Por El Contendor
Para encontrar el origen de las guerras entre Israel y
sus vecinos fronterizos deberíamos retroceder en la Historia unos 3000 años
aproximadamente.
Recordemos algo de Historia (Wikipedia):
Canaán es la denominación antigua de una región de Asia Occidental, situada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán y que abarcaba parte de la
franja sirio-fenicia conocida también como el Creciente fértil. En la actualidad se corresponde con el Estado de Israel, la Franja de Gaza y Cisjordania, junto con la zona occidental de Jordania y algunos puntos de Siria y Líbano. Sus límites comprenderían
desde la antigua Gaza al Sur, hasta la
desembocadura del río Orontes al Norte, englobando todas
las tierras no desérticas del interior, hasta una profundidad de unos
150 km desde la costa del mar Mediterráneo, hasta algunos kilómetros más
allá de la ribera oriental del río Jordán.
Canaán es el
nombre del hijo de Cam y nieto de Noé. Canaán recibiría la maldición de su abuelo cuando Cam, su padre, vio a
Noé ebrio y desnudo.
Canaán es una
zona con una larga historia, que remonta su ocupación a las fases neolíticas más tempranas, con importantes asentamientos a lo
largo del tiempo, como Jericó, Ugarit, Jerusalén, Tiro, Sidón, Biblos, Damasco o Gaza. Fue habitado por pueblos muy diversos, como amorreos, jebuseos, hicsos, filisteos, fenicios, arameos y hebreos que por último, conquistaron a varios de estos pueblos para tomar posesión
de esta tierra.
La descripción
de Canaán en las cartas de
Amarna, archivo de estado
de Ajenatón (Amenofis IV), no puede ser más desoladora: la
anarquía se apodera de Canaán en el siglo XIV a. C.. Los faraones de la dinastía XIX, a fines del siglo y principios del siguiente,
intentan restablecer el dominio del vital paso de Canaán, pero el neo-imperio hitita les sale al paso hasta que Ramsés II consigue un tratado de paz perpetua, tras
la batalla de
Qadesh, con la
delimitación de las mutuas esferas de influencia: el actual Nahar al-Kalb, río
que desemboca entre Biblos y Beirut, separará las regiones dominadas por los hititas, al norte, de las
feudatarias de Egipto, al sur; queda por tanto Canaán bajo la dominación
faraónica una vez más. Pero este acuerdo había de durar poco por la decadencia
respectiva de ambos imperios, que no tardó en llegar ( 1250 a.C.).
Nuevos invasores se presentan en Canaán: los "Pueblos del Mar" desembarcan en las
costas y con sus armas de hierro, una vez deshecho el monopolio hitita al
derrumbarse el imperio de Jattusas, se adueñan de la costa de Canaán.
Los
estudiosos de la biblia del siglo XIX identificaron
la tierra de los filisteos (Filistea o Plesheth, con el significado
hebreo de "invasores")[6] con Palastu y Pilista de las inscripciones asirias, según el diccionario de la Biblia de Easton (1897).
El
marco temporal para la utilización del término Canaán suele estar comprendido desde el año 3000 a. C. hasta que los romanos, durante su extensa dominación, le
cambiaron el nombre por Palestina como represalia inmediata contra los
hebreos tras sofocar su rebelión de los años 132
a 135 (d.C). (*)
Otros grupos
además de los filisteos eran los tjekker, dananeos y shardana; el contraataque
de Ramsés III destruyó la mayoría de los sitios cananeos. El mismo faraón
permitió más adelante a los filisteos y tjekker, y posiblemente también a los
dananeos, reconstruir las ciudades del camino costero.
Los filisteos
pronto adquirieron las costumbres de los habitantes locales. En su búsqueda de
riquezas, no dudaban en disputarle el dominio de los territorios al norte de
Judá a los hebreos. Se transformaron en una amenaza para Israel (1ª Sam 9:16).
Las cinco
ciudades filisteas principales eran Gaza, Ashdod, Ekron, Gath, y Ascalón. Los israelitas logran con el tiempo
dominar todo el territorio, aunque precisamente el antiguo Canaán, la zona
costera, será lo último en caer en sus manos. Con esta victoria finaliza la historia de antiguo Canaán.
Las tribus hebreas iniciaron la conquista de Canaán hacia 1400 a. C. Fue un proceso lento, que duró varios
decenios, y en el que los cananeos fueron finalmente expulsados o bien se
fundieron en muchos casos con las tribus israelitas, lo que dejó una impronta cananea en éstas. La Biblia hebrea identifica a
Canaán con el Líbano (principalmente con la ciudad de Sidón) pero extiende la denominación «Tierra de Canaán» hacia el sur, a través
de Gaza hasta el «Río de Egipto» y hacia el Este hasta el Valle del Jordán, todo lo
cual coincide con la «Tierra Prometida» de los judíos.
