Por El Contendor
Pero en esta 3ª parte observaremos que hay otra forma de
predicar el mismo evangelio (siempre dentro de la Sana Doctrina) a la que hace
referencia Pablo en su carta a los Filipenses:
Flp 1:14 Y la
mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se
atreven mucho más a hablar la palabra
sin temor.
Flp 1:15 Algunos, a la verdad, predican a Cristo por
envidia y contienda; pero otros de buena voluntad.(*)
Flp
1:16 Los unos anuncian a Cristo por contención, no
sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones;
Flp
1:17 pero los otros por amor, sabiendo que estoy
puesto para la defensa del evangelio.
Flp
1:18 ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas
maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y
me gozaré aún.
1) ¿Cómo será esto de predicar a Cristo por envidia y
contienda? Y
2)¿Encontramos hoy pastores
que prediquen por intereses tan mezquinos?
Antes de intentar responder estas preguntas, leamos el siguiente comentario bíblico que
nos ubicará en el contexto:
Comentario
del N.T. de Serafín de Ausejo:
En ella se nos abre con
una especial intimidad el alma de Pablo, sus anhelos, sus deseos y, sobre todo,
su fe. Y esto es lo que hace que esta carta sea tan valiosa para nosotros.
Ha sido calificada como
la más personal de todas las cartas paulinas. Al leer estas líneas nunca debe
perderse de vista la lastimosa situación del Apóstol.
Las cárceles del mundo
antiguo no eran precisamente demasiado humanitarias, la alimentación era
miserable. Teniendo esto en cuenta, cabría esperar propiamente que en la carta
hubiera una serie de quejas sobre los hombres, sobre la inseguridad del futuro,
sobre la falta de libertad de la situación.
Pero no hay nada de esto.
El autor de la carta entiende perfectamente su suerte desde la base de su fe
cristiana y no se contenta con superarla, sino que la convierte en un magnífico
testimonio de fe.
Se despliega ante nosotros la magnitud del
esclavo de Cristo; pero una magnitud y una grandeza que no está lejos de
nosotros, como algo inalcanzable, sino dentro de un contexto humano, como algo
real, comprensible e imitable.
Los que tienen que
sufrir, los que están sometidos a prueba por causa de la fe, encontrarán en el
Apóstol doliente una digna norma de la fe.
Debemos localizar el
lugar de prisión de Pablo, desde donde fue escrita esta carta, en Éfeso, la metrópoli de Asia Menor a
orillas del Mar mediterráneo. Sólo ocho días de viaje separaban esta ciudad y
Filipos.
La
antigua opinión, según la cual Pablo escribió la carta a los Filipenses desde
una cárcel de Roma pierde crédito de día en día.
Ese incentivo actuó de dos maneras. Estaban los que le
amaban; y, al saberle en la cárcel, redoblaban los esfuerzos para extender el
Evangelio para que no perdiera terreno por estar Pablo inmovilizado.
Sabían que la mejor manera de deleitar su corazón era
hacerle ver que la obra no sufría por su lamentable ausencia.
Pero otros estaban motivados por lo que Pablo llama eritheía, y predicaban por sus
propios fines partidistas.
Eritheía es
una palabra interesante. En su origen no significaba más que trabajar por el sueldo. Pero si uno
trabaja solamente por él sueldo no tiene la motivación más elevada.
No considera nada
más que lo que pueda sacar para sí. De
ahí que llegara a significar el espíritu mercenario y ambicioso que no hace
nada nada más que para engrandecerse a sí mismo; y llegó a aplicarse a la
política y a querer decir hacer lo que
fuera para ganar votos.
Así llegó a
describir la ambición interesada y egoísta que no busca más que encumbrarse sin
prestar atención a los medios a los que tiene que rebajarse para obtener sus
fines.
Así es que
había algunos que predicaban a Cristo más intensamente aprovechándose de que
Pablo estaba en la cárcel, porque esa circunstancia parecía ofrecerles una
oportunidad enviada del cielo para aumentar
su propio prestigio e influencia y disminuir los de él.
Aquí encontramos una lección. Pablo no sabía lo que
eran los celos ni el rencor.
(*) Mientras se predicara a Cristo, no le importaba quién recibiera
los honores o el prestigio.
No le importaba lo más
mínimo lo que otros predicadores dijeran de él, ni lo enemistados que
estuvieran con él, o lo mucho que le despreciaran, o que trataran de sacarle
ventaja.
Lo único que le importaba era que se predicara a Cristo.
Es triste que Pablo
tuviera que señalar que había algunos que predicaban a Cristo por envidia y contienda, por ambición egoísta, aun con
el deseo de hacer las cosas más difíciles para sus prisiones. No conocemos las
circunstancias.
