Romanos 5:12 dice:
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y
por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron.”
Según venimos viendo desde
el último post publicado en El Contendor, pudimos apreciar como Dios describe
la naturaleza pecaminosa del hombre, y como ésta se hace extensiva a todos los
hombres a lo largo de todas las épocas y de todo el mundo tal y como describe
el versículo que arriba encabeza.
El punto que trataremos en
esta cuarta parte del estudio que venimos haciendo sobre la salvación por la
gracia y la condena por la ley tiene que ver con lo que es el pecado en sí
mismo, y sus consecuencias. Así que la primera pregunta que debiéramos hacernos
para poder entender bien de qué habla Dios cuando dice: “por cuanto todos
pecaron” es: ¿qué es el pecado?
Para empezar a responderla
debemos ir directamente sobre el versículo de Romanos 5:12 y al leerlo
notaremos que está remitiéndonos a un hecho que se da en Génesis 2 y 3 cuando Adán
y Eva desobedecen el mandato de Dios:
16 Y mandó
Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;
17 más del
árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás. (Genesis 2:16-17)
Aquí en Génesis 2 vemos
expresado el mandato que Dios da a Adán prohibiéndole que comiera del árbol de
la ciencia del bien y del mal, bajo la advertencia de que la consecuencia que acarrearía
la desobediencia de dicho mandato seria la muerte, algo totalmente no conocido
por Adán quien hasta este punto de la historia es un ser inocente y sin mancha
ni contaminación por el pecado.
Luego vamos directamente
sobre Génesis 3
3 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del
campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha
dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
2 Y la
mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos
comer;
3 pero del
fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni
le tocaréis, para que no muráis.
4 Entonces
la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
5 sino que
sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis
como Dios, sabiendo el bien y el mal.
6 Y vio la
mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y
árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella.
7 Entonces
fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces
cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
8 Y oyeron
la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre
y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del
huerto.
9 Mas
Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
10 Y él
respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me
escondí.
11 Y Dios le
dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te
mandé no comieses?
12 Y el
hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo
comí.
13 Entonces
Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La
serpiente me engañó, y comí.
14 Y Jehová
Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas
las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y
polvo comerás todos los días de tu vida.
15 Y pondré
enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te
herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
16 A la
mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor
darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido,[a] y él se enseñoreará de ti.
17 Y al
hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de
que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa;
con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
18 Espinos y
cardos te producirá, y comerás
plantas del campo.
19 Con el
sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella
fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
20 Y llamó
Adán el nombre de su mujer, Eva,[b] por cuanto ella era madre de todos los
vivientes.
21 Y Jehová
Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.
22 Y dijo
Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el
mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.
23 Y lo sacó
Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
24 Echó,
pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una
espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del
árbol de la vida.
Luego de leer Como Satanás
tentó a Adán y a Eva a desobedecer el mandato divino y como estos cayeron en la
tentación y comieron del árbol que Dios les prohibió comer, nos centramos en
los versículos 19 y 24. En el V. 19 la
biblia dice que Dios maldijo al hombre condenándole a comer con el sudor de su
frente “hasta que vuelva a la tierra” en clara relación a lo que El mismo le
advirtió que sucedería el día que desobedeciera el mandamiento de no comer del árbol
de la ciencia del bien y del mal. “polvo eres, y al polvo volverás” es la
sentencia de muerte que Dios establece para el hombre. Aquí vemos establecida
de manera literal la muerte física como la consecuencia de la desobediencia. Y a
lo largo del capítulo vemos que la definición más clara de pecado es el
levantamiento, la omisión, y la desobediencia de la autoridad y mandato divino.
Pecado es todo aquello que se levanta contra Dios, que es contrario a su
perfecta y santa voluntad y que por tanto se convierte en una ofensa a su
santidad. Al desobedecer, tanto Adán como Eva se convirtieron en los primeros
hombres pecadores, y desde el origen mismo la raza entera quedo contaminada con
ese germen de sublevación, contra su hacedor. Del mismo modo la consecuencia cayó
sobre Adán y paso a toda su descendencia.
