EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



viernes, 8 de julio de 2011

LA SANA DOCTRINA I

LA SANA DOCTRINA  I
Doctrinas que todos debemos conocer
Por el pastor J. A. Holowaty

Cuando hablamos de DOCTRINAS, hablamos de ENSEÑANZA.  Son muchas las referencias bíblicas a la importancia de la doctrina.
Si los cristianos tuvieran hoy más enseñanza que entretenimiento, la iglesia estaría bien inmunizada contra las falsas enseñanzas y los cristianos difícilmente serían engañados.
 Mateo 7:28, 29:
“Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina;  porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”.
      La gente era impactada por las enseñanzas del Señor porque él enseñaba como quien tiene autoridad.  Si quiere entender qué hace que el maestro no tenga autoridad, lea en Mateo 23:1-3:
“Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: En la cátedra de Moisés se sientan
los escribas y los fariseos.  Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”.
 De nuevo de Jesús se dice que… “su palabra era con autoridad” (Lucas 4:31, 32): “Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo.  Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad”.
 Jesús no enseñó lo que él quiso, sino que dijo que su doctrina no era de él, sino de quien lo había enviado: “Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió” (Juan 7:16).
Los Cristianos primitivos perseveraban en la doctrina de los apóstoles: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42).
      Los enemigos del Evangelio en la iglesia en Jerusalén se quejaron porque los cristianos habían llenado la ciudad de la doctrina de Cristo: “Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre?  Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre” (Hechos 5: 27, 28).
      Cuando se expone con claridad la doctrina de Cristo, los no salvos se maravillan de estas enseñanzas: “Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor” (Hechos 13: 12).
      Es la doctrina, no otra cosa, la que distingue a los cristianos verdaderos de todas las religiones del mundo: “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17, 18).
      La doctrina es mucho más que lenguas, porque la doctrina y la predicación, la exposición de la Palabra, van juntas: “Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina?” (1 Corintios 14:6).
      Se nos urge a no ser llevados “por todo viento de doctrina”: “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:14, 15).
      Hay doctrinas y mandamientos de los hombres.  La única manera para no caer en alguna de las tantas que hay, debemos conocer bien las doctrinas bíblicas: “Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso?” (Colosenses 2:20-22).
      Los cristianos debemos “retener la doctrina que hemos recibido” de la palabra de Dios: “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra” (2 Tesalonicenses 2:15).
      La iglesia debe tener mucho cuidado para que nadie enseñe diferente doctrina: “Como te rogué que te quedases en Efeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina, ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora” (1 Timoteo 1:3, 4).
      Justamente debido a la falta de cuidado en esto de doctrina, muchas son las iglesias que se alimentan de fábulas y enseñanzas carentes de la doctrina bíblica.
      Hay quienes se oponen a “la sana doctrina” (la bíblica): “para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina” (1 Timoteo 1:10).
      No debemos olvidar que hay “doctrinas de demonios” filtradas en ciertos círculos que pretenden ser cristianos: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios. Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido.  Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Timoteo 4:1, 6 16).
      Nuestro comportamiento debe ser tal para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina.  Es decir, que cuando alteramos la doctrina y enseñamos lo que no es inspiración divina, entonces el nombre de Dios es blasfemado también: “Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina” (1 Timoteo 6:1).
      No es posible torcer las Escrituras sin blasfemar contra Dios mismo… “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales” (1 Timoteo 6:3-5).
      Tan seria es la cuestión doctrina bíblica que cuando descubrimos algo fuera de  “las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo”, el consejo es: “apártate de los tales”.  ¡Justo lo contrario a lo que enseñan hoy los apostatas y herejes, quienes insisten en que la doctrina divide!  ¿Qué significa... apartarse?
¿Acaso no es división?  ¿Desde cuándo todas las divisiones son malas? 
¿Acaso no nos apartamos de los lugares peligrosos en algunos barrios de nuestras ciudades?
¿Acaso no nos apartamos de alimentos que sabemos que son dañinos para nuestra salud? 
¿Acaso no enseñamos a nuestros hijos para que se aparten de las malas amistades?
¿Acaso no nos apartamos de los engañadores, tramposos, mentirosos, estafadores y tantos otros que podrían influir negativamente en nosotros y llevarnos a la ruina material y física?  ¿Cuánto más cuando se trata de las enseñanzas (doctrinas) bíblicas cuando éstas son torcidas, burladas, corrompidas, tergiversadas y pisoteadas? 
      ¿Por qué no hacer lo mismo cuando la Palabra de Dios es alterada, nos la ocultan o abiertamente enseñan como doctrina los inventos de hombres corruptos cuya misión es confundir, pervertir y enviar al infierno a cuantos caigan en sus redes?
      Tan serio es este asunto que podemos fácilmente caer en el pecado y estar “blasfemando el nombre de Dios y la doctrina”:  “Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina” (1 Timoteo 6:1).
      La sana doctrina viene acompañada de virtudes que no se consiguen en ningún otro lugar: “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor” (2 Timoteo 3:10, 11).

NOTEMOS LO QUE PABLO DICE QUE LA SANA DOCTRINA PUEDE PRODUCIR:
Conducta… 
Propósito…
Fe, longanimidad (constancia de ánimo en las adversidades)… 
Amor, paciencia…
Persecuciones y padecimientos.
       Pablo pudo mantenerse firme en todas las adversidades porque estaba fundamentado en la sana doctrina de Cristo.
      Esto significa que cuando nos están metiendo en la cabeza doctrinas falsas, es para quitarnos toda defensa que el Señor nos da en las adversidades, como ser, las tentaciones, las dudas, los temores y hasta la misma depresión en la cual caen cada vez más y más cristianos.
      Los cristianos seremos juzgados en base a la doctrina que aceptamos y propagamos: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:1, 2).
      Se nos advierte que una de las características del desprecio de la sana doctrina corresponde a los “tiempos cuando no sufrirán la sana doctrina”: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 Timoteo 4:3).
      A nosotros, a todos cuantos enseñamos, debemos saber que la cuestión no es hablar por hablar.  La gente escucha y cree lo que decimos y enseñamos: “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1).
      Hay muchas doctrinas falsas y nosotros NO debemos dejarnos arrastrar por ninguna de ellas: “No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas” (Hebreos 13:9a).
      Es tan seria la cuestión doctrina que la Biblia nos enseña que debemos impedir que alguien venga a nuestra casa con cualquiera de esas doctrinas falsas: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.  Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!” (2 Juan 9,10).
      ¿Todavía cree usted que la doctrina no tiene importancia, solamente el amor?
      ¿Es posible amar de verdad al prójimo y al mismo tiempo envenenar su alma con doctrinas falsas?  Si no hay doctrina bíblica, es porque impera la antibíblica, satánica, diabólica.  No hay neutralidad.
      Los que enseñamos la Sana doctrina somos un… David frente a Goliat…
(Continúa  en LA SANA DOCTRINA  II )

No hay comentarios:

Publicar un comentario