Por El Contendor
En el Antiguo Testamento encontramos, muchas veces,
ciertas actitudes del pueblo Judío
que han provocado la ira de Dios.
No es novedad que el pueblo elegido por Dios para que de
él viniese la salvación para todos los
hombres mediante Jesucristo, haya sido un pueblo rebelde y desobediente a la
voluntad de Dios.
Abraham salió de la ciudad caldea de Ur en cumplimiento
del mandato de Dios para fundar una gran
nación (Génesis 12:1-2), él escuchó la voz de Dios y no dudó en
cumplir lo que Dios le había ordenado.
Abraham tomó a su esposa, su sobrino Lot y un grupo de
siervos y emprendió la marcha por fe
Abraham en todo momento demostró su Fe en Dios obedeciendo en todo, sin dudar, lo que Él
le ordenara hacer. El capítulo 22 de Génesis se inicia con una dura prueba para
Abraham Dios le volvió a hablar:
(Gén
22:2) Y dijo: “Toma ahora tu hijo,
tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno
de los montes que yo te diré.”
Cumplió Abraham paso a paso lo que Dios le había indicado
pero cuando se disponía a llevar a cabo el sacrificio:
Gén 22:10 Y
extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.
Gén 22:11 Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde
el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí.
Gén 22:12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el
muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no
me rehusaste tu hijo, tu único.
Esta actitud de Abraham redundó en bendiciones de Dios
para él y el pueblo.
En cambio, vemos más adelante, que a Moisés no le fue del
todo bien. Leemos en el libro de Éxodo que Dios le habló desde la zarza que
ardía sin consumirse, al acercarse para inspeccionar aquel extraño fenómeno, el
ángel de Jehová le habló desde las llamas y le reveló que había llegado el
momento para que Dios liberara a Israel de la esclavitud, por lo que le comisionó para que fuera en su nombre. (Éxodo 3:1-15.).
Recordemos el diálogo entre Jehová y Moisés:
Éxodo 3:11 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy
yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?
Éxodo 3:12 Y Él respondió: Vé, porque yo estaré contigo;…….
En el capítulo 4 de Éxodo, Moisés persiste en su
resistencia en aceptar sin reparos la voluntad de Dios:
Moisés titubeó
poniendo excusas: “ Éxodo 4:10 Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor!
nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu
siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.”
Pero siguió Moisés porfiando con Jehová y esta actitud desagradó a Dios: “Éxodo 4:13 Y él [Moisés]
dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar.
Éxodo 4:14 Entonces Jehová
se enojó contra Moisés,………..”
Ciertamente, la actitud de Moisés es la de alguien que
desconfía, que duda, que no cree con certeza en la palabra que se le ha dado: “Vé,
porque yo estaré contigo”. La palabra de Dios ha sido categórica, no
dio lugar a dudas.
Muchos fueron los milagros y portentos que Dios realizó en
favor del pueblo de Israel pero, a pesar de esto, la incredulidad, la
disconformidad y hasta la rebelión, se habían instalado en los corazones de
aquella gente.
Esta raíz de incredulidad se vuelve a manifestar en Horeb
(Tema tratado en El Contendor el 13-01-14):
Números 20:2 Y porque no había agua para la congregación,
se juntaron contra Moisés y Aarón.
Núm
20:3 Y habló el pueblo contra Moisés,
diciendo: ¡Ojalá hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante
de Jehová!
………………………………………………………………………………………………………………………..
Núm 20:7 Y habló Jehová a Moisés, diciendo:
Núm 20:8 Toma la vara, y reúne la congregación, tú y
Aarón tu hermano, y HABLAD A LA PEÑA A
VISTA DE ELLOS; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y
darás de beber a la congregación y a sus bestias.
………………………………………………………………………………………………………………………………………………
Núm 20:11 Entonces alzó Moisés su
mano y GOLPEÓ LA PEÑA con su vara dos
veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias.
Núm 20:12 Y Jehová dijo a Moisés y
a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí,
para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.
