Por El Contendor
Mateo
11:28 Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Mateo 11:29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas;
Mateo 11:30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
De acuerdo
con la definición de yugo que da el diccionario bíblico:
Barra de madera o armazón que
se coloca sobre el cuello de dos animales de tiro (generalmente reses vacunas)
para que tiren de un apero de labranza o de una carreta o carruaje. (Nú 19:2;
Dt 21:3; 1Sa 6:7.) En este último caso solían sujetarse por medio de dos tiras,
que rodeaban el cuello del animal. Algunos yugos, en vez de tener tiras,
estaban atravesados por estacas que bajaban por ambos lados del cuello de los
animales y se ataban con correas en torno a la garganta. En ocasiones, los
yugos se sujetaban a la base de los cuernos del animal.
Los términos griegos (zy·gós,
zéu·gos) que transmiten la idea de un yugo se derivan de la palabra zéu·gny·mi,
que significa “enyugar; uncir; juntar; atar; unir entre sí”. Generalmente se
uncían entre sí dos animales, por lo que la palabra griega zéu·gos puede
significar un “par” o “yunta” de animales.
Los esclavos a menudo tenían
que llevar cargas (compárese con Jos 9:27; 1Ti 6:1), y por esta razón el yugo
representaba apropiadamente una condición de esclavitud o sujeción a otra
persona, como la sujeción de Esaú a Jacob (Gé 27:40) o la sujeción a un
gobernante o nación (1Re 12:4-14; 2Cr 10:4-14; Eze 34:27), así como un estado
de opresión y sufrimiento. (Isa 58:6-9.)
Un
yugo de hierro denotaba una esclavitud más severa que un yugo
de madera. (Dt 28:48; Jer 28:10-14.) Y quitar o romper el yugo significaba
liberación de esclavitud, opresión y explotación. (Le 26:13; Isa 10:27; 14:25;
Jer 2:20; 28:2, 4; 30:8; Eze 30:18.)
La Ley que Dios dio a la nación
de Israel era un yugo, puesto que los colocaba bajo obligaciones y
responsabilidades para con Jehová Dios. Como lo que la Ley prescribía era
santo, justo y bueno, no obraba para perjuicio de los israelitas. (Ro 7:12.)
Sin embargo, no pudieron observarla a la perfección debido a su pecaminosidad e
imperfección, y, por lo tanto, resultó ser un yugo que ni ellos ni sus antepasados
fueron capaces de cargar (puesto que el quebrantarla resultó en condenación para
ellos).
Este fue el argumento de Pedro al mostrar que no era necesario imponer
a los cristianos gentiles la obligación de observar la “ley de Moisés”. (Hch
15:4-11.) La Ley misma no producía esclavitud, pero el pecado sí. (Ro 7:12,
14.)
Por lo tanto, el que alguien tratase de obtener la vida guardando la ley
mosaica a la perfección no solo resultaría imposible, sino también le
‘restringiría otra vez en un yugo de esclavitud’, pues por ser pecador y
esclavo del pecado, la Ley lo condenaría, una Ley que no proporcionaba ningún
sacrificio verdaderamente efectivo por los pecados, como lo hacía el rescate de Cristo. (Gál 5:1-6.)
Les dice: «Venid a Mí todos los que estáis rendidos bajo vuestras cargas.»
Para un judío
ortodoxo, la religión era cosa de cargas. Jesús dijo de los escribas y los
fariseos: «Atan cargas pesadas e insoportables, y se las ponen a los demás
sobre los hombros» (Mat_23:4 ). Para un judío, la religión
era cosa de reglas interminables. Se vivía en una selva de normas que regulaban
todas las situaciones de la vida. Se tenía que estar escuchando constantemente:
"No hagas eso.»
Hasta los
rabinos se daban cuenta de eso.
Hay una
clase de parábola lóbrega que se pone en boca de Koré, que muestra lo
impositivas y pesadas e imposibles que podían llegar a ser las demandas de la
Ley:
«Había una pobre mujer en la vecindad que tenía dos hijas y un campo.
