Por El Contendor
Si comparamos Lucas 6:17-49
con Mateo 5,6 y 7, comprobaremos que la base del llamado Sermón del
Monte, es la misma aunque Lucas lo detalla menos
ampliamente que Mateo y con muchas variaciones. La opinión que prevalece entre
los estudiosos es que el discurso que se halla en Lucas es el original, y que
Mateo agregó un número de enseñanzas pronunciadas en otras ocasiones por Jesús,
con la idea de dar a conocer de una sola ojeada los grandes bosquejos de las
enseñanzas éticas del Señor.
Es la opinión de otros comentadores que han dado
mucha atención a tales asuntos ( comentadores romanistas, entre los antiguos,
Erasmo y de los modernos, Lange, Greswell, Birks, Webster y Wilkinson), de que
se trata de dos discursos distintos, uno pronunciado al final de su
primera gira misionera, y el otro después de otra gira similar, cuando eligió
solemnemente a los Doce Apóstoles.
Luego de este breve introito, vamos al planteo
del tema a desarrollar: El Señor Jesucristo
cierra el Sermón del Monte con estas palabras:
Luc
6:46 ¿Por qué
me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
Luc 6:47 Todo aquel que viene a mí, y
oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
Luc 6:48 Semejante es al hombre que al
edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando
vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo
mover, porque estaba fundada sobre la roca.
Luc
6:49 Mas el que oyó y no hizo, semejante
es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual
el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
Mat 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará
en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en
los cielos.
Mat 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Mat 7:22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros?
Mat 7:23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mí, hacedores de maldad.
Mat 7:24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras,
y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la
roca.
Mat 7:25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron
vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada
sobre la roca.
Mat 7:26 Pero cualquiera que me oye estas palabras y
no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la
arena;
Mat 7:27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y
soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande
su ruina.
Gino Ianfrancesco, nacido en Colombia, escritor cristiano,
pastor, misionero, conferencista internacional, compositor de música cristiana,
y estudioso de la Palabra de Dios, hace un estudio integrando las dos
versiones, la de Mateo y la de Lucas.
Dado que es un trabajo extenso y
contiene algunas repeticiones, por ser (supongo), una transcripción de una
conferencia, procuraré resumirlo respetando la esencia del mensaje y
conservando la estructura del texto con el fin de no alterar la coherencia del
mismo.
“Citaremos la versión integrada de
los dos testimonios, juntándolos como hacen los jueces, que tienen que oír a un
testigo y a otro y armar el cuadro”.
LOS DOS CIMIENTOS
Dijo el Señor Jesús: “¿Por qué me llamáis,
Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? Todo aquel que viene a mí, y oye mis
palabras y las hace, os indicaré a quien es semejante. Cualquiera, pues, que me
oye estas palabras, (las del sermón del monte) y las hace, le
compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Semejante es
al hombre que al edificar una casa, cavó, y ahondó y puso el fundamento sobre
la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon
contra aquella casa; y no cayó,” dice esta
traducción, “…porque estaba fundada
sobre la roca”,
dice en el griego, “porque estaba bien
edificada; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella
casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. Pero
cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, El que oyó y no hizo, le
compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena, semejante
es al hombre que edificó su casa sobre la tierra, sin fundamento alguno; contra
la cual el río dio con ímpetu, y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron
vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y luego cayó, y fue grande su
ruina, la ruina de aquella casa. Y cuando acabó Jesús estas palabras, la gente
se admiraba de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y
no como los escribas. Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo
que le oía, entro en Capernaum”.
Esta es la enseñanza final del Señor
Jesús en el sermón del monte, en ese lugar llano del monte.
El Señor, cuando se está refiriendo a: el que oye estas
palabras, se está refiriendo a todo el asunto del sermón
del monte. A veces nosotros podemos tener la tendencia a olvidarnos de esto;
quizá nos acordemos más de Romanos, de la
justificación por la fe; quizá nos acordamos más de Gálatas, que recibimos el Espíritu por oír con fe y
no por las obras de la ley, y todo eso está bien, claro que Romanos y Gálatas
son el evangelio de Dios, son epístolas
apostólicas que nos colocan dentro de la salvación para comenzar el camino de
los salvos: ser salvos de la ira.
