EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



sábado, 23 de marzo de 2013

LA ENTRADA TRIUNFAL A JERUSALÉN


Por  El Contendor

La iglesia romana, se apresta para celebrar en esta época del año el llamado “domingo de ramos”. Seguramente luego del reciente “habemus Papam”,  aprovecharán la ocasión para festejar con todo el boato la primer misa de domingo de ramos celebrada por el flamante papa.

Al finalizar la misa los feligreses levantarán sus ramitos de olivo para que el papa los “bendiga” rociándolos con “agua bendita” que derramará hacia los cuatro puntos cardinales.

Luego cada uno se irá para su casa para poner el ramito de olivo “bendito” detrás del crucifijo que tienen en la pared sobre la cabecera de la cama. Y esta ceremonia se repetía todos los años para esa misma celebración, pues era un ritual renovar los ramitos de olivo cada año pues se  debía “refrescar “  la “bendición” para que ésta no perdiera efectividad.

Así me enseñaron mis abuelos en mis tiernos años de católico cuando La Biblia era para mí, un libro que sólo podían leer los curas y, a cuenta-gotas , se podía escuchar algún capítulo del evangelio que leía el sacerdote desde un púlpito.

Y yo regresaba a mi casa tan ignorante como había llegado a la misa.

Ahora que soy un ex católico convertido en un ferviente creyente en Cristo mi Señor, hace varias decenas de años que dejé el misal a un lado y con la Biblia delante de mis ojos,  con la guía del Espíritu Santo, y con las puertas de mi corazón abiertas, recibo la bendita Palabra de Dios, el alimento para crecer en el Espíritu; alimento que me fue negado por la iglesia Católica cuando yo era “papista”.

A Dios gracias hace ya tiempo que vengo caminando de la mano del Señor y quisiera compartir el gozo de mi salvación con tantos católicos que son llevados como ovejas ciegas por un “pastor” que viste vestiduras ornadas con hilos dorados y se sienta en un trono para ser reverenciado.

Si ellos quisieran seguir al Cristo Verdadero (no a una imagen que sacan de paseo),  deberían salir de la iglesia romana (como yo lo hice), antes de que sea demasiado tarde.

Sólo así podrán comprender el significado del “domingo de ramos” o mejor dicho, para nosotros los evangélicos, la entrada triunfal  del Señor a Jerusalén.

Para los católicos que quizás puedan leer esta página y para todo el que tenga interés, les transcribo esta excelente interpretación de aquél acontecimiento con el comentario de WILLIAM BARCLAY del texto del evangelio de Mateo.

 

 La entrada triunfal en Jerusalén

 

Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos,

Mat 21:2  diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.

Mat 21:3  Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.

Mat 21:4  Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:

 
 
   Mat 21:5  Decid a la hija de Sion:

   He aquí, tu Rey viene a ti,

   Manso, y sentado sobre una asna,

   Sobre un pollino, hijo de animal de carga

   Mat 21:6  Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó;

    Mat 21:7  y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.

    Mat 21:8  Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.

Mat 21:9  Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna(B) al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!(C) ¡Hosanna en las alturas!

Mat 21:10  Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?

Mat 21:11  Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.

 

Purificación del templo

(Mr. 11.15-19; Lc. 19.45-48; Jn. 2.13-22)

 

Mat 21:12  Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;

Mat 21:13  y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada;(D) mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.(E)

 
   Mat 21:14  Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó.

   Mat 21:15  Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron,

Mat 21:16  y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:

 De la boca de los niños y de los que maman

 Perfeccionaste la alabanza?(F)

Mat 21:17  Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí.

 

COMENTARIO DE W.BARCLAY:

Observemos a Jesús en el centro de la escena. Nos muestra tres cosas acerca de Él.

(i) Nos muestra Su coraje. Jesús sabía perfectamente bien que estaba entrando en una ciudad hostil. Por muy entusiasmada que se mostrara la multitud, las autoridades Le odiaban y habían jurado eliminarle; y eran ellas las que tenían la última palabra. En tales circunstancias, cualquiera habría considerado que el valor era compatible con la prudencia; y, si Jesús tenía que ir a Jerusalén, bien hubiera podido entrar a cubierto de la noche, y dirigirse a Su refugio por las calles traseras. Pero Jesús entró en Jerusalén de una manera que Le colocaba en el centro del escenario, y atraía todas las miradas. En Sus últimos días hubo en todas Sus acciones un desafío magnífico y sublime; y aquí empieza el último acto al arrojar el guante y desafiar a las autoridades para que llegaran con Él a lo peor de sus planes.

(ii) Nos muestra Sus credenciales. Jesús se presentó con toda claridad como el Mesías de Dios, como el Ungido de Dios. También probablemente mostró Sus credenciales como el Purificador del templo. Si Jesús Se hubiera conformado con proclamarse profeta, lo más seguro es que no Le habrían quitado la vida. Pero Él no podía darse por satisfecho con nada menos que el lugar que Le correspondía. Con Jesús es todo o nada. Hemos de reconocerle como Rey, o no recibirle de ninguna manera.

(iii) Igualmente nos muestra Su invitación. No era sentarse en un trono lo que pretendía, sino ser Rey de los corazones. Vino humildemente y cabalgando sobre un asnillo. Debemos tener cuidado de entender el verdadero sentido de ese gesto. En Occidente, el burro es una acémila despreciable; pero en Oriente el asno se consideraba un animal noble. Era corriente que un rey entrara en una ciudad cabalgando sobre un asno; pero en ese caso era señal de que venía en son de paz. El caballo era la montura para la guerra; el asno era la montura para la paz. Así que cuando Jesús Se presentó como Rey, Se presentó como Rey de Paz. Mostró que había venido, no para destruir, sino para amar; no para condenar, sino para salvar; no por la fuerza de las armas, sino por la del amor.
Así pues, a la misma vez, vemos el coraje de Cristo, las credenciales de Cristo, la invitación de Cristo. Era Su última invitación a que Le abrieran, no las puertas de sus palacios, sino las de sus corazones.

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