua, y así conocer el
poder de su Señor, sino para que conociera su propia debilidad. A menudo el
Señor permite que Sus siervos tengan lo que eligen, para humillarlos y
probarlos, y para mostrar la grandeza de su poder y su gracia.
Cuando dejamos de mirar a Cristo para mirar la
grandeza de las dificultades que se nos oponen, empezamos a desfallecer, pero
cuando le invocamos, Él extiende su brazo y nos salva. Cristo es el gran
Salvador; quienes serán salvados deben ir a Él y clamar pidiendo salvación;
nunca somos llevados a este punto, sino hasta que nos hallamos zozobrando: el
sentido de la necesidad nos lleva a Él.
Reprendió
a Pedro. Si pudiéramos creer más,
sufriríamos menos. La debilidad de la fe y el predominio de nuestras dudas,
desagradan a nuestro Señor Jesús, porque no hay buena razón para que los
discípulos de Cristo tengan dudas. Aun en un día tempestuoso, Él es para ellos
una ayuda muy presente.
Nadie sino el Creador del mundo podía
multiplicar los panes, nadie sino su Gobernador podría andar sobre las aguas
del mar: los discípulos se rindieron a la evidencia y confesaron su fe. Ellos
fueron apropiadamente afectados y adoraron a Cristo. El que va a Dios debe
creer; y el que cree en Dios, irá a Él.
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