Por
El Contendor
En la
publicación anterior, definimos el “tiempo para perdición” como: “Es el tiempo de todos los que anduvieron y
andan por el mundo sin Cristo: muchos ignorándolo, otros esquivándolo, otros
rechazándolo.”
Cualquiera
de estos están viviendo un tiempo
de perdición, inmersos en el mundo,
atrapados en la prisión de sus pecados. Los que viven conforme
a las reglas del mundo, siguiendo sus costumbres, jolgorios y desenfrenos están
actuando tal como lo hacían los judíos en tiempos de Isaías; desoían las
advertencias que Dios les hacía a través del profeta y decían:
“Isaias
22:13
…………………….Comamos y bebamos, porque mañana moriremos.”
Esa misma indiferencia
encontramos hoy entre la gente que nos rodea.
Pero lo peor de esta
actitud es que el “porque mañana moriremos” implica una ignorancia o incredulidad
rayanas con la inconsciencia.
Porque los que así piensan
creen justificar su desenfreno con la palabra “porque” que en este caso
equivaldría a “bajo el pretexto de que”.
Aquellos cuya manera de
vivir se encuadra dentro de esa filosofía están acostumbrados a medir sus experiencias humanas en función del
tiempo.
Saben que si están
felices, en algún momento dejarán de estarlo.
Si están enfermos, la
enfermedad se curará algún día o la muerte acabará con el padecimiento. Si
están fatigados, con un tiempo de descanso se recuperarán. Etc. etc. etc. Todo
está limitado o acotado por el tiempo.
Quienes han tenido un
dolor de muelas o de oído o una quebradura o en las mujeres, los dolores de
parto, por intenso que haya sido el dolor, el tiempo o la medicina o ambas
cosas han llevado alivio al paciente.
La neuralgia del
trigémino, es un dolor tan insoportable que ha llevado a algunos al suicidio.
Pero todos los
padecimientos humanos ciertamente tendrán su fin en esta vida, aun cuando sea
la misma muerte quien les ponga límite.
Hagamos por unos momentos
un ejercicio mental: imagine que usted está padeciendo el dolor más fuerte que
haya experimentado en su vida; que además está encerrado en una prisión lúgubre
y tenebrosa, en un ambiente irrespirable, sin posibilidad de escapar, que no
hay medicinas ni alivio posible, que no
hay quien le consuele, que las únicas voces que se escuchan son gritos desgarradores, maldiciones y blasfemias.
Seguramente usted temerá encontrar escrita en la pared rocosa la conocida frase
“Quienes aquí entráis, dejad afuera toda
esperanza”
(“La Divina Comedia de
Dante Alighieri”).
Sí, efectivamente, no hace
falta que nadie se lo anuncie: ¡usted está en el infierno!
Si usted no quiso creer cuando escuchaba hablar del infierno, del castigo
eterno, del lago de fuego y azufre, tenga la absoluta seguridad que cuando
usted deje esta vida terrenal se va a encontrar allí, en ese horrible lugar.
Pero habrá una diferencia que está fuera de toda experiencia humana: que el dolor y el horror que lo está atormentando
son para siempre, por toda la eternidad, no hay descanso ni fin, ni esperanza
de que acabe.
¡Desdichados de los que tengan
que escuchar al Señor dictar esta sentencia!:
Mateo 25:41 Entonces dirá
también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles
Apocalipsis 20:10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde
estaban la bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los
siglos de los siglos.
Ya hemos tocado el tema
del infierno y la eterna condenación en la publicación del 17/04/2014
título “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL
PARAÍSO”, (releer) pero no me cansaré de
insistir sobre este tema porque este blog está destinado para un único fin:
procurar la salvación de las almas llevándolas a los pies de Cristo para la
gloria de Dios.
Las corrientes de las falsas doctrinas y las sectas heréticas
de estos últimos tiempos arrastran multitudes de incautos presentando la
apariencia de un falso avivamiento cuando, en realidad, son los protagonistas
de la más virulenta apostasía.
A causa de esto, muchos creen que están transitando
por el camino de la salvación, cuando, en verdad, ignoran que en el final del
camino les espera el infierno, la eterna condenación.
Conclusión:
La gran mayoría de los evangelistas, maestros, pastores y
predicadores de estos tiempos prefieren no hablar del infierno y hasta temen
mencionar esta palabra. Muchos de ellos revuelven versículos y versículos de la
biblia con el afán de encontrar algún fundamento que les permita negar la
existencia del castigo eterno.
Algunas sectas han
incorporado esta herejía a sus credos; los Adventistas, los Mormones y los
Testigos de Jehová son algunas de ellas.
En una entrada de este
mismo blog, fecha 15/10/2012 de título “¿Existe el castigo eterno?” quedan
rebatido todos los argumentos que ellos usan para sostener esta herejía, (la
inexistencia del castigo eterno).
La iglesia romana por
doctrina de Juan Pablo II, llegó a afirmar que el infierno y el castigo eterno
era simplemente una forma figurada de describir el estado de las almas
separadas eternamente de Dios. Luego, Benedicto XVI volvió a la antigua
doctrina del infierno real.
Como vemos, el infierno y
el castigo eterno es un tema del que la gente prefiere no hablar. Es como si
emplearan el método del viejo mito del avestruz, esconder la cabeza para no
enfrentar el peligro.
Yo no dejaré de hablar y
advertir sobre la eterna condenación de los impíos porque no puedo admitir en
mi mente que alguna de las personas que forman el círculo de mis afectos más
caros, puedan correr tan tremenda suerte. Imaginar que padre, madre, hermanos,
hijos, nietos, amigos, etc. puedan enfrentar el sufrimiento eterno, ¡oprime
nuestra alma con una tristeza indescriptible!.
Si son las personas con
las que convivimos, conocemos sus caras, sus voces, sus risas sus llantos,
aquéllas con las que compartimos muchas
horas de nuestra vida, no queremos ni imaginarnos que podamos perder alguno de
ellos en el castigo eterno.
Pero el hecho de ignorarlo
o no hablar de él, no implica que el infierno no existe.
Sólo hay una forma de
salvarse de caer en él y pasar allí la eternidad; mientras usted transita por
el mundo tiene las únicas dos opciones: elige el camino ancho y bien
pavimentado que lleva a la perdición eterna, o elige el camino angosto y
pedregoso donde están marcadas las benditas huellas del Señor que lleva a la
salvación y a la vida eterna. Pero tiene que elegir ¡AHORA, es perentorio!; es
una decisión que no puede postergarse.
Es Dios el que decide
cuando llega el fin de la vida terrenal de cualquier ser humano ya sea de un
niño de un año o de un anciano de 100 años. Pero cuando llega el fin, asegúrese
de tener a Cristo en su corazón, gobernando su vida; es decir: asegúrese que
usted ha nacido de nuevo en Cristo, que las cosas viejas pasaron y usted ya no
volverá al camino ancho de la perdición, no volverá porque ahora camina con el
Señor.
Romanos 8:37 Antes, en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de aquel que nos amó.
(Rom
8:38) Por lo cual estoy seguro de que ni
la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo
presente, ni lo por venir,
(Rom 8:39)
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús
Señor nuestro.
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