Por
El Contendor
El
tema que desarrollaremos hoy es, en
cierto modo, la secuela o consecuencia de lo publicado el 12 de abril de 2014 bajo el encabezado “Los
ladrones en la Cruz”.
Alguien
podrá argumentar que el tema de la salvación se ha reiterado en este blog hasta
el hartazgo; pero yo opino que nunca será suficiente insistir sobre un tema del
que depende el futuro eterno de tanto ser humano.
Recordemos
la escena que nos narra el evangelio de Mateo:
“Mateo
9:36 Y al
ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y
dispersas como ovejas que no tienen pastor”
También en estos tiempos hay multitudes desamparadas y dispersas que
no tienen pastor (los que no creen en Jesucristo, los cabritos) y otras ovejas
engañadas que son arrastradas por un falso pastor (el ladrón, el salteador)(Juan
10:11-14). Pero en cualquiera de los casos, ovejas engañadas y cabritos, van
rumbo al despeñadero.
Nosotros, los creyentes que tenemos a nuestro Buen Pastor, ¿no
tendremos compasión de esa multitud de personas que no tienen un Salvador y su
destino es el infierno, el fuego eterno? Personas que pueden estar muy lejos,
en regiones distantes en el planeta, o también muy cerca nuestro, y también muy
cercanas a nuestro corazón. Como el
Señor, al ver las multitudes desamparadas y dispersas, ¿no nos conmueve el amor
de Cristo, no nos lleva a tener compasión de ellos?
WILLIAM BARCLAY comenta:
“Cuando Jesús vio aquel gentío de hombres
y mujeres normales y corrientes Se
conmovió de compasión. La palabra que se usa en el original es splanjnistheis, la palabra más fuerte
que hay en griego para la piedad. Procede de la palabra splanjna, que quiere decir las entrañas, así es que describe la compasión que le conmueve a
uno en lo más íntimo de su ser.
Se conmovía de compasión por el desconcierto del mundo. Eso fue lo
que Le conmovió en esta ocasión. La gente normal anhelaba a Dios
desesperadamente; y los escribas y los fariseos, los sacerdotes y los saduceos,
los pilares de la ortodoxia de Su tiempo, no tenían nada que ofrecer. Los
maestros ortodoxos no ofrecían ni dirección, ni consuelo, ni estímulo.
Las palabras que se usan para describir
el estado de la gente corriente son gráficas. La que hemos traducido por desconcertados es eskylmenoi. Puede describir un
cadáver despellejado y mutilado; algo
que ha sido saqueado por gente
rapaz, o vejado por gente sin
piedad, o tratado con insolencia
desenfrenada; alguien que está totalmente exhausto de un viaje que parece interminable. La palabra que
hemos traducido por abatidas es
errimenoi. Quiere decir yacer postrado. Puede describir a una
persona derribada por heridas morales.
Los líderes judíos, que deberían dar
fuerza para vivir, estaban desconcertando a las personas con argumentos sutiles
acerca de la Ley que no ofrecían ni ayuda ni consuelo. Cuando deberían estar
ayudando a las personas a mantenerse en pie, estaban despegándolas bajo el peso
insoportable de la ley de los escribas. Les ofrecían a las personas una
religión que era un obstáculo en vez de un apoyo. Debemos recordar siempre que
el Cristianismo existe, no para desanimar, sino para animar; no para doblegar a
las personas con cargas, sino para hacer que se remonten con alas como de
águilas”.
Miremos
alrededor nuestro; muchas de las personas que vemos pueden formar parte de esas
multitudes desamparadas y dispersas: conocidos, desconocidos, vecinos,
compañeros, amigos, parientes, familiares. Fijemos la vista en alguno de ellos
y hagamos la pregunta aparentemente contradictoria ¿Cómo será la vida de esta
persona después de su muerte? ¿Resistiría tu conciencia imaginar a esa persona
que estás viendo ahora, en las tinieblas y el fuego del infierno gritando y
retorciéndose del dolor consumido por el fuego eterno, sin consuelo, sin
esperanza, y por la eternidad?
Ese es el fin
de los que rechazan la dádiva de Dios, la Salvación por gracia, sin obras
nuestras. Cristo compró nuestra Salvación al precio de su sangre, de su vida, y
es el regalo que nos da. Debemos aceptarlo ahora,
sin tardanza.
El caso del
ladrón perdonado en la cruz del calvario no vale, de ninguna manera, para postergar
el momento de tomar la decisión de tener a Cristo como nuestro Salvador;
cualquiera de nosotros está expuesto a que la muerte lo sorprenda en cualquier
momento sin darnos tiempo de invocar el nombre de Jesús.
Veamos un
párrafo del sermón que Charles Spurgeon donde se nos advierte sobre este tema:
El pecador ya estaba casi ante las
puertas del infierno, pero la misericordia todopoderosa lo levantó, y el Señor
dijo, "Hoy estarás conmigo en el paraíso." ¡Qué cambio de la cruz a
la corona, de la angustia del Calvario a la gloria de la Nueva Jerusalén! En
esas pocas horas el mendigo fue elevado del estercolero y fue puesto entre
príncipes. "Hoy estarás conmigo en el paraíso." ¿Pueden medir el
cambio de ese pecador, abominable en su iniquidad cuando el sol estaba en lo
alto del mediodía, a ese mismo pecador, vestido de blanco puro, y aceptado en
el Amado, en el paraíso de Dios, al ponerse el sol? ¡Oh, Salvador glorioso, qué
maravillas puedes obrar! ¡Cuán rápidamente puedes obrarlas!
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El
demonio quiere predicar esta mañana un poco. Sí, Satán pide pasar al frente y
predicarles; pero no se le puede permitir. ¡Vete, engañador! Sin embargo no me
asombraría si se acerca a algunos de ustedes cuando termine el sermón, y les
diga en voz baja, "Vean que pueden ser salvos en el último momento.
Pospongan el arrepentimiento y la fe; pueden ser perdonados en su lecho de
muerte." Señores, ustedes saben quién es el que quiere arruinarlos con
esta sugerencia. Aborrezcan su enseñanza engañadora. No sean ingratos porque
Dios es bondadoso. No provoquen al Señor porque es paciente. Una conducta así
sería indigna e ingrata. No corran un riesgo terrible simplemente porque uno
escapó al peligro tremendo. El Señor aceptará a todos los que se arrepientan;
¿Pero cómo saben ustedes que se van a arrepentir? Es verdad que un ladrón fue
salvo pero el otro se perdió. Uno es salvo, y por lo tanto no podemos
desesperar; el otro está perdido, y por lo tanto no podemos presumir. Queridos
amigos, confío que ustedes no están hechos de tan diabólica sustancia como para
sacar de la misericordia de Dios un argumento para continuar en el pecado. Si
ustedes lo hacen, sólo les puedo decir que la perdición de ustedes será justa;
la habrán traído sobre ustedes mismos.
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