EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



viernes, 29 de marzo de 2013

DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?


Por El Contendor

 

Han pasado aproximadamente 1980 años desde que nuestro Señor Jesucristo clamó a gan voz desde la cruz aquella estremecedora frase.

Mat 27:45  Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

Mat 27:46  Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ELÍ, ELÍ, ¿LAMA SABACTANI? ESTO ES: DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?

Desde entonces, millones de sinceros cristianos nos hemos preguntado: ¿qué tremendo dolor, qué tremenda angustia, llevó a nuestro Salvador a clamar a Dios con estas palabras?

Sólo quedaban cerca de la cruz unas pocas mujeres y su discípulo Juan:

Jua 19:25  Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.

Salvo estos pocos, todos los demás lo habían abandonado. Pero esto no fue lo más doloroso y tremendo de su agonía. Desde la eternidad, jamás se había interrumpido la comunión entre el Padre y el Hijo:

Juan 14:11  Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

Pero en el momento en que Jesús en la cruz carga con los pecados de toda la humanidad Él, que vivió una vida perfecta sin pecado alguno, apareció a los ojos de Dios como un pecador, a pesar que Él era inocente de cualquier pecado:

2Co 5:21  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Tengamos bien presente que Dios es tres veces Santo.

La santidad de Dios es lo que lo separa a Él de todos los demás seres, lo que hace que Él esté separado y sea distinto de todo lo demás.

Dios permanece siempre separado del pecado y de todo aquello que se identifica con el pecado.

Por este motivo, cuando Cristo “se hizo pecado”, Dios tuvo que apartar su mirada  de Él, darle la espalda.

El Padre nunca dejó de amar a su Hijo. Su amor se extiende hasta la eternidad pasada: 

Juan 17:24  Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.

Aún en la cruz, cargado con los pecados del mundo, Dios siguió amando a su Hijo como lo amará por toda la eternidad pero, en ese momento, cuando nuestro Redentor estaba pagando el precio de nuestros pecados con su sacrificio vicario, estaba puesto en el lugar del pecador y debía cumplir la sentencia de muerte, tal como los ladrones ajusticiados a ambos lados de su cruz. No podía haber misericordia para Él, no podía recibir la asistencia ni el confortamiento de los ángeles como ocurrió en Getsemaní (Lucas 22:43). La Ira de Dios debía descargarse sobre su bendito Hijo ¡para que nosotros pudiésemos  ser salvos de ese tremendo castigo!.

¿Qué padre puede presenciar el cruel padecimiento y la agonía de un hijo? Así Dios apartó la vista de la cruz para que pudiera cumplirse lo que de Él profetizó Isaías.

 

   Isa 53:1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?

   Isa 53:2 Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.

   Isa 53:3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.

Isa 53:4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.

Isa 53:5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Isa 53:6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Isa 53:7  Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.

Isa 53:8  Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.

Isa 53:9  Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.

Isa 53:10  Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.

Isa 53:11  Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.

Isa 53:12  Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.

 El horrible dolor físico no puede compararse con el aún más tremendo dolor de su alma al sentir que Su Padre, para que se cumpliera el plan de salvación, no podía socorrerlo ni consolarlo; desde ese profundo abismo de su depresión surgió aquél clamor agónico Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

Era costumbre en los judíos que el recitar las primeras estrofas de un salmo equivalía a expresar todo el salmo entero.

Ese grito de agonía, lanzado con las últimas fuerzas de su aliento era a la vez, (como lo titula la traducción R.V de 1960) “un grito de angustia y un canto de alabanza”.

 El Rey David, en medio de una situación de extremada angustia, escribió este Salmo profético, siendo guiado por el Espíritu Santo prefigurando los sufrimientos  y el desamparo infinitamente mayores que Nuestro Señor debía padecer 1000 años después en el futuro cuando, clavado en la cruz, llevó hasta la consumación su sacrificio expiatorio para satisfacer la Justicia Divina quitando los pecados del mundo.

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

 ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?

Sal 22:2  Dios mío, clamo de día, y no respondes;

 Y de noche, y no hay para mí reposo.