A veces nosotros tomamos un aspecto del
evangelio, la parte del evangelio de la gracia, y nos olvidamos del aspecto del
reino; pero el evangelio de la gracia se llama también el evangelio del reino;
tiene la gracia y tiene el reino; no son dos evangelios diferentes, sino que
son dos partes, dos aspectos del mismo evangelio, porque no hay otro evangelio,
hay un solo evangelio.
Claro que Jesús habló de la gracia,
y claro que Jesús habló de la fe: El que
oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y ha pasado de muerte
a vida, y no vendrá a condenación y yo lo resucitaré en el día postrero. Pero el mismo Jesús que habló de creer,
habló también de hacer; ¿por qué? porque creer
tiene que ver con nuestra liberación del juicio eterno, pero el hacer tiene que
ver con la aplicación de la gracia que hemos recibido. “Por gracia sois salvos, por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios”, para que demos
fruto.
Efesios muestra los dos lados pero dice: fuimos salvos, creados en Cristo Jesús, para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Nuestras buenas obras no son la base de nuestra salvación de la ira, del juicio eterno de Dios, sino que son el resultado de haber sido perdonados, de haber sido regenerados, de haber recibido el Espíritu y de caminar con el Señor. El Señor no está preocupado solamente en que nosotros no nos vayamos al infierno; Él quiere que los que Él libra del infierno seamos su familia, sus hijos, semejantes a Él, y que cooperemos con Él, con lo que Él tiene que hacer, no para ser salvos sino porque nos salvó, y porque quiere también, además de salvarnos, acrecentarnos un galardón.
Volviendo al párrafo inicial de “los dos cimientos”: Cuando nosotros oímos esa expresión: la casa edificada sobre la roca, nos imaginamos que la roca es Cristo, que la casa edificada sobre la roca son los creyentes que creyeron en Cristo; pero en este contexto, si usted lo lee con cuidado, el Señor está hablando más que eso. Aquí la roca no es solamente el Cristo objetivo fuera de ti, que hizo todo por ti y a ti no te costó nada, no; aquí la roca es el mismo Cristo, pero formado y expresándose a través de nosotros; por eso analicémoslo bien, con cuidado.
Vamos a seguir de nuevo la parábola de este cimiento, porque realmente no son dos cimientos; el otro no tenía cimiento alguno; hay un solo cimiento.
“Todo aquel que viene a mí…”
La persona estaba fuera del Señor, y
entonces por la fe fue salva. Dios lo trajo, porque no hubiera podido venir al
Señor si el Padre no lo trae; el Padre lo trajo, y la persona también vino,
porque el Padre lo trajo y él vino, las dos cosas juntas.
“…y oye
mis palabras y las hace,,,”
Las palabras a las que Jesús se refiere son
las del sermón del monte, no son las palabras de la salvación eterna. Hay
palabras que se refieren a la salvación, por ejemplo: “de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a
su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree,- (ahí habla de la fe)- no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Ese es el primer aspecto de la vida, la persona es perdonada, recibe al Señor y
es regenerada, ya se salvó del juicio eterno, del lago de fuego para siempre, del
castigo eterno, porque la Biblia habla del castigo eterno; ya se salvó por la
fe, ahora es un hijo de Dios; ahora entonces la palabra que sigue es “hacer”.
No estamos hablando del hacer PARA ser salvos,
sino que estamos hablando del hacer POR ser salvos, y porque las obras
de los salvos van a ser galardonadas, no con la salvación, sino con un galardón
adicional a la salvación.
Como dice 1ª Corintios 3:10-15: Si la obra de alguno se quemare, (la obra de
los salvos), él sufrirá pérdida,
-usa sufrir y usa pérdida-; si bien
él mismo será salvo;
o sea que no es pérdida de la salvación,
ni es sufrimiento del juicio eterno,
pero sí es pérdida y sí es sufrimiento, aunque
será salvo así como por fuego. Ahí nos damos cuenta de que la salvación es
por gracia, pero el galardón de los salvados por gracia, es el de las obras de
los salvados.
“…….os
indicaré a quién es semejante. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras…”, (las
del sermón del monte) “y las HACE, le
compararé a un hombre prudente”..
Dice aquí: “un hombre prudente…”, prudente;
¿por qué el Señor usa la palabra prudente más allá de creyente? ¿Por qué no es
suficiente creyente, si para salvarse es suficiente ser creyente?
