EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



viernes, 20 de junio de 2014

TIEMPO PARA PERDICIÓN


Por  El Contendor

 

En la publicación anterior, definimos el “tiempo para perdición” como:  “Es el tiempo de todos los que anduvieron y andan por el mundo sin Cristo: muchos ignorándolo, otros esquivándolo, otros rechazándolo.”

Cualquiera de estos están viviendo un tiempo de perdición,  inmersos en el mundo, atrapados en la prisión de sus pecados. Los que viven conforme a las reglas del mundo, siguiendo sus costumbres, jolgorios y desenfrenos están actuando tal como lo hacían los judíos en tiempos de Isaías; desoían las advertencias que Dios les hacía a través del profeta y decían:

“Isaias 22:13  …………………….Comamos y bebamos, porque mañana moriremos.”

Esa misma indiferencia encontramos hoy entre la gente que nos rodea.

Pero lo peor de esta actitud es que el “porque mañana moriremos” implica una ignorancia o incredulidad rayanas con la inconsciencia.

Porque los que así piensan creen justificar su desenfreno con la palabra “porque” que en este caso equivaldría a “bajo el pretexto de que”.

Aquellos cuya manera de vivir se encuadra dentro de esa filosofía están acostumbrados a  medir sus experiencias humanas en función del tiempo.

Saben que si están felices, en algún momento dejarán de estarlo.

Si están enfermos, la enfermedad se curará algún día o la muerte acabará con el padecimiento. Si están fatigados, con un tiempo de descanso se recuperarán. Etc. etc. etc. Todo está limitado o acotado por el tiempo.

Quienes han tenido un dolor de muelas o de oído o una quebradura o en las mujeres, los dolores de parto, por intenso que haya sido el dolor, el tiempo o la medicina o ambas cosas han llevado alivio al paciente.

La neuralgia del trigémino, es un dolor tan insoportable que ha llevado a algunos al suicidio.

Pero todos los padecimientos humanos ciertamente tendrán su fin en esta vida, aun cuando sea la misma muerte quien les ponga límite.

Hagamos por unos momentos un ejercicio mental: imagine que usted está padeciendo el dolor más fuerte que haya experimentado en su vida; que además está encerrado en una prisión lúgubre y tenebrosa, en un ambiente irrespirable, sin posibilidad de escapar, que no hay medicinas ni alivio posible,  que no hay quien le consuele, que las únicas voces que se escuchan son gritos  desgarradores, maldiciones y blasfemias. Seguramente usted temerá encontrar escrita en la pared rocosa la conocida frase “Quienes aquí entráis, dejad afuera toda esperanza”

(“La Divina Comedia de Dante Alighieri”).

Sí, efectivamente, no hace falta que nadie se lo anuncie: ¡usted está en el infierno!

Si usted no quiso creer cuando escuchaba hablar del infierno, del castigo eterno, del lago de fuego y azufre, tenga la absoluta seguridad que cuando usted deje esta vida terrenal se va a encontrar allí, en ese horrible lugar. Pero habrá una diferencia que está fuera de toda experiencia humana: que el dolor y el horror que lo está atormentando son para siempre, por toda la eternidad, no hay descanso ni fin, ni esperanza de que acabe.

¡Desdichados de los que tengan que escuchar al Señor dictar esta sentencia!:

 

Mateo 25:41  Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles

Apocalipsis 20:10  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Ya hemos tocado el tema del infierno y la eterna condenación en la publicación del 17/04/2014 título  “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”, (releer) pero no me cansaré de insistir sobre este tema porque este blog está destinado para un único fin: procurar la salvación de las almas llevándolas a los pies de Cristo para la gloria de Dios.

Las corrientes de las falsas doctrinas y las sectas heréticas de estos últimos tiempos arrastran multitudes de incautos presentando la apariencia de un falso avivamiento cuando, en realidad, son los protagonistas de la más virulenta  apostasía.

A causa de esto, muchos creen que están transitando por el camino de la salvación, cuando, en verdad, ignoran que en el final del camino les espera el infierno, la eterna condenación.

 

Conclusión:

La gran mayoría de los  evangelistas, maestros, pastores y predicadores de estos tiempos prefieren no hablar del infierno y hasta temen mencionar esta palabra. Muchos de ellos revuelven versículos y versículos de la biblia con el afán de encontrar algún fundamento que les permita negar la existencia del castigo eterno.