Dicha consecuencia, también
es descrita en Génesis no solo como la destrucción física del hombre, sino también
la separación espiritual y absoluta de Dios, pues en el verso 24 vemos que Dios
echó fuera de su presencia al hombre, y puso al oriente del huerto querubines y
una espada encendida que se revolvía por todos lados para guardar el camino al árbol
de la vida.
Lo más interesante de este
V 24 es que Dios impide al hombre el acceso al árbol de la vida, y entonces la
pregunta más obvia es: ¿por qué impide Dios el acceso al árbol de la vida?
Desde luego esta pregunta esta respondida en el mismo capítulo, ya que si la
sentencia del pecado fue la muerte, este ya no tenía más acceso a la presencia
de Dios y por lo tanto estaba muerto espiritualmente también.
Ahora bien, todos
entendemos con bastante certeza la muerte física, pues es algo que
lamentablemente nos ha tocado ver en este mundo de muchas formas. Sin embargo,
la pregunta no es sencilla de responder cuando nos preguntamos ¿Qué es la
muerte espiritual?
Lo que podemos decir a la
luz de génesis 3 es que la muerte espiritual es la separación del hombre de la
presencia de Dios, y por eso este es echado fuera del huerto del edén. Sin
embargo, ¿es solo esto la muerte espiritual?
En Mateo 13 en la explicación
que Jesús hace de la parábola de la cizaña, se menciona el horno de fuego,
donde hay “lloro y crujir de dientes” y es una de las alusiones que Jesús hizo
al infierno y dice así:
36 Entonces,
despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos,
le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37 Respondiendo
él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
38 El campo
es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los
hijos del malo.
39 El
enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los
segadores son los ángeles.
40 De manera
que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de
este siglo.
41 Enviará
el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que
sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
42 y los
echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43 Entonces
los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene
oídos para oír, oiga.
En el versículo 41 dice
que todos aquellos que sirven de tropiezo y que hacen iniquidad serán echados
al horno de fuego. Más arriba Jesús habla sobre el momento en el que esto sucederá:
“el fin del siglo” haciendo referencia a un lapso de tiempo metafórico que
alude al día en que Dios establezca la efectividad completa y definitiva de su
sentencia sobre el hombre caído. Y se menciona al infierno como un lugar real,
de sufrimiento real y con fuego real.
Probablemente el versículo
que mejor explica la relación entre aquella sentencia en Génesis 3 y el
infierno se encuentra en apocalipsis 21:8
8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas,
los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su
parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda
Habla del mismo lugar al
que hace referencia Jesús cuando describe el horno donde es el lloro y el
crujir de dientes, y lo describe como un lago que arde con fuego y azufre dándole
este título de “muerte segunda” haciendo clara referencia a que es aquella
muerte (o separación de la presencia de Dios) que viene después de la primera
muerte (que es la muerte física). El infierno, es pues, la consumación definitiva
de la condena que Dios estableció para todos los hombres por sus pecados. Y es también
aquella manifestación absoluta de la justicia divina expresada en Deuteronomio 4:24
cuando se lo describe a Dios como “fuego consumidor”:
“Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso.”
Luego se repite esto en
hebreos 12:29 donde vuelve a reiterar:
“29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.”
Llegando a este punto del análisis
sobre lo que es el pecado y sus terribles consecuencias bajo las cuales queda
expuesto todo ser humano (tal y como vimos anteriormente en este estudio) la
pregunta que más apremia es: ¿existe alguna manera en que el hombre pudiera
hallar una salvación de semejante fin? ¿Si hasta aquí se ha manifestado la
imparcial perfecta y terrible ira y justicia divina en relación al pecado,
donde está la gracia y la misericordia? ¿Puede el hombre hacer algo para
salvarse? ¿Es el cumplimiento de la ley una manera de evitar el infierno? Estas
preguntas son las que quedarán pendientes para resolver a la luz de las santas
escrituras en el próximo capítulo de este estudio.
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