Pero es que el Señor no quiere
solamente tener gente salvada, pero mañosa; Él no quiere salvos mañosos; hay
muchos salvos mañosos; Él quiere salvarnos no sólo del infierno sino de
nuestras mañas. Entonces dice: un hombre no sólo creyente, sino:
“un hombre prudente, que edificó…”
Aquí se trata de edificar la casa;
ya no se trata solo de la fe; dice Pablo en
1 Corintios 3:11 que se sobreedifica sobre este fundamento, que
es Cristo.
La persona recibió a
Cristo, Cristo murió por ella, la persona creyó, recibió al Señor, se salvó,
fue perdonado, fue justificado; ahora que es un hijo de Dios, va a servir al Señor porque es un hijo, no para
ser salvo, sino porque es salvo.
Entonces dice: Si
alguno edificare sobre este fundamento, porque nadie puede
poner otro,- para la salvación nadie puede poner obras para salvarse; la única
base para la salvación es lo que el Señor hizo por nosotros recibido por fe- Pero
sobre ese fundamento, dice:
“si alguno edificare oro,
plata, piedras preciosas o madera, heno y hojarasca, la obra de cada uno será
manifiesta porque el fuego la probará”
Y ese fuego aparece en forma de
lluvia, de ríos, de vientos que el Señor dijo que vendrían.
Pablo hablaba a los salvos, a los
Corintios, (que eran ya la iglesia en Cristo), de edificar con oro, (lo que
tiene que ver con la naturaleza divina) con plata, (lo que tiene que ver con la
redención), con piedras preciosas, (lo que tiene que ver con la obra transformadora
del Espíritu Santo) y no con madera, que es lo meramente humano; no con heno,
que es pura paja; no con hojarasca, que es lo que está separado de la vida, por
eso está seco.
Podemos edificar secos, o unidos a
la vid; la diferencia está en estar unidos a la vida para edificar; aquí no
está hablando de la salvación inicial; aquí está hablando del reino, del
evangelio del reino. El sermón del monte es la constitución del reino; “el reino de los cielos es semejante”,
dice el Señor muchas veces, dando parábolas acerca del reino.
Muchas personas han pensado que el
reino se refiere a la salvación; claro que no; el reino de los cielos no se
refiere a la salvación; si tomas todos los versos que hablan del reino, esos
versos que hablan del reino se relacionan con la obra de los salvados por
gracia; júntalos y verás.
“Edificó su casa sobre la roca”; entonces fíjense que el Señor
está comparando al que hace las palabras del Señor, y dice de él ser
prudente, porque edifica la casa sobre la roca.
El
que no hace, no está sobre la roca en el sentido de
esta parábola. Es un creyente
desobediente, flojo, es un hijo carnal; porque hay hijos, como dice Pablo a los
Corintios, a quienes él no les pudo hablar como a espirituales, sino como a
carnales, porque eran niños en Cristo; es decir, que hay creyentes carnales que andan en su carne; nosotros podemos ANDAR
EN NUESTRA CARNE y estar en madera, en heno y en hojarasca; o podemos ANDAR EN
EL ESPÍRITU, y estar en oro, plata y piedras preciosas.
Continua diciendo: “Semejante es al hombre que al edificar una
casa…”, y aquí Lucas expresó varias cosas; aquí habla de “cavar”, y
la palabra en el griego es “excavar”, o sea, no quedarse en la superficie; eso
es excavar; a veces nosotros somos cristianos, pero somos cristianos
superficiales, cristianos que nos quedamos en lo superficial, en el evangelio
liviano; o sea, en la parte del evangelio que a nosotros nos gusta, pero no en
la otra parte; entonces ahí es cuando las cosas se hacen livianas, se hacen
superficiales; excavar es bajar de la superficie, excavar, y luego ahondar, que
son dos cosas diferentes, son dos verbos; excavar es para pasar de la
superficie a buscar, pero ahondar es
hasta llegar a la roca, es decir, hasta que realmente esté viviendo en
Cristo.
¿Estamos realmente haciendo eso? O
¿estamos contentos con nuestra naturalidad?.
Debemos ahondar y poner el
fundamento en la roca.