Es claro que Pablo no desafía el contenido de la predicación, sino su motivación. Quizá se trataba de líderes de la iglesia en el
lugar del encarcelamiento de Pablo antes de llegar él, y ahora estaban celosos
de su reputación por causa de sus la bores apostólicas, y estaban decididos a
superarlo y muy dispuestos a causarle angustia.
En lugar de retardar la
expansión del evangelio, la prisión de Pablo ha creado nuevas oportunidades
para dar testimonio, particularmente entre la élite del ejército romano. Esta
experiencia ha estimulado a otros a predicar con mayor energía, aunque algunos
por motivos equivocados. Pablo no tiene
reproches contra esta gente porque su doctrina es correcta. Su reacción es
completamente diferente
a la que exhibe contra los agitadores doctrinales que menciona
en el capítulo 3.
La magnanimidad de Pablo,
que aquí aflora, no debe ser calificada de tolerancia. No se trata de gentes que hayan difundido un error.
La
respuesta a la pregunta (2) es: Sí, existen hoy pastores que predican la
doctrina correcta pero lo hacen por su propio interés o beneficio monetario.
Pero
aquí existe un riesgo, para el pastor y para su rebaño:
Cuando la doctrina es
sana, pero la motivación no está en el amor de Cristo sino que está en la vanagloria y en la ambición personal del
que predica, esto lleva a procurar
un aumento de la membresía empleando recursos aparentemente inocuos, pero que
finalmente terminan convirtiendo la Sana Doctrina en un espectáculo teatral o
peor aún en un aquelarre pagano.
Esta declinación de la
Sana Doctrina, generalmente, comienza por los cambios en la música empleada
para la alabanza y adoración. Se deja de lado Efesios 5:19 “hablando
entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y
alabando al Señor en vuestros corazones;” el hermoso Himnario Bautista se abandona como una pieza en desuso y peor
aún: con el objeto que los jóvenes se
agreguen a la iglesia, se incorporan estilos de la era contemporánea como el heavy metal, el death metal, el screamo, así como el rap, el hip hop y el reggaeton, que son fuertemente
desaprobados por sectores conservadores de la comunidad cristiana, que llegan a
denunciar la aceptación de éstos como una forma de secularización que pervierte el
carácter de consagración y santidad de la música.
El conocido ministerio "I'll be honest", por ejemplo,
desaprueba la música con sonidos estridentes, distorsionados y violentos,
considerando que no tiene lugar en el cristianismo.
Otro recurso para “captar público” es el de “alivianar” la doctrina; esto
es: sin torcerla ni adulterarla, destacar más los aspectos positivos de la Fe,
Dios es amor, la salvación, la vida
eterna, las bendiciones que recibe el creyente, etc. pero, por otra parte, no mencionar o disimular las dificultades
de transitar por el camino angosto:
Mateo 7:14 “porque estrecha es la puerta, y angosto el
camino que lleva a la vida, y pocos son
los que la hallan.”
Ni que hablar de algunos versículos tales como:
Juan 3:18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado,
porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Juan
3:19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres
amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Mateo 7:22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros?
Mateo 7:23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores
de maldad.
También el tema del
infierno prefieren suavizarlo porque lo consideran “espanta gente”.
Si tuviera que dar un
ejemplo hoy de pastores que predicaron la doctrina correcta
pero lo hacen por su propio interés o beneficio monetario, citaría a Luis
Palau.
Yo
he comentado sobre este célebre evangelista en la nota aparecida en este mismo
blog bajo el título “Los caminos de Luis Palau”, el 08-09-2013, donde recordaba
el inicio de sus famosas “Cruzadas con Luis Palau” en las cuales se “respiraba”
la Sana Doctrina.
Luego,
música mediante, se fue produciendo la “metamorfosis” para llegar a los
recitales multitudinarios de hoy donde cada vez hay más música y espectáculo y
menos Biblia y Sana Doctrina. El mismo Palau reconoció que él prefiere no
hablar mucho acerca del infierno.
Por
lo visto, su mimetización con el mundo, le acarreó sus buenos beneficios
económicos y su fama como predicador llegó a los lugares más alejados del
planeta.
Pero
no olvidemos que “sic transit gloria mundi” (así pasa
la gloria del mundo) y al final de nuestra estadía en este mundo, habremos de
comparecer ante el Tribunal de Cristo para dar cuenta de nuestros actos y allí
tendremos la certeza si nuestra actitud agradó más a Dios o agradó más a los
hombres.
Pero lo cierto es que mientras se predique la Sana
Doctrina y el Evangelio Verdadero, no adulterado, deberemos decir junto con el
apóstol Pablo:
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