Algunas sectas han incorporado esta herejía a sus credos; los Adventistas, los Mormones y los Testigos de Jehová son algunas de ellas.

En una entrada de este mismo blog, fecha 15/10/2012 de título “¿Existe el castigo eterno?” quedan rebatido todos los argumentos que ellos usan para sostener esta herejía, (la inexistencia del castigo eterno).

La iglesia romana por doctrina de Juan Pablo II, llegó a afirmar que el infierno y el castigo eterno era simplemente una forma figurada de describir el estado de las almas separadas eternamente de Dios. Luego, Benedicto XVI volvió a la antigua doctrina del infierno real.

Como vemos, el infierno y el castigo eterno es un tema del que la gente prefiere no hablar. Es como si emplearan el método del viejo mito del avestruz, esconder la cabeza para no enfrentar el peligro.

Yo no dejaré de hablar y advertir sobre la eterna condenación de los impíos porque no puedo admitir en mi mente que alguna de las personas que forman el círculo de mis afectos más caros, puedan correr tan tremenda suerte. Imaginar que padre, madre, hermanos, hijos, nietos, amigos, etc. puedan enfrentar el sufrimiento eterno, ¡oprime nuestra alma con una tristeza indescriptible!.

Si son las personas con las que convivimos, conocemos sus caras, sus voces, sus risas sus llantos, aquéllas  con las que compartimos muchas horas de nuestra vida, no queremos ni imaginarnos que podamos perder alguno de ellos en el castigo eterno.

Pero el hecho de ignorarlo o no hablar de él, no implica que el infierno no existe.

Sólo hay una forma de salvarse de caer en él y pasar allí la eternidad; mientras usted transita por el mundo tiene las únicas dos opciones: elige el camino ancho y bien pavimentado que lleva a la perdición eterna, o elige el camino angosto y pedregoso donde están marcadas las benditas huellas del Señor que lleva a la salvación y a la vida eterna. Pero tiene que elegir ¡AHORA, es perentorio!; es una decisión que no puede postergarse.

Es Dios el que decide cuando llega el fin de la vida terrenal de cualquier ser humano ya sea de un niño de un año o de un anciano de 100 años. Pero cuando llega el fin, asegúrese de tener a Cristo en su corazón, gobernando su vida; es decir: asegúrese que usted ha nacido de nuevo en Cristo, que las cosas viejas pasaron y usted ya no volverá al camino ancho de la perdición, no volverá porque ahora camina con el Señor.

 

Romanos 8:37  Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

(Rom 8:38)  Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
(Rom 8:39)  ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

martes, 17 de junio de 2014

“UN TIEMPO PARA PERDICIÓN Y UN TIEMPO PARA SALVACIÓN”


Por El Contendor

Eclesiastés 3:  Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:

un tiempo para nacer,
    y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar,
    y un tiempo para cosechar;

………………………………………..

………………………………………….

un tiempo para callar,
    y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar,
    y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra,
    y un tiempo para la paz.

 

[un tiempo para perdición

                Y un tiempo para salvación]

 

Espero que el lector entienda que, de ninguna manera, he pretendido agregar ni una letra ni un tilde a lo que ya está escrito en las Sagradas Escrituras.

Lo que aparece entre corchetes, en negrita y cursiva, es simplemente una reflexión que se cruzó en mi pensamiento luego de haber leído los versículos antecedentes de Eclesiastés 3.

Si bien la frase enunciada no figura expresamente entre los “tiempos del Eclesiastés”, el significado de la misma está presente en la Biblia desde el Antiguo al Nuevo Testamento  porque Cristo mismo, el autor de nuestra salvación, también lo está.

Pero ¿Cuál sería el tiempo para perdición? Este tiempo comenzó con el primer pecado cometido por nuestros ancestros, Adán y Eva: el pecado de desobediencia. De allí en adelante, los seres humanos no hemos dejado de desobedecer a Dios y de violar sus leyes santas.

Es el tiempo de todos los que anduvieron y andan por el mundo sin Cristo: muchos ignorándolo, otros esquivándolo, otros rechazándolo.

Cualquiera de estos están viviendo un tiempo de perdición,  inmersos en el mundo, atrapados en la prisión de sus pecados.

