Por El
Contendor
Mi
publicación del 07-04-12, cuyo título es “¿DESCENDIÓ JESUS A LOS INFIERNOS?” tiene una estrecha relación con el tema que desarrollamos a
continuación: luego de su resurrección, ¿Jesús
predicó el Evangelio a los muertos?
1Pe 3:18 Porque también Cristo padeció una sola vez
por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
1Pe 3:19 en el cual también fue y predicó a los
espíritus encarcelados,
1Pe 3:20 los que
en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en
los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es
decir, ocho, fueron salvadas por agua.
William Barclay
comenta estos versículos 1Pedro 3:18-19-20
Cuando
pasemos estos dos versículos y nos adentremos en el pasaje, podremos añadir dos
grandes verdades más a lo que Pedro nos dice acerca de la obra de Cristo. En
3:19 dice que Jesús predicó a los espíritus en prisión; y en 4:6 dice que el
Evangelio fue predicado a los que ya estaban muertos. Como pasaremos a ver, lo
más probable es que esto quiera decir que entre Su muerte y Su Resurrección Jesús predicó el Evangelio en la morada de
los muertos; es decir, a los que no habían tenido oportunidad de oírlo en vida.
Aquí hay un pensamiento tremendo. Quiere decir
que la obra de Cristo es infinita en su aplicación. Quiere decir que ninguna
persona que haya vivido nunca está fuera de la Gracia de Dios.
Pedro ve la obra de Cristo en términos de un
triunfo completo. Dice que después de Su Resurrección Jesús entró en el
cielo y está a la diestra de Dios, y que los ángeles, las autoridades y los
poderes se Le han sometido (3:22).
Lo que quiere decir que no hay nada ni en la
Tierra ni en el Cielo fuera del imperio de Cristo.
Para todas las personas trajo una nueva relación
con Dios; en Su muerte aun llevó la
Buena Noticia a los muertos; en Su Resurrección conquistó la muerte; hasta
los poderes angélicos y demoníacos Le están sujetos; y comparte el mismo poder
y trono de Dios. Cristo, el Que sufrió, ha llegado a ser Cristo, el Que venció;
Cristo el Crucificado ha llegado a ser Cristo el Coronado.
Ya hemos dicho que nos encontramos de cara aquí
con uno de los pasajes más difíciles, no sólo de la Primera de Pedro, sino
de todo el Nuevo Testamento; y si hemos de captar su significado, debemos
seguir el consejo del mismo Pedro y ceñirnos bien los lomos del entendimiento
para estudiarlo.
Este pasaje está alojado en el Credo católico en
la frase «descendió a los infiernos.» En primer lugar debemos advertir que esta
frase es muy confusa. La idea del Nuevo Testamento no es que Jesús descendió al
infierno, sino que descendió al hades.
Act_2:27 , como todas las
traducciones modernas muestran correctamente, debe traducirse, no: "No
dejarás mi alma en el infierno,» como decía la antigua versión Reina-Valera,
sino: "No dejarás mi alma en el Hades,» como corrigió la revisión de 1960.
La diferencia es ésta: el infierno es el lugar de castigo de los malvados; el hades era el lugar donde estaban todos
los muertos.
Los judíos tenían una concepción muy sombría de
la vida más allá de la tumba. No pensaban en términos de Cielo e infierno, sino
del mundo de las sombras en el que los espíritus de los seres humanos que ya
habían muerto se movían como fantasmas grises en una penumbra perdurable y
donde no había ni fuerza ni alegría. Tal era el hades al que los espíritus de
todas las personas iban después de la muerte. Isaías escribe: «Porque el Seol
no Te exaltará, ni Te alabará la muerte; ni los que descienden al sepulcro
esperaran Tu verdad» (Isa_38:18 ). El
salmista escribió: «Porque en la muerte no hay memoria de Ti; en el Seol, ¿quién Te alabará? (Psa_6:5 ).
Conforme fue pasando el tiempo surgió la idea de
etapas y divisiones en esa tierra de las sombras. Para algunos, duraría para.
siempre; para otros, era una especie de prisión en la que se estaría hasta que
el juicio final de la ira de Dios los desintegrara (Isa_24:21 s; 2Pe_2:4
; Apocalipsis 20:1-7). Así que debe recordarse en primer lugar que todo
este tema se refiere, no al infierno, tal como entendemos esta palabra, sino
que Cristo fue a los muertos que estaban en su mundo tenebroso.
Esta doctrina del descenso a los infiernos, como
la llamaremos desde ahora, se base en dos frases del presente pasaje. Dice que
Jesús fue y predicó a los espíritus que estaban en prisión (3:19); y habla de
que el Evangelio les fue predicado a los muertos (4:6). En relación con esta
doctrina siempre ha habido actitudes divergentes entre los pensadores.
Algunos grandes intérpretes del Nuevo Testamento,
creen de veras que Pedro está diciendo que Jesús fue al hades y predicó; pero
no a todos los habitantes del hades ni mucho menos. Los diferentes intérpretes
limitan aquella predicación de diferentes maneras.