 

El Salmista nos dice que la víctima que gime a Dios cree todavía en Dios. Hay también un conocimiento de la fidelidad de Dios:

Sal 22:3  Pero tú eres santo,

 Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.

Sal 22:4  En ti esperaron nuestros padres;

 Esperaron, y tú los libraste.

Sal 22:5  Clamaron a ti, y fueron librados;

 Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.

 

Su dolor es sufrimiento sobrehumano. El experimenta la impotencia y la fragilidad total.

Sal 22:6  Mas yo soy gusano, y no hombre;

 Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.

Sal 22:7  Todos los que me ven me escarnecen;

 Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:

Sal 22:8  Se encomendó a Jehová; líbrele él;

 Sálvele, puesto que en él se complacía.

Sal 22:9  Pero tú eres el que me sacó del vientre;

 El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.

Sal 22:10  Sobre ti fui echado desde antes de nacer;

 Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.

Sal 22:11  No te alejes de mí, porque la angustia está cerca;

 Porque no hay quien ayude.

 

La metáfora de los toros, los perros y la cuadrilla de malignos es una clara alusión a los soldados que le crucificaron mientras se burlaban de Él y repartían Sus vestiduras, y también alude a una buena parte del pueblo  que unos días antes lo había recibido como Rey al entrar a Jerusalén.

Sal 22:12  Me han rodeado muchos toros;

 Fuertes toros de Basán me han cercado.

Sal 22:13  Abrieron sobre mí su boca

 Como león rapaz y rugiente.

Sal 22:14  He sido derramado como aguas,

 Y todos mis huesos se descoyuntaron;

 Mi corazón fue como cera,

 Derritiéndose en medio de mis entrañas.

Sal 22:15  Como un tiesto se secó mi vigor,

 Y mi lengua se pegó a mi paladar,

 Y me has puesto en el polvo de la muerte.

Sal 22:16  Porque perros me han rodeado;

 Me ha cercado cuadrilla de malignos;

 Horadaron mis manos y mis pies.

Sal 22:17  Contar puedo todos mis huesos;

 Entre tanto, ellos me miran y me observan.

Sal 22:18  Repartieron entre sí mis vestidos,

 Y sobre mi ropa echaron suertes.

 

La hora de la muerte está próxima.  A pesar del tremendo sufrimiento de su alma y de su cuerpo, vuelve a reclamar el socorro de Dios y a poner en Él toda su confianza. Presiente que el dolor está llegando a su fin y que la victoria sobre el pecado y sobre Satanás será concretada al exclamar “CONSUMADO ES”

Sal 22:19  Mas tú, Jehová, no te alejes;

 Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.

Sal 22:20  Libra de la espada mi alma,

 Del poder del perro mi vida.

Sal 22:21  Sálvame de la boca del león,

 Y líbrame de los cuernos de los búfalos.

 

Pero, se hace la pregunta: En el caso de Cristo, ¿recibió la respuesta? La respuesta se encuentra en la resurrección de Cristo, y lo demás de este Salmo habla de la victoria que incluye la victoria del Mesías.

Sal 22:22  Anunciaré tu nombre a mis hermanos;

 En medio de la congregación te alabaré.

Sal 22:23  Los que teméis a Jehová, alabadle;

 Glorificadle, descendencia toda de Jacob,

 Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.

Sal 22:24  Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,

 Ni de él escondió su rostro;

 Sino que cuando clamó a él, le oyó.

Sal 22:25  De ti será mi alabanza en la gran congregación;

 Mis votos pagaré delante de los que le temen.

Sal 22:26  Comerán los humildes, y serán saciados;

 Alabarán a Jehová los que le buscan;

 Vivirá vuestro corazón para siempre.

Sal 22:27  Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra,

 Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.

Sal 22:28  Porque de Jehová es el reino,

 Y él regirá las naciones.

Sal 22:29  Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra;

 Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo,

 Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.

Sal 22:30  La posteridad le servirá;

 Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.

Sal 22:31  Vendrán, y anunciarán su justicia;

 A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.