En Éxodo 17:6 Dios manda a Moisés que golpee la
peña, y no se menciona nada de ningún
pecado de parte de Moisés. En contraste, en Numeros_20:8, Dios instruye a Moisés y Aarón que hablen a la roca.
Al golpear Moisés la roca,
Dios provee el agua, pero Moisés y Aarón son culpables de un pecado tan grave
que quedan descalificados de entrar en la tierra prometida.
Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su
mano.
Si
oyereis hoy su voz,
Sal 95:8 No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba,
Como en el día de Masah en el desierto,
Meriba
significa "disputas" y Masah
significa "prueba". Esto se refiere al incidente de Refidim (Exo_17:1-7) cuando los israelitas se quejaron a
Moisés porque no tenían agua (véase también Num_20:1-13)
Sal 95:9 Donde me tentaron vuestros padres,
Me probaron y vieron mis obras.
Sal 95:10 Cuarenta años estuve disgustado con la
nación,
Y
dije: Pueblo es que divaga de corazón,
Y no han conocido mis caminos.
Sal 95:11 Por tanto, juré en mi furor
Que no entrarían en mi reposo
Comentario Biblia del Diario Vivir:
Un corazón endurecido es tan inútil como un terrón de
lodo endurecido o una rebanada de pan duro. Nada puede restaurarlo ni hacerlo
útil. El salmista nos advierte que no endurezcamos nuestro corazón como lo hizo
Israel en el desierto al continuar resistiéndose a la voluntad de Dios (Exo_17:7). Estaban tan convencidos de que Dios
no podría liberarlos, que simplemente perdieron su fe en El. Cuando el corazón de alguien se endurece,
esa persona está tan aferrada en sus caminos que no puede volver a Dios. Esto no sucede todo de una vez. Es el
resultado de decidir pasar por alto la voluntad de Dios una y otra vez. Si
usted resiste a Dios el tiempo suficiente, quizás Él lo deseche como si fuera
pan duro, inútil y sin valor.
¿Qué nos impide obtener la bendición principal de Dios
(entrar en su "reposo")?
1) Corazones mal agradecidos, 2) no adorar ni someterse a Él, 3) endurecer los corazones, 4) probar a Dios debido
a dudas obstinadas.
En Heb_4:5-11, se
nos alienta a que no endurezcamos nuestro corazón, sino que rechacemos el
hechizo del pecado y de cualquier cosa que nos aparte de Dios.
En Hebreos 3:12-13 se reitera el consejo:
Heb 3:12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de
vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;
Heb 3:13 antes exhortaos los unos a los otros cada
día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca
por el engaño del pecado.
El autor quiere que sus hermanos creyentes tengan cuidado
unos de otros como para que ninguno se pierda. La dedicación a entender y
ayudar a otros en la iglesia local es algo necesario. El mayor peligro es que
alguno de la congregación pueda tener un corazón malo de incredulidad que os
aparte del Dios vivo.
Como los israelitas mencionados en el Sal. 95:7-11, a veces cristianos practicantes se
alejan de Dios en apostasía (gr. apostenai) o sea en una deliberada y
abierta rebelión. Esto puede ser provocado por el sufrimiento o la persecución
o por la presión de la tentación, pero la
causa raíz siempre es la incredulidad. Dicho de otra manera, puede ser que
alguno de nosotros se endurezca por el engaño del pecado. El pecado es
un poder activo y agresivo que debe ser resistido. Si endurecemos nuestros
corazones contra la palabra de Dios (v. 8), el pecado tendrá riendas sueltas y
puede ser que alguno de vosotros se endurezca
Heb 3:14 Porque somos hechos participantes de Cristo,
con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio,
Heb 3:15 entre tanto que se dice:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones, como en la
provocación
Cuando abrimos las
Escrituras y leemos las palabras que Dios nos dejó allí escritas, estamos
oyendo Su voz. No necesitamos escuchar a ningún predicador mentiroso que nos
diga que Dios le confió tal o cual secreto o le reveló, le anunció, o le ordenó que dijera estas u otras
palabras.
