EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



miércoles, 18 de agosto de 2010

Temas generales

INTRODUCCIÓN


Contender significa lidiar, pelear, batallar, o en sentido figurado: disputar, debatir, altercar. Para contender, es necesario que existan dos personas, dos bandos o dos entidades opuestas. A estas dos personas, bandos o entidades que batallan, pelean o disputan se les llama contendientes o contendores.

Muchos y muy variados pueden ser los motivos por los cuales se puede entablar una contienda: para defender o conquistar bienes, poder, ideas, posiciones en la escala social, de las finanzas, de la cultura, del clero etc.

Como lo manifiesta el encabezado de nuestro Blog, nosotros vamos a debatir. Disputar y batallar para mantener intacta “la Fe que ha sido una vez dada a los santos”.

¿Contra quién batallamos y batallaremos?: “Contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12), en síntesis: contra Satanás.

Y aquí, aquellos que visitéis este Blog, nos encontraréis tomando el Escudo de la Fe, el Yelmo de la Salvación, y la Espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, dispuestos siempre a dar batalla contra la astucia, el engaño, la mentira la perversión y el poder de nuestro contendiente: Satanás. Y la lucha será hasta el final, ¡Hasta que el Señor venga!







CONOCE A TU ENEMIGO

Para poder librar una batalla y conseguir la victoria, es fundamental conocer bien a nuestro enemigo, con qué poder cuenta, cuáles son sus armas, sus huestes y también sus debilidades, Para tal efecto, tomaré prestados algunos párrafos, que paso a transcribir, del libro “La liberación del Planeta Tierra”, del escritor cristiano HAL LINDSEY, quien hace una acertada descripción de cómo Satanás doblegó y esclavizó al hombre desde los principios de la creación; pero también describe cómo fue liberado el hombre de esa esclavitud, y quién fue su liberador.

CAPÍTULO I

EMPEZANDO POR EL PRINCIPIO: En el Libro de Génesis, se nos dice que Dios colocó al hombre en la Tierra y le encomendó la autoridad sobre sí mismo y sobre toda la Creación de Dios. Dios le dijo que fructificara y se multiplicara llenando la Tierra, y que ejerciera dominio sobre todos los seres vivos que se movían sobre la Tierra ( Génesis 1:27-30 y 2:4-25). Imaginemos lo que nos sugiere este primer relato que tenemos de la relación del hombre con Dios: el hombre se hallaba en un bello ambiente y había verdadera comunión y comunicación entre él y Dios; tenía la libertad de hacer todo lo que quisiera en todos los aspectos. Pero para que el hombre diera una manifestación libre de su amor y obediencia a Dios se le pidió que se abstuviera de una sola cosa: que no comiera del fruto de cierto árbol del huerto.

Ahora bien, no parece que fuera mucho lo que Dios le exigió al hombre. Pero ya había otro personaje allí, en el jardín, con Adán cuando Dios le dio al hombre el cargo de “mayordomo”. Esa persona era una que ya le había hecho conocer a Dios y a todas las huestes angélicas, que él quería usurparle el primer puesto a su Creador, Dios.

El nombre de ese ser era Lucero (posteriormente conocido como Satanás = Adversario) .

Si bien en La Biblia no se relata la historia del origen de este gobernador de las tinieblas que está al frente de las huestes de maldad, sin embargo hay innumerables referencias donde se pone de manifiesto el carácter básicamente maligno de este personaje. Sabemos que originariamente fue bueno, pero cayó debido a su soberbia u orgullo. Muchos autores de literatura cristiana le aplican a Satanás lo que escribió Isaías sobre el rey de Babilonia:

“Y cómo caíste del cielo, ¡ oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: subiré al cielo, en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte, sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo. (Isaías 14:12-15).







CAPÍTULO II

LA PRIMERA MENTIRA

Así que allí estaba él, Satanás, en el huerto del Edén; y por medio de sutiles mentiras y de insinuaciones indirectas con respecto a Dios, él convenció a Adán y a Eva de que Dios no estaba cumpliendo sus obligaciones con ellos, al querer que ellos no comieran de ese árbol. Les dijo que Dios no quería compartir su poder con ellos y que, puesto que ese árbol los haría tan sabios como Dios, esa era la razón por la cual les había prohibido que comieran de él.

EL DELITO, LA DEUDA Y LA CONDENA

Cuando Adán y Eva decidieron comer de la fruta prohibida en desafío al mandamiento de Dios, la desobediencia de ellos erigió una barrera entre Dios y el hombre. Entonces se interrumpió la comunión que ellos habían estado manteniendo con el Creador. Por tal motivo, les dijo Dios a nuestros primeros padres, que recibirían la pavorosa consecuencia de muerte espiritual inmediatamente, y de la muerte física en su debido tiempo. Cuando ellos desobedecieron, engañados por Satanás, el mandamiento de Dios y quebrantaron la ley divina, incurrieron en una deuda de pecado para con Dios.

Cuando se quebranta cualquier ley, el que la quebranta incurre en una” deuda con la ley”, y la Justicia demanda que haya una retribución de alguna clase. Fue así como, cuando el hombre quebrantó la ley de Dios, la Justicia de Dios ( que es uno de los rasgos de su carácter), tuvo que demandar del hombre el pago completo por la pena de muerte que lo amenazaba. Este pago era el equivalente a despojar al hombre del libre acceso a la íntima presencia de su amante Creador. Ahora bien, éste fue el dilema (si así se pudiera llamar) que le planteó el hombre a Dios: mientras la justicia de Dios ardía en ira contra el hombre por haber ultrajado éste la santidad divina, el AMOR de Dios igualmente anhelaba encontrar el modo de perdonarlo justamente, y volver a ponerlo en comunión con Él mismo. ¿Pero cómo podría Dios expresar su AMOR, su JUSTICIA y su RECTITUD al hombre, todo al mismo tiempo, y todavía requerir que se pagara la “deuda de pecado” que justamente merecía pagar el pecador?

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