El Señor presenta varias direcciones
de donde vienen las pruebas: “Descendió
lluvia”, y la lluvia desciende del cielo, desciende de arriba, y es
una bendición, pero fíjense que esa lluvia puede aumentar los ríos; y entonces
dice: “vinieron ríos, y soplaron
vientos”; ay, ¿qué será eso de soplar vientos? ¿quién anda por ahí
por los aires? Hay alguien que se llama el príncipe de la potestad del aire que
hace soplar vientos; ¿recuerdan a Job, como le hizo soplar un viento y le tumbó
las paredes encima de los hijos? ¿Quién era el que estaba detrás de ese viento?
Satanás. ¿Ustedes creen que cuando el Señor estaba durmiendo en la barca,
cruzando el mar, fue tan solo un viento que se levantó? no, yo creo que detrás
de ese viento era el diablo que quería ahogar al Señor y a los discípulos,
aprovechando que Él estaba durmiendo; y Jesús se levantó, y reprendió al mar y
al viento como si fueran personas, y se aquietaron, porque a veces detrás de
los fenómenos naturales suelen esconderse también espíritus, como en el caso de
Job, que es muy claro. Entonces aquí nos damos cuenta de eso: “soplaron vientos”.
Hermano, no piense que la vida
cristiana va a ser fácil, que no va a haber tropiezos, no, Jesús lo advirtió .
Por un lado es lluvia, por el otro
lado son ríos, inundación, porque Lucas se acordó lo de inundación, Mateo no
mencionó la inundación, mencionó los ríos, pero no la inundación con ímpetu.
Si el enemigo pudiera, nos mataría;
si pudiera, nos mataba ya; pero ya que no ha podido matarnos, él tira por un
lado, por otro, pero con todo, él lo que quiere es destruir, lo que quiere es
arrasar. A eso es a lo que el Señor nos quiere llamar la atención, que nuestra
vida no es sin oposición, sino con una oposición terrible; esa oposición puede
ser del mismo Dios en primer lugar, porque Dios
se opone a nuestra carne, Dios se opone a nuestro temperamento
descontrolado, Dios se opone, entonces Dios
permite la zaranda.
Satanás, claro que tiene mala
intención, Satanás no nos quiere perfeccionar, Satanás nos quiere destruir;
pero el Señor permite que Satanás nos zarandee. “Simón, Simón, Satanás te ha pedido para zarandearte como a trigo”
(Lucas 22:31); lo que Satanás quería era destruir a Simón Pedro;
pero lo que el Señor quería al permitir la zaranda era fortalecer a Pedro,
trasladar a Pedro de su naturalidad a la dependencia del Señor.
El mundo está en contra nuestra, y
cada vez su hostilidad es más manifiesta; la carne está en contra nuestra;
Satanás está en contra nuestra; sólo la gracia del Señor está a nuestro favor,
sólo la gracia del Señor puede conducir a que incluso estos ríos, estas cosas,
sirvan para bien. Dios no los permitiría
sino sirvieran para bien; pero les sirven a los que están sobre la roca. Los
que están sobre la roca, aquí en este contexto, no son los que solamente creen
un poco en Cristo, sino los prudentes que hacen por fe lo que Él dice; aquí la
roca no es solamente la fe en Cristo; aquí la roca es la obediencia espiritual
a Cristo por la fe; esa es la roca que resiste.
Hermanos, Satanás puede atacar
nuestra fe, pero si nuestra fe no está acompañada por la experiencia de caminar
con Cristo, puede zarandearse; pero si has tenido la experiencia de caminar con
Cristo, para ti Cristo no es solamente una cuestión histórica; claro que Cristo
es histórico, pero Cristo es más que histórico.
Tú conoces hoy a Cristo, tú tienes
una relación hoy con Cristo, tú sabes la diferencia de lo que eres tú solito, y
tú ayudado por Cristo; tú has experimentado la unción de Cristo, has
experimentado la providencia de Cristo, has experimentado el cuidado de Cristo,
el fortalecimiento de Cristo.
Para ti ya Cristo no es solamente
una historia, tú tienes una relación actual con Cristo, con el Cristo vivo que
vive hoy.