Cuando empezaba a arar, Moisés (es decir, la Ley de Moisés) le decía: "No
debes arar con un buey y un asno juntos." Cuando empezaba a trillar, él le
decía: "Dame para la ofrenda elevada, y el primero y el segundo
diezmos." Ella se sometía a la ordenanza, y se lo daba todo. ¿Qué hizo
entonces la pobre mujer? Vendió el campo, y se compró dos ovejas para vestirse
con su lana y sacar algún provecho de los corderos. Cuando tuvieron los
corderos, Aarón (es decir, el sacerdocio) vino y le dijo: "Dame los
primogénitos." Ella cumplió la decisión, y se los dio: Cuando llegó el
tiempo de esquilar, y se puso a esquilar sus ovejas, vino Aarón y le dijo:
"Dame las primicias de la lana de las ovejas" Deu_18:4 ). Entonces ella pensó: "No puedo
resistir a este hombre. Mataré mis ovejas y me las comeré." Cuando hizo la
matanza, llegó Aarón y le dijo: "Dame la pierna, las quijadas y el
cuajar." Deu_18:3 ). Entonces ella
le dijo: "Ni siquiera matándolas estoy a salvo de ti. Pues, venga: las
consagro por voto" Y entonces Aarón le dijo: "En ese caso me
pertenecen enteras." Num_18:14 ). Y se marchó con ellas y la dejó llorando
con sus dos hijas»
Esta historieta es una parábola de las demandas continuas que hacía la
Ley sobre las personas en todas las circunstancias de la vida. Esas demandas
eran, sin duda, una carga.
Jesús nos invita a tomar Su yugo sobre nuestros hombros. Los judíos
usaban la palabra yugo con el
sentido figurado de someterse a
algo. Hablaban del yugo de la Ley, el yugo de los mandamientos, el yugo del
Reino, el yugo de Dios. Pero puede ser que Jesús tomara las palabras de esta
invitación de algo mucho más próximo a Su hogar.
Dijo:
"Mi yugo es fácil.» La palabra fácil es jréstós en griego, que quiere decir realmente que encaja bien.
Los yugos de los
bueyes se hacían en Palestina, de madera; se llevaba el buey al carpintero para
que le tomara las medidas; luego se desbastaba la madera, y se llevaba otra vez
al buey para probárselo: se le ajustaba
bien, para que no le hiciera daño en la testuz al paciente animal. Es
decir: que el yugo se hacía a medida, como una prenda de vestir, para que le
encajara bien al buey.
Es posible
que Jesús estuviera usando aquí un cuadro de Su taller de carpintero de Nazaret
en el que trabajó fielmente durante Sus años de silencio.
Jesús dice:
«Mi yugo encaja bien.» Lo que esto quiere decir es: "La vida que Yo te doy
no es una carga que te desuelle; tu misión está diseñada a tu medida para que
te vaya bien.» Lo que quiera que sea que Dios nos proponga encajará exactamente
con nuestras necesidades y habilidades.
Jesús dice:
"Mi carga es ligera.» Como decía un rabino: «Mi carga se ha convertido en
mi canción.» No es que sea siempre fácil de llevar; pero se nos impone con
amor; se nos propone llevarla con amor; el amor hace ligeras hasta las cargas
más pesadas.
Cuando recordamos el amor de Dios, cuando nos damos cuenta de que
nuestra carga es amar a Dios y amar a nuestros semejantes, entonces nuestra
carga se convierte en nuestra canción.
Se cuenta que un hombre se encontró una
vez a un chiquillo que llevaba a cuestas a otro aún más pequeño, que era cojo.
«Esa es mucha carga para que tú la lleves,» le dijo el hombre. Y el chiquillo
respondió: "No es una carga, señor;
es mi hermanito”.» La carga que se impone con amor y se lleva con amor es
siempre ligera.
¡Con qué diligencia, con qué sublime amor nos llama y nos invita
nuestro Salvador!
¡Con qué familiaridad nos dice: “He
aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apo 3:20).
