EL CONTENDOR POR LA FE

Dedicatoria:



A la Revista Evangélica homónima que se publicó entre los años 1924 al1993. A sus Directores y Redactores a quienes no conocí personalmente, pero de quienes tomé las banderas, para tratar de seguir con humildad el camino de servir a Dios trazado en la revista durante casi 70 años.



sábado, 12 de abril de 2014

LOS LADRONES EN LA CRUZ


LOS LADRONES EN LA CRUZ

Por El Contendor

El tema de la salvación debería preocupar muy seriamente a todo ser humano.

He usado la palabra “preocupar” pues, en su 3ª acepción, significa Dicho de algo que ha ocurrido o va a ocurrir: Producir intranquilidad, temor, angustia o inquietud.”

Cualquier persona sensata que se disponga a planear su futuro, no puede dejar de preocuparse cuando imagina el final de su camino.
Tenemos en la Biblia varios ejemplos de personas que planearon su futuro pero trazando el camino equivocado. En una parábola, el Señor Jesucristo nos deja un ejemplo muy claro:

Luc 12:16  También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.

Luc 12:17  Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?

Luc 12:18  Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;

Luc 12:19  y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.

Luc 12:20  Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?

Luc 12:21  Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.

 Como vemos, este hombre rico había planeado su futuro y puso su confianza en sus riquezas; él no tenía por qué preocuparse por su futuro, y era tal su confianza que no advirtió que allí no más, al lado suyo, había una tumba abierta que él ocuparía esa misma noche.

A este hombre, Dios le llama necio, y sabemos cuál es la actitud de los necios:

Salmo 53:1 Dice el necio en su corazón: No hay Dios.

 Se han corrompido, e hicieron abominable maldad;

 No hay quien haga bien.

Está de más decir que el destino eterno de personas como este hombre rico, no puede ser otro que la condenación eterna; no por ser rico, sino por haber desechado a Dios y haberlo reemplazado por la seguridad de sus riquezas.

Nadie puede ser tan necio que pueda vivir sin pensar, sin considerar, que ocurrirá cuando “vengan a pedirle su alma”.

El hombre sensato busca a Dios (Isaías 55:6) porque sabe que en Él encuentra la salvación y vida eterna, muy por el contrario, el necio lo elude pues se aferra a las cosas del mundo (riquezas, poder,  fama, diversiones, etc.) que el Adversario le pone por delante para atraparlo en su lazo.

Pero para ambos, el sensato y el necio, la tumba puede estar a la vuelta de una esquina, y las consecuencias de sus actitudes serán por la eternidad ni bien dejen sus cuerpos en el sepulcro.

El hombre sensato se preocupó en asegurar su salvación antes de tropezar con la muerte. El hombre necio vive su vida terrenal como si fuera eterna y en cualquier momento la muerte le sale al paso.

Conozco a personas que viven de esta manera, la mayoría de la humanidad vive así. Dios es misericordioso, pero no abusemos de su misericordia, vivamos con temor y temblor delante de Él porque, aun siendo sus hijos adoptivos, no escatimará el castigo de su vara cuando nos desviemos de su camino, (Hebreos 12:6).

Pero la disciplina del Señor al que recibe por hijo, es la de un Padre amoroso que quiere retener a su hijo para que no se aleje de Él. En cambio, el castigo eterno es el alejamiento total de Dios (Mateo 25:41) para ser echados por la eternidad al lago de fuego y azufre.

Este es el destino final de todo aquél que rechaza el regalo de la gracia que podemos recibir cuando hacemos las palabras de:

Romanos 10:9  que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

(10:10)  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

 Escuchar el Evangelio y no aceptar el regalo de la gracia o dejar el hacerlo para último momento, es arriesgarse a cambiar unos pocos años de gozos terrenales por una irreversible condena eterna a sufrir en el lago de fuego y azufre junto con Satanás y sus ángeles perversos.
Dios, por su gran misericordia, no deja de ofrecernos el regalo de su gracia, aún en el mismo umbral de la muerte.  Sírvanos  esto de consuelo para aquellos que tengamos personas muy cercanas en nuestros afectos quienes, sabemos, se resisten a creer.
No nos cansemos de orar por ellos ni hablarles de la salvación por gracia y de la misericordia de Dios porque aunque, en apariencia, no veamos los resultados de inmediato, sin embargo no debemos olvidar que dijo el Señor:

Isa 55:11  así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.

 El Evangelio según Lucas, nos narra uno de los más dramáticos momentos de la cruz,

 Lucas 23:33  Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron [a Jesús] allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

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 Y allí estaba el Señor recibiendo las injurias y el escarnio del pueblo, los soldados y aún los gobernantes.

 Luc 23:39  Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.

Luc 23:40  Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?

Luc 23:41  Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.

Luc 23:42  Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

Luc 23:43  Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

 ¡Qué maravillosa promesa recibió este malhechor!; nada menos que el mismo Jesús, el Rey de reyes, el Señor de señores le estaba franqueando las puertas de Su Reino.
¿Cómo pudo ocurrir esto? ¡Un malhechor, un delincuente de quien sólo el Señor pudo saber de cada delito que este hombre había cometido!
Analicemos cuáles fueron los factores que coadyuvaron para que este malhechor fuera salvo minutos antes de su muerte.
1). En algún momento de la malvada vida de este hombre, alguien fue enviado para
presentarle las buenas nuevas de la salvación:

 Romanos 10:13  porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
Romanos 10:14  ¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
Rom 10:15  ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!

Pero, como ocurre con muchas personas en nuestros días, el malhechor decidió seguir con su vida impía; no obstante, la Palabra ya se había instalado en algún remoto lugar de su conciencia.
2). Ésta despertó de su letargo y le recordó la enormidad de sus pecados y el temor de Dios le hizo entender la dimensión de su inminente condena.
3). Reconoció la inocencia del Cordero de Dios y lo injusto de Su padecimiento y, en la misma presencia del Señor, se reconoció como pecador y que la pena que ellos recibían era el justo castigo por sus actos criminales.
4). Reconoció en Jesús a su Rey y puso su fe en Él como su Salvador, pidiéndole con humildad que se acordara de él cuando viniera en Su Reino. Y,  ¡qué cosa admirable! seguramente esta expresión de sus sentimientos, ¡le reservaron una corona!

2Ti 4:8  Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

Observemos este detalle: la fe en Cristo de este malhechor no era poca cosa. Se necesita una enorme fe para creer que ese Jesús que estaba allí, clavado en una cruz, indefenso, agonizante,  escarnecido e injuriado por todos ¿cómo podía ser un Rey?
Si estaba muriendo, ¿cómo podría volver en Su Reino?
El ladrón malvado se burlaba e injuriaba al Señor porque, seguramente, se habría hecho esas preguntas sin encontrar respuestas.
Pero el malhechor arrepentido encontró las respuestas, porque creyó en su corazón que el que estaba a su lado era el Hijo de Dios.

 Este malhechor, en el momento de su inminente muerte, habló con las palabras que brotaban de un corazón arrepentido y deseoso de encontrarse con su Salvador con la urgencia de quien espera a alguien muy amado. Es probable que pensara que quizás transcurriría un largo tiempo hasta el momento del ansiado encuentro, pero Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Ya, en una próxima nota, me ocuparé de rebatir a los detractores de esta maravillosa promesa del Señor Jesucristo.

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