Pero si no caminamos con Cristo, si
solamente hemos oído la historia de Cristo, por ahí vienen algunos de los críticos de
Alemania (por ejemplo Federico Nietzche) para decirnos que Cristo no existió,
así lo dicen muchos, están locos, pero así lo dicen, el que no quiere creer, no
quiere creer; pero hasta los enemigos hablan de Cristo, hasta el Talmud habla
de Cristo, hasta los historiadores romanos, que eran contrarios al
cristianismo, hablan de Cristo; no sólo los cristianos.
“…y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron
vientos, golpearon…”
¡Ay! el verbo que usa aquí:
golpearon, los golpes a veces lo toman a uno desprevenido; cuando menos te imaginabas,
el cachetazo; la inundación golpea. Cuantas personas que viven al lado de los
ríos, cuando están durmiendo, se los lleva la corriente con casa y todo.
Así dice:
“…. y golpearon contra aquella casa; y no cayó,…”;
Esto nos muestra que es posible
sobrevivir a golpes de vientos, lluvias, inundaciones, si hacemos lo que el Señor dice. Hacer lo que Él dice es estar sobre la roca; no sólo creer; claro
que tenemos que empezar creyendo para poder tomarlo en serio y hacer, pero aquí
cuando el Señor habló de comparar al hombre
prudente que edificó sobre la roca, dijo que ese era el que oía y hacía, ese era el que estaba sobre la roca; “y cuando vino una inundación, el río dio con
ímpetu”.
Recordemos, cuando estemos bajo una
sacudida esa palabra que dijo Jesús: golpear con ímpetu; no pensemos que eso era
algo que no podía pasar; Él ya lo dijo:
sucederá esto, vendrán sacudidas terribles.
Cuando estemos en la sacudida, hay
que anunciar: este es un golpe impetuoso contra mí para destruirme y
arrastrarme, pero si busco al Señor, si cavo para salir de la superficie y
ahondo, y pongo el fundamento de mi edificación en la propia roca que es el
Señor, ( pero ahora ya el Señor, vivido por la fe, formado en nosotros), entonces
dice: “no la pudo mover”.
Golpes e ímpetu, ni la mueven; atendamos a esa promesa del Señor: ni la mueven,
y dice: “porque estaba fundada sobre la roca”; porque estaba
bien edificada, y estar bien edificado es estar con las raíces arraigadas en
Cristo.
Seguidamente agrega:
“Cualquiera que me oye estas palabras y no las
hace”, (el que oyó y no hizo),
“le
compararé a un hombre insensato……..”
Aquí hace contraste también como en
la parábola de las vírgenes, las vírgenes prudentes y las insensatas.
Tomemos en serio esas dos palabras:
estoy siendo prudente o estoy siendo
insensato.
“…….. que edificó su casa sobre la arena;” y también luego lo dice: “semejante es al hombre que edificó su casa
sobre tierra”.
Claro que edificar sobre la arena o
tierra es más fácil, hermanos, porque está todo listo, todo plano; en cambio,
sobre roca es más difícil. Edificar sobre roca es más difícil, hay que cavar
pero dura más. Es más fácil edificar sobre algo que está planito, no hay que
derribar nada, no hay que sacar piedras, ni cortar raíces, ya todo está
planito, es muy fácil. Por eso la gente
prefiere lo fácil, o sea el camino ancho y no el angosto.
Entonces dice acá:
“edificó su casa sobre tierra, sin fundamento
alguno….”.
Este fundamento aquí se refiere no
solo al Cristo en quien creemos, sino al
Cristo por quien vivimos y cuyas obras guardamos. Como dice Jesús: el que guardare mis obras hasta el fin
(Apocalipsis 2:26).
No sólo hay que guardar la fe; Pablo
habla de guardar la fe: He
guardado la fe, he peleado la buena batalla de la fe, he guardado la fe;
pero Jesús a la iglesia en Tiatira le habla no sólo de guardar la fe, sino de guardar Sus obras.
Si nosotros no hacemos
con Él las obras que Él nos pone a hacer, no guardamos sus obras; esa obra se
queda sin hacer por nosotros; la tendrá que hacer otro, quizá veinte años
después, y se retarda el cumplimiento de su plan.
“…….contra
la cual el río dio con ímpetu…….”