Él ve al hombre fatigado, cargado, abatido, con el yugo de hierro con el que Satanás lo
ha uncido, lo ha sometido a la
esclavitud del pecado. Pero de su misericordia, de su compasión, de su amor
sublime, surge la invitación amorosa “venid a mí”; y la invitación se extiende
a “todos”, no sólo a los creyentes nacidos de nuevo, (que también estamos
expuestos a las cargas y sufrimientos que provienen del mundo pero ya liberados
por Cristo del yugo de Satanás), sino también la invitación se extiende al que
aún no cree (Juan 3:18) porque éste está condenado y permanece atado al yugo
del diablo.
Jesús te invita que vayas a Él, y sin excusas, con toda la sinceridad
de tu corazón, reconozcas lo que eres: un pecador, esclavo del pecado. Y como
tal, necesitas Su perdón, necesitas que te quite el pesado yugo de hierro de la condenación con todas sus cargas y cadenas, y descanses en sus amados brazos.
Si vamos a Él tenemos la
certeza de encontrar en sus brazos el refugio seguro y el alivio para todas
nuestras heridas y todas nuestras fatigas.
“El que no
está conmigo está contra mí” (Mateo 12:30) dijo el Señor. No hay neutralidad en
esta guerra espiritual, (Efesios 6:12) “porque no tenemos lucha contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de
este mundo contra huestes espirituales
de maldad en las regiones celestes”.
Esto
significa que si el Señor nos ha liberado del yugo de la esclavitud de los “gobernadores de las tinieblas de este mundo”,
ahora estaremos luchando junto a Él en la batalla contra las huestes malignas.
Pero antes
debemos sujetarnos al Jesús que nos invita a llevar Su yugo sobre nosotros,
para que aprendamos de Él la humildad y la mansedumbre de Su corazón.
Cuando se
unen dos bueyes por el yugo, es para que ambos caminen juntos, trabajen juntos
y se repartan las cargas. Caminando bajo el yugo de Jesús, aprendemos a caminar
con Él y como Él, por sus mismos caminos, con sus mismos pasos, y nadie podrá desviarnos del camino al Padre.
Además
tengamos presente que el divino Carpintero, ha estado preparando ese yugo para
nosotros. La madera es liviana pero fuerte.
Liviana para que no nos pese el
llevarlo, y fuerte para que resista sin romperse por el tironeo de los que
pretenden apartarnos de Él.
Además, lo ha
estado trabajando con amoroso esmero, redondeando todas sus aristas para que
ajuste sin lastimarnos.
Está hecho a
nuestra medida, para cada uno de
nosotros, porque Él nos amó
primero, y conocía nuestra necesidad de aferrarnos a Él; por eso su yugo es fácil y su carga ligera.
Yo le digo a
todo aquél que aún no le ha abierto las puertas de su corazón al amado
Carpintero:
No dejes tu
yugo tirado al costado de tu camino, no tengas a menos el amor de Cristo, el
camino es muy duro y lleno de peligros, hay densas tinieblas que lo cubren y
para llegar a su final necesitas que Él te acompañe. ¡Vuélvete y deja que te amarre a Su yugo fácil y agradable para que
nadie te pueda separar de Su amor!
Rom 8:35 ¿Quién
nos separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, angustia, persecución,
hambre, desnudez, peligro o espada?
Rom 8:36 Como está escrito:
"Por causa de ti somos muertos todo el
tiempo;
somos contados como ovejas de matadero
Rom 8:37 Antes,
en todas estas cosas somos más
que vencedores por medio de Aquel que nos amó.
Rom 8:38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte
ni la vida, ni ángeles ni principados ni
potestades, ni lo presente ni lo por
venir,
Rom 8:39 ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar
del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús, Señor nuestro
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ResponderEliminarQue hermosa enseñanza!
ResponderEliminarBendiciones
Que bello! Gloria a Dios.
ResponderEliminarPalabra hermosa aprendiendo que estar aujetos a Dioses lo mejor en nuestras vidas
ResponderEliminarMuy hermoso!!!
ResponderEliminarGracias
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