 Para cerrar estas meditaciones acerca de los sufrimientos del Señor  en la cruz, transcribiré una parte del sermón que el eminente predicador  CHARLES H. SPURGEON escribió sobre este tema:

 "Hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena": este clamor provino de aquellas tinieblas. No esperen percibir como si cada una de estas palabras descendiera de lo alto, cual rayo procedente del Sol de Justicia desprovisto de nubes. Hay luz en ellas, luz brillante, deslumbrante; pero también hay un centro de impenetrable oscuridad, donde el alma se encuentra a punto de desfallecer debido a las terribles tinieblas.

Nuestro Señor se encontraba en ese momento en la parte más oscura de Su camino. Él había pisado ya el lagar durante horas, y la obra estaba casi consumada. Había alcanzado el punto culminante de Su angustia. Este es Su doloroso lamento procedente de lo más profundo del abismo de la miseria: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Yo no creo que los registros del tiempo, y ni siquiera los de la eternidad, contengan una frase más llena de angustia. Aquí fueron eclipsados el ajenjo y la hiel, y cualquier otro tipo de componentes amargos. Aquí pueden mirar ustedes como si contemplaran un profundo abismo; y aunque fuercen sus ojos y miren hasta que la vista se canse, no pueden percibir el fondo; es inmedible, insondable, inconcebible. Esta angustia del Salvador por ustedes y por mí, no se puede medir ni pesar, como tampoco el pecado que la motivó, o el amor que la soportó. Estemos listos a adorar eso que no podemos comprender.

He elegido este tema para que ayude a los hijos de Dios a entender un poco lo relativo a sus obligaciones infinitas hacia su Dios Redentor. Medirán la altura de Su amor, si es que puede medirse jamás, mediante la profundidad de Su dolor, si es que puede conocerse jamás. ¡Vean con qué precio nos ha redimido de la maldición de la ley! Y al ver todo esto, díganse a ustedes mismos: ¡qué clase de personas debemos ser! ¡Qué clase de amor debemos entregar a Quien soportó el máximo castigo para que nosotros pudiéramos ser liberados de la ira venidera! No pretendo que puedo sumergirme en estas profundidades: sólo voy a aventurarme hasta la orilla del precipicio, y voy a pedirles que miren hacia abajo, y que oren al Espíritu de Dios para que puedan concentrar su mente en esta lamentación de nuestro Señor agonizante, conforme se eleva en medio de las densas tinieblas: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"


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...................... ustedes y yo, que somos creyentes en el Señor Jesucristo, y descansamos únicamente en Él para salvación, apoyémonos con fuerza, pongamos todo nuestro peso en nuestro Señor. Él soportará el peso completo de todo nuestro pecado y cuidado. En cuanto a mi pecado, ya no oigo más sus duras acusaciones cuando oigo clamar a Jesús: "¿Por qué me has desamparado?" Yo sé que merezco el infierno más profundo a manos de la venganza de Dios; pero no tengo ningún temor. Él no me va desamparar nunca, pues Él desamparó a Su Hijo por mi causa. No sufriré por mi pecado, pues Jesús ha sufrido plenamente en mi lugar; sí, sufrió hasta clamar: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"

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¡Oh, que hubiera un abismo tan profundo como la miseria de Cristo, para que yo pudiera arrojar de inmediato el puñal del pecado a sus profundidades, de donde no pudiera salir nunca otra vez a la luz! ¡Fuera, pecado! ¡Tú has sido expulsado del corazón en el que reina Jesús! Fuera, pues tú has crucificado a mi Señor, y lo hiciste clamar: "¿por qué me has desamparado?"

Oh, lectores de este mensaje, si ustedes se conocieran en verdad, y conocieran el amor de Cristo, cada uno de ustedes haría votos de no albergar al pecado nunca más. Estarían indignados por el pecado, y clamarían:

"El ídolo más preciado que he conocido,
Cualquier cosa que ese ídolo pueda ser,
Señor, yo lo voy a derribar del trono,
Y voy a adorarte únicamente a Ti."

Que ese sea el resultado de mi sermón de hoy, y entonces estaré muy contento. ¡Que el Señor los bendiga! ¡Que el Cristo que sufrió por ustedes, los bendiga y que de Sus tinieblas pueda surgir la luz para ustedes! Amén.


Charles H. Spurgeon

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