En su misericordia, Dios nos ha dado también un tiempo para salvación. Dios siempre nos ha provisto una vía de escape para las encerronas de Satanás. Esta vía de escape es la Puerta que siempre permanece abierta: es el Señor Jesucristo;  Juan 10:9  Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

Cristo es La Puerta, pero ¡cuidado!:  (Mateo 7:13)  Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;

(Mateo 7:14)  porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”

El tiempo de perdición lo están viviendo aquéllos que transitan por el camino espacioso con sus ojos ciegos y sus oídos sordos porque las tinieblas del mundo y el bullicio de la multitud que los acompaña no les permite ver dónde se dirigen ni escuchar las palabras de salvación del Evangelio. Los vicios, las lujurias, el afán excesivo de toda clase de cosas, buenas y malas van alimentando un corazón que cada vez se endurece más, por la falta del alimento espiritual genuino que es la Palabra de Dios.

“Muchos son los que entran por la puerta ancha”. Pero ¿sabes tú dónde desemboca esa puerta? Debemos ser claros y contundentes en esto para que se abran los ojos de los ciegos y se destapen los oídos de los sordos: ¡La puerta ancha desemboca en el infierno, en la perdición eterna!

El tiempo de perdición transcurre mientras se está en el mundo, en esta vida, pero la perdición eterna transcurre después de la muerte, en el infierno, y es para y por  la eternidad.

 

Por este motivo, el Señor nos insta a entrar por la puerta estrecha, por el camino angosto que lleva a la vida eterna. Pocos son los que encontramos transitando por este camino estrecho pues es el mismo que transitó el Señor Jesucristo y para recorrerlo el  Señor nos dijo:

 

Marcos 8:34  Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

(Mar 8:35)  Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.

(Mar 8:36)  Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?

 

Duras palabras del Señor y duras exigencias. ¡Por eso el camino estrecho es tan poco transitado!

La primera exigencia es “negarse a sí mismo”. Esto va absolutamente en contramano de los que predican el evangelio Light o “liviano” tal como el psicólogo Stamateas, y otros predicadores de su misma condición.

Negarse a sí mismo es renunciar a todas las vanidades del mundo, y otras “comodidades” agradables a nuestro “yo” que desplacen a Dios del lugar central que debe ocupar en nuestras vidas.

(*)Tomar nuestra cruz es también crucificar nuestra carne juntamente con Cristo. Simbólicamente, quiere decir que dejemos ya la vida de pecado, que olvidemos el gusto que tenemos por el pecado, y lo pongamos en una cruz.

Porque el Señor no se agrada del pecado, porque el es santo. Es también dejar la venganza en las manos de Dios, porque “la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Es aceptar esa obra que Cristo hizo por nosotros al morir y resucitar. Es morir al pecado y resucitar para hacer la justicia.

(*)Seguir en pos de Él.  Para poder seguir en pos de Cristo en necesario que primero hayas cumplido con los requisitos anteriores. Si no te niegas a ti mismo, no podrás tomar tu cruz cada día. Si no tomas tu cruz cada día no podrás ir en pos de Cristo. Ir en pos de Cristo es no dejarse engañar. Tener a Cristo como nuestra mira, como nuestro norte. Cristo nos dejó el ejemplo para que sigamos sus pisadas. Seguir a Cristo es trabajo de valientes. Seguir a Cristo es caminar el camino angosto, y pedregoso; es entrar por la puerta estrecha. 

(*)Tomado de un mensaje de la Iglesia Bíblica Bautista de Aguadilla              

 

Esta invitación de seguir a Cristo podrá acarrearnos desprecios, humillaciones, enemistades persecuciones que en algunos casos pueden llegar hasta cobrarse la vida del cristiano fiel.

El salmón se caracteriza por nadar en contra de la corriente hasta llegar al lugar de su nacimiento; él obedece a la ley que su Creador grabó en los de su especie a fin de que sus crías

nazcan en el mismo lugar de origen de sus progenitores.

Nosotros, los cristianos fieles al Señor debemos, como el salmón, nadar en contra de la corriente del mundo, para poder llegar a nuestro lugar de origen: la Patria Celestial de la cual somos ciudadanos, pues en Cristo hemos sido adoptados como hijos de Dios.

 
En la próxima entrada, analizaremos las consecuencias del “tiempo para perdición”