No está de más que
reiteremos lo que ya hemos dicho en este blog, decenas de veces: luego que se
cerró, con el libro de Apocalipsis, el canon de las Sagradas Escrituras, cualquier
“portavoz” que pretenda declararnos
nuevos mensajes de parte de Dios, no debe ser escuchado.
Si queremos escuchar la
voz de Dios, guiados por Su Espíritu, abramos la Biblia y leámosla en voz alta; allí encontraremos “anunciado todo el consejo
de Dios” del que nos habla el Apóstol Pablo en Hechos 20:27
Ya sea a solas, en nuestro
aposento o reunidos en el nombre del Señor con otros hermanos, leer la Palabra de Dios en voz alta acrecentará
nuestra fe: Romanos 10:17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios.
En los tiempos del A.T era
habitual leer en voz alta la Palabra de Dios (leyes y mandamientos). Por
ejemplo, leemos sobre el Rey Josías:
2Reyes 23:2 "Entonces el rey fue al templo* del
Señor con toda la gente de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes,
los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más importante. Allí el rey les leyó en voz alta el libro
del pacto que había sido encontrado en el templo del Señor."
También en el
N.T. Jesús leyó en voz alta (Lucas 4:16-20)
"Entonces Jesús regresó a
Nazaret, el pueblo donde había crecido. Como de costumbre, fue a la sinagoga en
el día de descanso y se puso de pie para leer las Escrituras.”
Aunque no está
dicho expresamente, está implícito que para leer en la sinagoga delante de la
gente reunida, se requiere hablar en voz
alta para que todos escuchen.
Volviendo al
tema central, Dios nos hace escuchar su voz cuando leemos o se nos leen las
Escrituras. Esta es la voz que debemos escuchar, atrapar y retener en nuestro
corazón.
Pero si la
escuchamos una y otra vez y transgredimos las leyes que debemos cumplir estamos
en la misma rebelión en que incurrió el pueblo judío en la época de Moisés o la
rebelión de Faraón castigado con las 10 plagas de Egipto.
Tanto el
pueblo judío, como Faraón, hicieron que sus corazones fueran endurecidos por
negarse obstinadamente a someterse a la voluntad de Dios.
Notemos la
premura que expresa el salmo:….”si oyeres HOY
su voz”….
Es Dios quien
elige cuando hablarnos, y no es el hombre quien elige cuando escucharlo, por
tal motivo la palabra HOY implica que
debemos estar preparados y receptivos para escuchar Su voz y dejar que La
Palabra deje su impronta en nuestro corazón.
Dejar pasar la oportunidad de escuchar es
endurecer el corazón, y puede llegar a ocurrirnos lo que se relata en esta anécdota
por el gran evangelista Dwight
Lyman Moody:
<”Yo estaba terminando una reunión en
nuestra iglesia de Chicago, cuando un joven soldado se puso de pie y rogó a los
presentes que aceptaran a Cristo. Nos
contó que acababa de llegar de una escena muy triste. Un compañero de regimiento, hijo de
cristianos, frente a los ruegos de su buen padre, siempre decía que aceptaría a
Cristo cuando terminara la guerra. Por
fin fue herido y llevado al hospital, en donde se vio que no había esperanzas
de mejoría. Unas cuantas horas antes de su muerte, le llegó una carta de su
hermanita, pero ya no tenía fuerzas para leerla. ¡Era una carta tan solemne! Un
compañero se la leyó, pero no parecía entender, hasta que llegó a las últimas
palabras que decían: "Oh mi querido
hermano, te ruego que cuando recibas la presente, aceptes al Salvador de tu
hermanita. "El moribundo se sentó en la cama, y gritó "¿QUÉ
DICE?" Luego, cayendo pesadamente
sobre la almohada exclamó: "Es demasiado tarde. Es demasiado tarde. "Mis queridos
amigos: Gracias a Dios que no es
demasiado tarde para ustedes hoy. El
Maestro todavía les está llamando. Que
todos nosotros, jóvenes y viejos, ricos y pobres, vengamos a Cristo ahora
mismo, y quitará todos nuestros pecados.”>
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