En la introducción pasada sobre la
condena por la ley y la salvación por gracia, nos dedicamos a hacer un par de
preguntas esenciales. Probablemente la pregunta más importante gira en torno a
la santidad de Dios, aquel atributo de Dios que esta manifiesto en su perfección
absoluta que en la biblia es expresada muchas veces.
Pero ¿por qué es tan importante entender
que Dios es Santo? Si debemos definir la santidad de Dios deberíamos decir que
esta es la perfección absoluta en todos los aspectos de su carácter y su
persona. Dios es perfecto. Y así lo expresa el mismo en su palabra cuando dice:
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto.” (Mateo 5:48)
Y aquí es donde la biblia empieza a
definir la santidad de Dios, pues la santidad de Dios es la absoluta ausencia
de maldad en él. Dios es amor, Dios es bueno, y en el no hay maldad ni pecado:
1Juan 1:5 lo define en estos términos: “Este es el mensaje que hemos oído de
él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.”
Y en el Salmo 18:30 dice: “En cuanto a
Dios, perfecto es su camino…”
Otra expresión de la santidad de Dios la
encontramos en Habacuc 1:13 donde dice: “Muy limpio eres de ojos para ver el
mal, ni puedes ver el agravio…”
Expresado así, podemos entender que Dios
repudia la maldad, el pecado no puede coexistir con la presencia de Dios, y es
por eso que Jesús manda algo que ya vemos a lo largo de toda la palabra de Dios
“sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro padre que está en los cielos es
perfecto.” Este mandamiento es repetido también en el antiguo testamento en
Levítico 20:7: “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro
Dios.” Y vuelve a reiterarse en el V. 26: “Habéis, pues, de serme santos,
porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis
míos.”
Así que aquí tenemos el primer gran
problema que ningún ser humano puede solucionar: Dios nos está exigiendo que
seamos PERFECTOS. Él no nos pide que seamos buenos, o que tratemos de hacer las
cosas más o menos bien, o “lo mejor posible” Su exigencia es demasiado
contundente para confundirse con esa buena intención humana de “tratar de hacer
las cosas bien” Dios nos pide que seamos igual de perfectos que él, y el gran
problema que tiene el hombre es que la perfección de Dios es infinita, eterna,
absoluta, y cuando caemos en cuenta de esto llegamos a la conclusión de que en
su ley Dios ya nos ha puesto un mandamiento imposible de cumplir. Esta realidad
es la que Jesús expuso también en Juan 8:1-11 cuando los escribas y fariseos le
trajeron una mujer adúltera con la intención de buscar un pretexto o alguna
palabra que pudiera servir para inventar cargos en su contra y aprenderle. Sin
embargo Jesús, conocía sus pecados, y sabía que ninguno de ellos podía estar a
la altura de la exigencia absoluta de perfección que demanda la ley y el
carácter santo de Dios, entonces les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado
sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” Naturalmente los escribas y
fariseos quedaron completamente desarmados ante la realidad que expuso el
Señor, ya que ellos no podían alegar ser perfectos pues solo Dios es perfecto,
y tampoco podían juzgar a la mujer adúltera ya que ellos mismos estaban
igualmente llenos de pecado, y por eso dejando sus piedras se fueron.
La realidad de un Dios perfecto en
contraste con el hombre imperfecto es la absoluta muestra expuesta en la ley de
que es imposible para el hombre alcanzar la medida de la demanda de Dios, y
aquí es donde cerraremos este post con una pregunta que el lector deberá
analizar a mucha conciencia: ¿Cuáles son las consecuencias de no poder cumplir
de ninguna forma con el mandamiento que Dios le ha impuesto a todos los hombres
de ser perfectos y santo en la misma medida en la que él lo es?
Y la otra pregunta que se desprende de
la primera, y aún más inquietante:
¿Por qué Dios, conociendo la
imposibilidad del hombre de alcanzar una medida infinita de perfección, le ha
impuesto en su ley un mandamiento imposible de cumplir?
Con la ayuda de Dios en los próximos
capítulos buscaremos la respuesta a estas preguntas en su palabra.
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