(a) Se mantiene que
Jesús predicó en el hades solamente a los espíritus de las personas que
fueron desobedientes en los días de Noé. Los que mantienen este punto de vista
llegan a menudo a discutir que, puesto que esos pecadores fueron tan
desobedientes que Dios acabó por mandar el diluvio y destruirlos (Gen_6:12 s), podemos creer que nadie está
totalmente fuera de la misericordia de Dios. Eran los peores de todos los pecadores;
y, sin embargo, se les dio una nueva oportunidad para arrepentirse; por tanto,
las peores personas siguen teniendo una oportunidad en Cristo.
(b) Se mantiene que
Jesús predicó a los ángeles caídos; pero les predicó, no la Salvación, sino la
terrible condenación final. Ya hemos mencionado a esos ángeles. Su historia se
nos relata en Gen_6:1-8 . Fueron
tentados por la belleza de las mujeres mortales; vinieron a la Tierra, las
sedujeron y les engendraron hijos; y a causa de su acción, se infiere, la maldad
humana llegó al colmo, y sus pensamientos eran siempre malos. 2Pe_2:4 habla de estos ángeles pecadores que
están presos en el infierno esperando el juicio. De hecho, fue a ellos a los
que predicó Enoc; y algunos piensan que lo que quiere decir este pasaje no es
que Cristo predicó la misericordia y una segunda oportunidad, sino que, en
señal de Su triunfo definitivo, predicó la terrible condenación de aquellos
ángeles que habían pecado.
(c) Se
mantiene que Cristo predicó solamente a los que habían sido íntegros, y
que los condujo del hades al Paraíso de Dios. Ya hemos visto que los judíos
creían que todos los muertos iban al hades, la sombría tierra del olvido. Se
mantiene que antes de Cristo era esa la situación; pero Él le abrió las
puertas del Paraíso a la humanidad; y, al hacerlo, fue al hades y les dio la
buena noticia a todos los justos de todas las generaciones pasadas y los sacó
de allí y Se los llevó a Dios. Este es un cuadro maravilloso. Los que mantienen
este punto de vista suelen pasar a decir que, gracias a Cristo, ya no hay que
pasar tiempo en las sombras del hades, y está abierto el camino al Paraíso tan
pronto como se sale de este mundo.
Si Cristo descendió al hades y predicó allí, no
hay rincón del universo al que no haya llegado el Mensaje de Gracia.
En este pasaje tenemos la solución de uno de los
interrogantes inquietantes que suscita la fe cristiana: ¿Qué les sucederá a los
que vivieron antes de Jesucristo y a aquellos a los que nunca alcanzó el
Evangelio?
No puede haber salvación sin arrepentimiento;
pero, ¿cómo pueden arrepentirse los que nunca se han visto confrontados con el
amor y la santidad de Dios? Si no hay otro nombre por el que la humanidad pueda
salvarse, ¿qué les sucederá a los que nunca lo han oído? Esta es la verdad a la
que se aferraba Justino Mártir hace mucho tiempo:
" El
Señor, el santo Dios de Israel, se acordó de Sus muertos, los que estaban
durmiendo dentro de la tierra, y descendió a ellos para proclamarles la Buena
Nueva de Salvación.»
La doctrina del descenso al
hades conserva la preciosa verdad de que ninguna persona que haya vivido nunca
ha quedado excluida al ofrecimiento de la Salvación de Dios.
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1Pe 4:4 A éstos [los gentiles] les parece cosa extraña que vosotros no
corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan;
1Pe 4:5 pero ellos darán cuenta al que
está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.
1Pe 4:6 Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos,
para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según
Dios.
Porque para esto se les ha predicado el Evangelio
hasta a los muertos: para que, aunque ya han sido juzgados en la naturaleza
humana, puedan vivir en el Espíritu con la vida de Dios.
Este pasaje tan difícil acaba con un versículo
muy difícil.
De nuevo nos encontramos la idea de que el Evangelio
les fue predicado a los muertos.
Por lo menos tres significados diferentes se han
adscrito a los muertos.
(i) Se ha tomado como refiriéndose a los muertos
en el pecado, no los que están físicamente muertos.
(ii) Se ha tomado como los que mueran antes de
la Segunda Venida de Cristo; pero que oyeron el Evangelio antes de morir y
no se perderán la gloria.
(iii) Se ha tomado, sencillamente, por todos los muertos. No cabe la menor
duda de que este tercer sentido es el correcto; Pedro acaba de hablar del descenso
de Jesús al lugar de los muertos, y aquí vuelve a la idea de Cristo predicando
a los muertos.
No se le ha encontrado nunca un sentido
plenamente satisfactorio a este versículo; pero creemos que la mejor
explicación es la siguiente.
Para las personas mortales, la muerte es el
castigo del pecado, como dijo Pablo: "Como el pecado entró en el mundo por
un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombre,
por cuanto todos pecaron» (Rom_5:12
).
La muerte es ya en sí un juicio. Así que Pedro
dice que todas las personas ya han sido juzgadas al morir; a pesar de eso,
Cristo descendió al mundo de los muertos y predicó allí el Evangelio, dándoles
otra oportunidad para vivir en el Espíritu de Dios.
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