1Cr 16:15 El [Dios] hace memoria de
su pacto perpetuamente,
Y de la palabra que Él mandó
para mil generaciones;
1Cr 16:16 Del pacto que concertó con Abraham,
Y de su juramento
a Isaac,
1Cr 16:17 El cual confirmó a Jacob por estatuto,
Y a Israel por pacto
sempiterno,
1Cr 16:18 Diciendo:
A ti daré la tierra de Canaán, Porción de tu heredad.
Concluyendo la
historia diremos que la última expulsión de los judíos (diáspora) de sus
tierras que les habían sido entregadas por Jehová, se inició en el año 66
d.C.. Comenzó con una rebelión general contra los romanos. En respuesta, el
general Tito, hijo del emperador Vespasiano, sitió y tomó Jerusalén, puso fin a
la dinastía de los Herodes y destruyó el famoso templo de la ciudad, que servía
de símbolo de la unidad e independencia judías.
En el 132 (d. C.) una nueva rebelión, llamada de Bar Kochba, intentó
expulsar a los romanos, pero fracasó tres años después. Tras el fin de la
rebelión muchos judíos acabaron de emigrar.
Sin embargo, a pesar de las distancias, la mayoría conservaron un
carácter y unidad como grupo, debido principalmente a la firmeza de sus
creencias religiosas, a la preservación de sus costumbres y a la esperanza de
regresar, algún día, a su país de origen. Actualmente, el Israel, fundado en
1948, es la patria de todos los judíos.
La Historia prueba entonces que Israel es el legítimo poseedor de las
tierras que les fueron prometidas por Dios. Pero las frecuentes desobediencias
del pueblo judío desde el momento del Pacto hasta la actualidad, no les
permitió ocupar la totalidad de la Tierra Prometida.
El
Pacto de Dios con Abraham fue para él y su descendencia, pero solamente por la
línea de Isaac, no por Ismael; por Jacob, y no por Esaú. En la actualidad los hijos de Abraham,
de acuerdo al Pacto y la promesa, son los de la Casa de Israel. Pero esto no
significa que los demás no recibieron bendiciones indirectas de dichos Pactos.
Como se dijo unas líneas más arriba [ver
(*)], el término Palestina aparece 1400 años después que los judíos se establecieran
en las tierras de Canaán que Dios les había dado por pacto perpetuo.
El doctor Juan F. Walvoord, reconocida
autoridad en el campo de la escatología bíblica, en su libro “ARMAGEDÓN”, describe
la evolución de la situación de Israel en su tierra bajo el título “La esperanza profética de un último
retorno” nos dice lo que sigue:
<”Jesús
había predicho claramente que el magnífico templo que existía durante su vida
terrenal sería destruido piedra por piedra (Mateo 24:2). Esto significaba que
el destino de Jerusalen y el pueblo judío iba a empeorarse radicalmente durante
la época de la generación que oyó su mensaje. ¿Se terminaba Israel? ¿Iban
anularse las promesas?.
El apóstol
Pablo, que también era israelita, luchó con estas mismas preguntas.
Su
conclusión fue sencillamente un enfático ¡NO!.
Romanos 11:1 ¿Ha desechado Dios a su
pueblo? En ninguna manera.
¿Se
cumplirá alguna vez el pacto eterno de poseer la tierra, una tierra con límites
geográficos precisos, prometida como heredad perpetua?
El escritor
del libro de Hebreos hizo una reseña de las promesas hechas a Abraham. ¿Se las
consideró condicionadas a la obediencia de Israel, para ser anuladas ahora a
causa de su incredulidad? No, no se las consideró así. El resultado final era
inmutable. “Porque cuando Dios hizo la
promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo………Por lo
cual queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la
inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento para que por dos cosas
inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo
consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de
nosotros, la cual tenemos como segura y firme ancla del alma…….”(Hebreos 6:13;
17-19).
El
testimonio claro y directo del Antiguo y del Nuevo Testamento indica un último
retorno a la Tierra Prometida. Esta esperanza sostuvo a los judíos a través de
1900 años de conflictos.
Durante
siglos, los cristianos que entendieron el claro testimonio profético de la
Biblia, esperaron que esto sucediera, aun cuando las probabilidades en contra
eran abrumadoras.>
En la próxima publicación “Las
guerras de Israel – Parte II”, seguiremos el hilo de los acontecimientos
que han llevado a la nación de Israel a la situación actual, inmerso en una
guerra sin fin contra todos sus vecinos limítrofes que no se quieren detener
hasta haber borrado del mapa al pueblo judío.
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