La misma casa, una sobre la roca
otra sobre la arena o la tierra, no hay diferencia. No pensemos que Satanás va
a tocar sólo a los duros, sino a todos; si es un ser humano, ya lo quiere
destruido, porque es a la imagen de Dios; él no le puede hacer nada a Dios,
entonces le hace a los hombres; él quiere volvernos monstruos, degenerarnos,
depravarnos, quiere mutilarnos; fíjense como los que le siguen se van
pareciendo a los demonios; se hacen operaciones en la lengua, se ponen cosas,
hasta se hacen operaciones con lengua de serpiente como los muchachos de hoy;
el diablo quiere que nos parezcamos a él; él no le puede hacer nada a Dios;
entonces quiere ofender a Dios con los hombres, haciendo daño a los hombres.
“………y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa”
¡Qué palabra esa terrible: “ruina”. Personas que estaban con el
Señor, que dedicaban su tiempo a oírle, pueden estar en ruina; si solamente
dedicamos tiempo a oírle, digamos leer, estudiar, ir a la reunión, todavía la
ruina amenaza; hay que hacer lo que Él dice para ser salvos de la ruina; no es suficiente solamente
oír, mientras leemos, mientras nos reunimos; hay que hacer; si no hacemos,
amenaza ruina; nos salvamos de la ruina
si hacemos.
Unos párrafos más arriba hemos
citado a Federico Nietzche. En un libro póstumo publicado por su hermana, hay
un párrafo muy interesante y muy significativo.
Dijo Nietzsche al final de su vida,
nada menos que Nietzsche citando a Jesús, el que escribió un libro que se llama
“El Anticristo”, hablando contra Cristo, diciendo que él (Nietzche) era
anticristo. Entonces veamos lo que dice, Nietzsche citando a Jesús: “Decía Jesús así: Todo aquel que oye estas palabras mías y las
lleva en cuenta, lo compararé al hombre sabio que edificó su casa sobre la roca
y vino la lluvia, trasbordaron los ríos, soplaron los vientos y combatieron
aquella casa, y no cayó porque estaba fundada sobre la roca. Y todo el que oye
mis palabras y no las lleva en cuenta, será comparado al hombre insensato que
edificó su casa sobre la arena, vino la lluvia, trasbordaron los ríos, soplaron
los vientos, combatieron aquella casa, y ella cayó y fue grande su ruina”.
Cierra comillas Nietzsche citando a
Jesús y continúa Nietzsche: “Mi casa se
derruyó y fue grande su ruina. El anticristo yace en ruina, delante del
indestructible pie del Cristo calzado con el amor del mundo, el amor que se
manifiesta en hechos. Oh vida, no te burles de mí. Venciste Galileo, venciste
en el mismo corazón de tu mayor enemigo.
¿Acaso
a mi propia alma deberé ocultarle la victoria de Cristo para perpetuar el mito
del anticristo, tema de mis futuros biógrafos? ¿Ayax no gritó: -ilumínanos Zeus
aunque tu luz nos mate-? La verdad me asesinó una y más veces; y a Cristo,
habiéndome él derribado sólo un momento o para siempre, ¿debería negarle los
laureles de la victoria?”
Palabras de Nietzsche al final de su
vida. Aquí él cita una frase que usó
Juliano el apóstata, el cual al final de su vida, ya cuando estaba
muriendo, dijo así de Cristo:
“-Venciste,
Galileo-;” fueron las últimas palabras de Juliano el apóstata, y ahora
Nietzsche toma las mismas palabras y se las aplica a él, y le dice a Cristo:
“Venciste Galileo en el corazón de tu peor enemigo”.
Y dice:¿ “Acaso a mi propia alma habré de
ocultarle la victoria de Cristo para perpetuar el mito del anticristo, tema de
mis futuros biógrafos?” Hoy todavía siguen los biógrafos, a cien años de
muerto, honrando a Nietzsche, leyendo sus obras de juventud; pero esta final
palabra vale más que todo lo que escribió; esto que escribió al final es mucho
mejor que todos los volúmenes de obras completas de él. Entonces,
hermanos, quería compartir con ustedes esto, porque venía exactamente al caso,
porque él citaba esa parábola. Nietzche
se enloqueció, pero tenía sus momentos de lucidez; éste, por ejemplo, creo que
fue el momento más lúcido de su vida; aún en el manicomio fue el momento más
lúcido de su vida. Lo escribió y fue honesto.
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